Miércoles, 8 de octubre de 2008 | Hoy
DISCOS › FáBULA DEL HOMBRE Y SU PIANO
El disco y DVD del show de abril de este año en Madrid sirven como ajustado retrato de la esencia del rosarino: los invitados simplemente ayudan a colorear las canciones que el rosarino va desgranando ante su instrumento preferido.
Por Eduardo Fabregat
Podría ser una Composición Tema: El Hombre y su Piano. De hecho, así es como comenzó todo, con un pibe llamado Rodolfo aprendiendo a presionar blancas y negras en su Rosario natal. Un cuarto de siglo después de su debut discográfico, el hombre y su piano son el centro de la escena en el Palacio de los Congresos madrileño. Mejor dicho, el hombre, su piano y sus canciones, esa materia inasible con la que un músico puede construir una fortaleza. No sé si es Baires o Madrid, el disco/DVD que Fito Páez acaba de poner en las bateas, oficia entonces como certero retrato de su esencia, lo que queda al eliminar las capas de instrumentación, la carne viva de un adecuado protagonista de la música argentina reciente.
No es que Fito esté estrictamente solo en este registro del concierto ofrecido el 24 de abril de este año en la capital española: aquí y allá aparece una selección de aliados que incluye a los exquisitos Marlango, Ariel Rot, Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Pereza, Gala Evora, Coki, Mavi Díaz y el trío de Diego del Morao (guitarra), Dani Noel (bajo) y Sabú (cajón). Pero todos ellos fluyen por la escena para pincelar las páginas de Páez, agregar matices a ese acto despojado del hombre y sus teclas. Esa intensa comunión es, también, una clave del disco.
Así, No sé si es Baires o Madrid posee dos momentos especialmente conmovedores. En uno de ellos, Fito da casi un paso al costado, porque es la exquisita Gala Evora quien pone la carne de gallina con “Un vestido y un amor”, que en su castiza entonación cobra nuevo vuelo y tono. El otro pertenece a uno de los temas del álbum que pareció sepultado por su carácter superventas (para utilizar un término bien español), pero que a la distancia sigue impactando por su nivel de inspiración: en 1992 y hoy también, “Brillante sobre el mic” puede ser entendido como una cumbre-Páez, una de esas canciones que algunos matarían por haber compuesto. Esos momentos altos, a pesar de todo, no llegan a eclipsar la nobleza de ese “Giros” con sobrios punteos a cargo de Rot, la emotividad de “Yo vengo a ofrecer mi corazón” con Milanés o la belleza de “Pétalo de sal” enaltecida por la voz de Leonor Watling, el piano de Alejandro Pelayo y la trompeta de Oscar Ybarra.
No es casual que lo único que desentona en semejante ceremonia esté presente solo en el DVD, y haya sido eliminado de la edición en audio. Es que la ejecución de “Ciudad de pobres corazones” en una aullante guitarra amarilla parece fuera de lugar. No sólo por lo difícil que es transportar esa furia hecha canción a la performance de un solo músico, sino sobre todo porque allí Páez rompe innecesariamente la burbuja, abandona a su mejor amigo. Ese al que, promediando el show, vuelve a definir con eso de “hermano de soledad, aquí hoy estamos los dos/ bajo esta luz de rubí, entre esta gente nueva”. Allí están, y allí siguen. El hombre y su piano.
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