Miércoles, 12 de noviembre de 2008 | Hoy
DISCOS
En marzo de 1964 se editó un disco que cambiaría el lugar y la consideración de varias músicas del mundo y, en concreto, la vida de dos músicos, una para mejor (mucho mejor) y la otra para peor (mucho peor). Aquel disco se llamó Getz-Gilberto y de allí el primero, el genial saxofonista Stan Getz, salió con varios millones de dólares y una mujer más; y el segundo, el también genial compositor, cantante y guitarrista Joao Gilberto, con muy poco dinero y una mujer menos. La misma. Astrud (ex) Gilberto fue una prenda de aquella difícil colaboración, aunque no la única. La leyenda cuenta que Gilberto, que no sabía inglés, le decía a Jobim que le comunicara a Getz que lo que tocaba era horrible; y el pianista le decía al saxofonista, en inglés, que el cantante estaba fascinado con él. Pero también es posible que todo haya sido diferente. Si no, no se explica que, en 1975, Getz y Gilberto –dos de las personas más y antisociales de la historia– hayan vuelto a juntarse para producir un disco injustamente menospreciado, The Best of Two Worlds. Recién reeditado aquí por Sony-BMG, allí aparecen también Miucha, el guitarrista Oscar Castro Neves, el maravilloso bajista Steve Swallow y, con un repertorio que incluye joyas como “Retrato en blanco y negro” y “Aguas de marzo”, el CD vuelve a poner en escena lo único que importa: esos microdesplazamientos rítmicos de la guitarra de Gilberto, su juego con la voz al borde del silencio; el melodismo y la imaginación de Getz, la exquisitez de su sonido.
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