Mié 10.12.2008
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DISCOS › ASTURIANA, DE LA NOTABLE VIOLISTA KIM KASHKASHIANEN

Sobre el arte de lo sencillo

La última grabación de la concertista, junto a Robert Levin, está dedicada a compositores “clásicos” españoles y argentinos.

› Por Diego Fischerman

“Uno de mis recuerdos más antiguos y más ricos es la voz de mi padre al cantar”, escribe la notable violista Kim Kashkashianen en el folleto de un disco exquisito e insospechado, la última de sus grabaciones para el sello ECM, realizada junto al excelente pianista Robert Levin, que se llama Asturiana y está dedicada a canciones escritas por compositores “clásicos” españoles y argentinos: Alberto Ginastera, Carlos Guastavino, Carlos López Buchardo, Manuel de Falla, Enrique Granados y Xavier Montsalvage. Canciones, simplemente, tocadas por una viola, “el más vocal de los instrumentos de cuerda”, según Kashkashian, y un piano.

Con versiones de referencia de la música para viola de Hindemith, de las Sonatas para viola y piano de Johannes Brahms, un fantástico disco titulado Elegies, con obras de Benjamin Britten, Elliot Carter y Ralph Vaughan Williams, entre otros, y otro llamado Homage a R. Sch, con composiciones de Robert Schumann y György Kurtág, el dúo elige esta vez un obreto ostensiblemente despojado. “La vibración de su timbre de barítono –dice la violista recordando al padre– y la pureza con la que cantaba esas canciones folklóricas de Armenia quedaron para mí como un símbolo de la verdadera naturaleza y función de la música.” Levin, por su parte, señala que “estos creadores no sólo entendían el poder de lo suntuoso, sino de lo modesto; la miríada de pequeños detalles sutiles en el acompañamiento, sin énfasis, casi imperceptibles, contribuyen a nuestro éxtasis y nuestras lágrimas. Hay tanto arte en una canción perfecta como en una ópera entera; y hay mucho menos lugar para los errores”.

Kashkashian y Levin realizaron un verdadero trabajo de investigación alrededor de los textos y no se limitaron a una mera transposición de la voz cantada a la viola, sino que de alguna manera tradujeron a un lenguaje instrumental algunas de las características de los poemas. Efectos de dobles cuerdas, pizzicatos, cambios de octava e incluso algunos pequeños pasajes ornamentales no sólo enriquecen la escritura del instrumento solista, sino que construyen toda una trama de significados. El hecho de que el folleto incluya los textos de todas las canciones (que, claro, no se cantan) es toda una declaración de principios. Kashkashian y Levin edifican un universo hecho de pequeños matices y donde la aparente sencillez de las canciones cobra una especie de complejidad paradójica donde el más mínimo temblor cobra importancia. El disco comienza con “Asturiana”, de De Falla, y continúa con cuatro piezas de Granados, antes de desembocar en dos de sus puntos más altos, “La rosa y el sauce”, de Guastavino, y “Triste”, de Ginastera. Las “Seis canciones populares españolas”, de De Falla; la “Canción de cuna para dormir a un negrito”, “Chévere”, “Cuba dentro de un piano” y “Punto de habanera”, de Montsalvage; “Se equivocó la paloma”, “Abismo de sed”, “Pampamapa” y “Bonita rama de sauce”, de Guastavino; y “Prendiditos de la mano” y “Oye mi llanto”, de López Buchardo, completan un disco ejemplar, también, en la calidad de la grabación y la belleza de la presentación.

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