DISCOS › 21ST. CENTURY BREAKDOWN, LO NUEVO DE GREEN DAY
El trío californiano editó un CD “conceptual”, en tres actos, que enfoca las vicisitudes de la vida contemporánea. Pero más allá de las pretensiones formales, lo que se destaca son un puñado de canciones que mantienen su esencia adrenalínica.
› Por Fernando D´addario
Que en pleno reinado del MP3 una banda punk grabe un disco de 70 minutos de duración, concebido para ser escuchado y entendido como un “todo” (música/mensaje/estética), resulta, a priori, provocador. Muy punk. Green Day es la banda y 21st. Century Breakdown es el disco boomerang, que arremete formalmente contra el ADN ideológico del género. El trío californiano incurre en uno de los pecados condenados por la santa inquisición que tomó el poder rockero en 1977: la idea de que el rock es algo importante, capaz de expresar artísticamente la complejidad del mundo y los vaivenes psicológicos del hombre contemporáneo. Contra esas pretensiones –corporizadas en su momento en el llamado “rock progresivo” y en los empalagosos discos “conceptuales”– se rebeló el punk. Lo hizo convirtiendo las limitaciones en virtud: canciones de tres tonos y dos minutos canalizaban una sensación de urgencia, privativa de quien quería llevarse el mundo por delante.
A Green Day, en cambio, le pesa el mundo. Aunque le ha ido hasta ahora bastante bien. Desde Dookie (1994) para acá vendió millones de discos. American Idiot, el anterior a 21st. Century..., asumió casi de prepo la responsabilidad de ser el soundtrack de la bronca contra Bush. El flamante CD pretende ir más allá, en la por ahora gris primavera del gobierno de Obama: se planta como un manifiesto sobre la vida urbana en el siglo XXI. Estructurado a partir de un eje temático (una pareja de jóvenes lucha por hacer triunfar su amor frente a todos los obstáculos que le presenta la sociedad actual), está dividido en tres actos: “Héroes y conservadores”, “Charlatanes y santos” y “Herraduras y granadas de mano”, sería la traducción. Una pátina de solemnidad digna de Emerson, Lake & Palmer.
Estas ganas de decir cosas que tuerzan el destino del planeta no logran, sin embargo, diluir la naturaleza esencial de la banda. No es necesario, por suerte, dejarse guiar por las preocupaciones éticas de Billie Joe Armstrong, el líder creativo de Green Day. La función random estimula una escucha aleatoria de 21st. Century..., que lo favorece. Invita arbitrariamente a escuchar primero, por ejemplo, la frescura falsamente ingenua de “Peacemaker”, que parece sacada de una película de Tarantino; a seguir con una balada beatlesca (línea Harrison, salvando, claro, las distancias) como “Restless Heart Syndrome” y luego acudir en busca de refugio mod/punk alla Towinshend (“Before The Lobotomy”) para entregarse finalmente al minimalismo fundante de “Christian’s Inferno” y “Murder City”. O a “East Jesus Nowhere”: una notable síntesis de épica anticlerical y adrenalina rockera. Esa especie de salvajismo controlado que Billy Joe y los suyos manejan tan pero tan bien.
Porque Green Day sabe, desde el principio de su carrera, construir canciones a prueba de todo. Inclusive, inmunes a sus propios arrebatos de pomposidad. No siempre la madurez y la corrección política consiguen esconder la naturaleza íntima de las cosas.
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