Mié 03.06.2009
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DISCOS › A WOMAN A MAN WALKED BY, LO NUEVO DE PJ HARVEY Y JOHN PARISH

La vida es una pasión inútil

Aunque trabajaron juntos en numerosas oportunidades, éste es el primer disco que lleva la firma de ambos desde Dance Hall at Louse Point (1996). Con música de Parish y letras a cargo de PJ, el disco es un inquietante paseo por obsesiones recurrentes.

› Por Fernando D´addario

Hay un espíritu punk susceptible de ser sometido a sucesivas –y muchas veces aleatorias– sobreimpresiones, que modifican lo visible (lo audible) sin alterar lo esencial. Ese es el espíritu que guía, desde hace años, la imprevisible trayectoria de PJ Harvey. Icono de la escena independiente en los ’90, supo despojarse a tiempo de una mochila prestigiosa, aquella que cargaba con la herencia oscura de Patti Smith. No se quitó, sin embargo, ese inconformismo visceral que también acompañaba al talento de la primera heroína punk. En los discos de PJ Harvey la furia no se mide en decibeles, la rebeldía no se traduce en arranques de violencia explícita, el nihilismo no conduce a la simplicidad de una guitarra distorsionada. Habita en ella un desasosiego más profundo e inasible; y, por lo tanto, más perturbador.

Esta suma de variaciones libres sobre el espíritu del punk se pone de manifiesto en A woman a man walked by, su nuevo disco, que diluye las dudas generadas tras el delicioso pero desconcertante White chalk (2008). O quizá las potencia. Allí, Polly Jean había prescindido de su guitarra para entregarse a un inquietante juego intimista con el piano. Aquí retoma una sociedad artística que había parido un disco en conjunto hace ya 13 años –el áspero Dance Hall at Louse Point– y numerosas colaboraciones y contribuciones mutuas (el encuentro más positivo acaso se haya dado en To bring you my love). En A woman... Parish, un freak tan introvertido como peligroso, desplegó una variadísima paleta compositiva –desde el minimalismo gótico hasta una suerte de folk suicida– al servicio de la pluma desquiciada de Polly Jean. Que es una buena chica, pero con muchos problemas.

La muerte, la culpa, la soledad, el sexo no convencional adquieren entonces diversas formas, a veces monstruosas; otras, impregnadas de una dulce perversidad. No hay un eje musical que atraviese este abanico temático. El disco abre con una PJ clásica, a través del notable “Black hearted love”. Pero muy pronto desacomoda el oído con “Sixteen, Fifteen, Fourteen”, donde la niña se muestra como lo que, muy en el fondo, es y siempre ha sido: una tímida granjera habitada por diez mil demonios. Los nostálgicos de los tiempos idos de “Rid of me” disfrutarán de “A woman a man walked by” (PJ luce muy sacada, pero es probable que se esté riendo de todos nosotros) y de “Pig will not”, dos de esos engendros que sirven para desautorizar el empleo de la palabra “cantautora” a la hora de referirse a ciertas “canciones”. Un tema de amor donde el/la protagonista tiene testículos de hígado de pollo obliga a un replanteamiento del romanticismo.

Con su heterodoxia femenina, PJ desactiva cualquier intento de racionalidad feminista. Pero tampoco los hombres pueden sentirse muy seguros de sí mismos después de escucharla con atención. Y si encima es domingo a la tarde y hace frío y llueve y tu novia no atiende el teléfono y tu equipo perdió y en la tele te sonríe Francisco de Narváez, PJ Harvey tiene la solución: una dosis de “Passionless, Pointless”, una canción que, de tan triste, vuelve la vida más llevadera.

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