Miércoles, 12 de mayo de 2010 | Hoy
DISCOS › DAVE BRUBECK TRIO Y GERRY MULLIGAN SOBRE EL ESCENARIO
Aunque a principios de los ’70 el panorama musical había cambiado radicalmente, la grabación de este concierto en Berlín es la demostración de que Brubeck, que había construido el sonido de la década anterior, tenía mucho por entregar.
Por Diego Fischerman
“En 1970, todo un mundo estético había quedado fuera de moda y, como suele suceder, la música popular reflejaba ese cambio. Como Bob Dylan lo había predicho, las semillas de lo nuevo estaban flotando en el viento”, contaba, veinticinco años después, Dave Brubeck, uno de los que había construido una de las formas más acabadas del sonido de los ’60. Eran tiempos veloces. La audacia de “Take Five” y de ese cuarteto perfecto que había formado junto al saxofonista Paul Desmond, el contrabajista Eugene Wright y el baterista Joe Morello había quedado aparentemente fuera de carrera al lado de Cream, Jimi Hendrix o el primer King Crimson. Pero nada era tan sencillo. Con los años, ese sonido límpido, la claridad contrapuntística y ese swing sin arrebatos demostró, como la superficie de algunos mares, ocultar más de un torbellino.
Brubeck, el notable pianista y compositor que inicialmente se había formado con Darius Milhaud, revisaba esa época con autocrítica. En el momento de la primera edición del material completo de su concierto en la Philharmonie, realizada en 1995 a partir de la aparición de cintas que se creían desaparecidas, escribía: “El viejo cuarteto se había disuelto y el nuevo grupo, con Jack Six en el contrabajo, Alan Dawson en batería y Gerry Mulligan en saxo barítono, nunca se había formalizado del todo. Mulligan bromeaba diciendo que había llegado la época del ‘solista que vino a cenar’ y nosotros, en realidad, siempre lo pensamos como un trío con él como invitado. El grupo funcionaba muy bien en vivo, pero nunca supusimos que en Berlín sucedería lo que sucedió”.
Y lo que sucedió fue que, después de terminado el concierto, con “St. Louis Blues” y de un bis, “Basin Street Blues”, el público pidió más. Y llegó una extraña y breve “Take Five”, con breves intervenciones del saxofonista y el pianista, y sin el tradicional solo de batería (“el manager de escenario nos pidió que fuéramos todo lo breves que pudiéramos”, contaba Brubeck). Después, los músicos se fueron a los camarines, se cambiaron y, cuando ya estaban yéndose al hotel, apareció nuevamente el responsable de la sala diciendo: “Tienen que salir a tocar de nuevo. Cualquier cosa. El público no quiere irse”. El pianista decidió entonces tocar “Lullaby de México”. “Le dije al público que era una canción de cuna y que después teníamos que irnos a dormir”, relataba. “Esa fue la única manera de irnos de allí y así terminó esa noche memorable”.
El doble CD con la grabación de ese concierto acaba de ser editado localmente por primera vez, como parte de la política de publicaciones de Sony, el único sello que en este momento hace algo, en la Argentina, por el repertorio de escucha. El primer disco comienza con “Out of Nowhere” y el último concluye con aquella serie de bises. Esa es la anécdota. Lo importante es el juego casi permanente entre los cuatro músicos, el papel melódico, además de rítmico, de la batería y el fraseo siempre sorprendente del contrabajo. Y, claro, el tono poderoso y lírico a la vez de Mulligan, esa manera de desplegar melódicamente el pensamiento armónico y de improvisar contracantos y la imaginación rítmica y el sentido de la estructura de Brubeck. En 1970 se suponía que la música ya era otra. Y, no obstante, aquí está uno de los grandes discos de esa década.
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