DISCOS › LA SUPERBE, LO NUEVO DE BENJAMIN BIOLAY
El músico francés relata, con base en la chanson, un verano en crisis emotiva, tras el final de su relación con Chiara Mastroianni. Se vale de sus atributos compositivos ya conocidos que ratifican, sin embargo, su aura de cantautor vanguardista.
› Por Luis Paz
Indagar en el circuito eléctrico de los corazones y los cerebros humanos nunca ha sido tarea sencilla. Y menos desde que éste no es el siglo del ritmo calmo del tango, Marvin Gaye, Serge Gainsbourg, John Lennon y el cine noir en el que creció y se nutrió Benjamin Biolay, sino la era del vivir llegando tarde a una cita o cumpliendo tareas con retraso. En este voraz marco, el compositor, productor y arreglador francés destina en su nuevo disco, La Superbe, casi 95 minutos a saborear las pulsiones de vida y de muerte del agridulce drama de amar a otro en conflicto con amarse uno. Y aunque parezca una exageración, la grandilocuencia es celebrable.
La Superbe es el relato de un verano en crisis emotiva (de inspiración confesa en su final con Chiara Mastroianni, hija de Marcello y Catherine Deneuve) que se desarrolla línea a línea, a cada diálogo o soliloquio. Lo más rico es cómo Biolay diluye la historia en una música impecable por dibujo y por sustancia. Con base en la chanson, hace diez años que viene edificando un nuevo pop francés de cámara. Pero aquí, además, construye fraseos de hip hop, expande el aura lounge (esos temas lánguidos para resto-bar con velas), vislumbra el soul y refleja, por confesional, a Gainsbourg.
Para ello, se rodea de músicos con versatilidad y sutileza para los que prepara secciones de cuerdas tan funcionales como expresivas. Así logra un disco que, en lo espiritual, acompaña en pésame al viudo de amor y da esperanza, pero no una solución a largo plazo. Pues parece inspirado en una película de amor redentor, pero tampoco es preciso para Annie Hall. En desnudar la lógica de las emociones es en lo poco que no deleita, como sí en la riqueza de su paleta compositiva, en la elegancia de sus arreglos e incluso en su cumplidora forma de cantar susurrando.
Al modelo Gainsbourg-Jane Birkin, el francés suma a Jeanne Cherhal a “Brandt Rhapsodie” para un cierre dialogado de la primera parte de esta obra doble, plena de oposiciones constructivas: del ego suyo contra el de esa “ella” coprotagonista de las canciones, de electrónica contra cellos, de chansons contra otras geografías. Es en esa tensión constante que La Superbe sobrevive a la ambiciosa intención, porque esa escala de grises toma color en “Miss Catasthrophe” o “Si Tu Suis Mon Regard”, licuado de synth pop, Gainsbourg, Morrissey y Jarvis Cocker a manos del que fuera productor de su hermana Coralie Clément, arreglador de Carla Bruni y colaborador de Juliette Gréco, Françoise Hardy y Keren Ann, entre otros.
Para el segundo disco del combo (que también existe en edición simple) quedan la reflexión y la salvación de aquella pena, además de un sentido homenaje a “Buenos Aires” en el que –valido de Gardel, dub y punk de manifiesto– la recuerda como una “ciudad insaciable, infernal y tierna”. Como él con sus aires de chansonier fino, vanguardista, intelectual de izquierda y pobre tipo con el corazón roto y la cara de Benicio del Toro.
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