DISCOS › CHARLIE HADEN Y UN áLBUM NOTABLE EL BELLO ARTE DE LA CANCIóN
El contrabajista vuelve a darle forma de disco a su amor por las cantantes: lo acompañan Melody Gardot, Cassandra Wilson, Norah Jones, Diana Krall, Ruth Cameron y Renée Fleming.
› Por Diego Fischerman
Contrabajista de Ornette Coleman a fines de los ’60 y pasajero de la nave que disparó el jazz al terreno de la improvisación atonal y los múltiples patrones rítmicos simultáneos, Charlie Haden es uno de los personajes más importantes y creativos del último medio siglo. Por un lado, está la variedad y riqueza de su carrera, que cubre desde un cuarteto con Keith Jarrett hasta dúos con el propio Jarrett, con el guitarrista portugués Carlos Paredes o con el brasileño Egberto Gismonti, y desde una big band dedicada a versiones de canciones revolucionarias hasta discos con Pat Metheny, Dino Saluzzi o Gonzalo Rubalcaba. Por otro, está ese toque inconfundible, ese sonido untuoso, cálido y penetrante que sigue siendo su marca de fábrica. Su virtuosismo, en todo caso, está más en el rango de la intensidad que de la amplitud; no se desarrolla tanto en el tiempo (la cantidad de notas) como en el propio espacio (la profundidad de cada nota).
En 1987, entre muchos otros proyectos, Haden comenzó con un extraordinario cuarteto con el que buscaba homenajear al muchas veces subestimado jazz de la Costa Oeste y a la canción. Una serie de discos sumamente originales intercalaba versiones de cantantes como Billie Holiday, o música de películas (Hollywwod fue ni más ni menos que el motivo de que hubiera un jazz en la Costa Oeste), con las versiones de este Quartet West, que conformaba junto al saxofonista Ernie Watts, el pianista Alan Broadbent y el baterista Billy Higgins (que después reemplazaron Lawrence Marable y, más tarde, Rodney Green). En 2000, el disco The Art of Song ponía en escena su amor por los cantantes ya desde el título y allí cantaban Shirley Horn (en una memorable “Lonely Town”, de la comedia On the Town, de Leonard Bernstein) y Bill Henderson, además de aparecer los envolventes arreglos orquestales del pianista. Sophisticated Ladies, recién publicado (y editado localmente por Universal), transita y se complace en esa línea. Vuelven las orquestaciones para cuerdas de Broadbent y vuelven las cantantes, esta vez varias, de muy diversas tradiciones (aunque todas cercanas al espíritu de la canción de jazz), y todas mujeres: Melody Gardot, Cassandra Wilson, Norah Jones, Diana Krall, Ruth Cameron (la mujer de Haden) y Renée Fleming.
Más allá de un concepto –un formato, unos nombres– que en otro músico podría despertar sospechas de especulación, aquí poco importan las ideas previas. Porque de golpe aparece el dúo de contrabajo y piano en el comienzo de “My Old Flame”, y luego el fantástico solo de Watts en el saxo tenor o, antes, “I Love Like This” con la soprano Renée Fleming con insospechada comprensión y adaptación de sus recursos vocales a las leyes del género. Porque Norah Jones interpreta con mucho más que convicción “Ill Wind”, de Arlen y Koehler. Porque la aparición de la voz de Krall, luego del clima creado por la alternancia de las notas sueltas del contrabajo y los acordes de la orquesta, resulta milagrosa, al igual que su contrapunto, después, con el saxo. Porque Cassandra Wilson está formidable en “My Love and I”, de Mercer y Raskin, y porque Melody Gardot entrega una muy buena –intensa, emotiva– lectura de “If I’m Lucky”. Y, sobre todo, porque las cuerdas se integran de manera fluida con el cuarteto de Haden y porque el grupo suena formidable en “Wahoo”. Y porque de lo que se sigue tratando es del arte de la canción.
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