DISCOS
7-Siglo desastre
Blues Motel. Independiente
Blues Motel ya lleva veinte años trajinando escenarios y estudios con su efectiva mezcla de rock and roll, blues y rhythm and blues. Aquí, la producción de Mariano Esaín le da un nuevo brillo a su sonido, y una buena simbiosis entre las guitarras de Adrián Herrera y Nacho Piedrabuena. Súmese la curtida voz de Gabriel Díaz y efectivas canciones como la midtempo “Parabrisas”, el rockeo inicial de “Cien veces por día” y el arranque zeppeliniano de “Cuando el tiempo se detenga”, y se obtiene un disco que no busca revolucionar, sino subir la temperatura. Y lo consigue. E. F.
8-Buenosaireando
Víctor Lavallén. Sony Music
Aunque cueste creerlo, tuvieron que pasar casi 50 años (tomando como parámetro su ingreso en la orquesta de Pugliese, en 1958) para que Víctor Lavallén grabara su primer disco solista (Amanecer ciudadano). Parece que el creador de Sexteto Tango y Color Tango le tomó el gustito al asunto y acaba de publicar su segundo CD. El álbum confirma el refinamiento y el vigor interpretativo del bandoneonista y compositor, que aquí interpreta clásicos propios (el notable “Meridional”, por ejemplo) y ajenos (se destacan “Danzarín” y “Ventarrón”). Y siempre bien. F. D.
8-Audiovisión
Gepe. Sonoamerica
Del minimalismo de “Amigos vecinos” a la rumba rioplatense y descafeinada “Por la ventana”; y de allí a las enumeraciones tecno-pop de “12 minerales” para acabar en el criollismo norteño de “Alfabeto”. En los primeros doce minutos de su cuarto disco, el cantautor chileno Daniel Riveros ya muestra la amplitud que desarrollará en los restantes 25: una cruza bárbara entre el folklore sudamericano-cordillerano, la frescura pop de la primera adultez y una poética simple pero rica. Todo eso como un juego entre tecnología, amor, lo-fi y andinismo. L. P.
6-20 + de los 20 que soñé
Iván Sadovsky. Independiente, 2010.
Detrás del título algebraico, el cantautor platense entrega una segunda vuelta de El libro que mi padre nunca me leyó, su anterior disco, en donde ponía en la coctelera imágenes de su niñez y rimas que escapaban de lo obvio. Aunque en lo compositivo, en su pluma y en las interpretaciones el disco tenga una buena consistencia, la fórmula repetida lo vuelve menos sorprendente. Así, el color pasa a las versiones de “Estación” (Sui Géneris) y “Hoy todo el hielo en la ciudad” (Almendra), y a la participación de Juan S. Verón. L. P.
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