DISCOS › LULU, EL ENCUENTRO ENTRE LOU REED Y METALLICA
Este álbum doble y conceptual no es precisamente lo que los fans del ex Velvet Underground ni los de los pioneros del thrash estaban esperando, y por eso ya es un gesto valiente. Y aunque esté lejos de marcar un pico en las discografías de ambos, tiene sus buenos momentos.
› Por Roque Casciero
No tenían nada por ganar. Ni Lou Reed iba a encandilar a las huestes pesadas gracias a la juntada con el cuarteto, ni Metallica iba a sacar chapa de banda cool por unirse al ex Velvet Underground. Pero se cruzaron sobre el escenario del Salón de la Fama del Rock and Roll, surgió la idea de un disco con temas viejos de Reed en versión thrash y luego eso evolucionó hacia lo que ahora es Lulu. O sea, un álbum conceptual, doble, con letras de Reed y música de los cinco, basadas en las canciones que el neoyorquino había compuesto para una obra teatral (a su vez, inspiradas en dos textos del dramaturgo alemán Frank Wedekind). La sola enunciación de lo que hay detrás del disco basta como para que salga disparada la mitad de los fans de Metallica, por supuesto. Y pensar en esa banda atronando hace que buena parte de los seguidores de Reed digan “hasta la vista, baby”. Nada por ganar, entonces. Por eso Lulu es, ante todo, un gesto de valentía, un dedo medio levantado ante los prejuiciosos de ambos bandos (y los “extrapartidarios” también).
Claro que el gesto, de por sí, nada dice de la calidad musical de Lulu. Y cuando esto es lo que entra en cuestión, lo primero que hay que decir es que lo que se podía imaginar como un choque de planetas en realidad no se escucha tan extraño: el neoyorquino y los californianos rockean parejo, con momentos en los que la personalidad de uno y otros copan más la parada, pero sin esa sensación de “fuera de lugar”.
A veces los “nuevos mejores amigos” se pasan de rosca: las diez canciones cobrarían más efectividad en mucho menos que la hora y media que dura Lulu. Esto lo sufre particularmente “Junior Dad”, tal vez el mejor tema del álbum, que termina con una larguísima coda de una sola nota. Si alguien resiste más de un minuto antes de sacarlo, seguro no será un fan de Metallica. Otros buenos momentos son el comienzo con “Brandenburg Gate”, la atronadora e híper veloz “Mistress Dread” (sobre la cual el neoyorquino casi que habla en lugar de cantar), la muy reediana “Iced Honey” (que a Metallica no le queda nada mal) y la enojada “Dragon”. Como álbum conceptual, Lulu no llega a picos como los que Reed alcanzó con Berlin o Magic and Loss, pero aun así cuesta desestimar el encuentro de dos potencias rockeras. Al fin y al cabo, estos cinco tipos tenían ganas de llevar a los oyentes a dar otra caminata por el lado salvaje. Y nada más importa.
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