DISCOS › KOLLA EN LA CIUDAD, EL TERCER DISCO DE BRUNO ARIAS
El músico jujeño sigue levantando vuelo con su nuevo álbum, en el que afianza un perfil y una personalidad que le han granjeado el cariño de un público amplio. Lejos de los moldes prefabricados, Arias deja una serie de canciones para disfrutar.
› Por Karina Micheletto
“Recuerden este nombre: Bruno Arias”, advertía allá por comienzos de 2005 el Suplemento NO de este diario. Por entonces el jujeño aparecía en cierta escena off con un disco que le valía un apodo de los comienzos, Changuito volador. Y sí, con el tiempo el nombre de Bruno Arias fue recordado, más que por consejo periodístico, a fuerza de presencia, maduración y despliegue de este músico y compositor integral, capaz de resumir en su canción un paisaje con una identidad tan marcada como la del noroeste –el de sus orígenes–, pero sumándole también cierta impronta urbana desde la que también, inevitablemente, canta. La autorreferencia (autoelogio del gurú) vale para dar cuenta de un punto de partida desde el que este joven intérprete (también compositor) supo ir cosechando, sin dejar de hacer estrictamente folklore, distintos públicos, de distintas edades y procedencias, plantándose así con un perfil diferente. Con la edición de su tercer disco solista, el excelente Kolla en la ciudad, Arias se muestra cada vez más abarcativo dentro del folklore, y a la vez afianzado en su estilo.
Kolla en la ciudad trae una fuerte impronta andina, con el sonido festivo de zampoñas y quenas como en la canción de caporal “Caminantes”, que abre el disco, de autoría de Arias. Pero hay también espacio, por ejemplo, para un ritmo que remite a un paisaje bien diferente, como el loncomeo “Nuestro mensaje”, que el jujeño hace propio dotando de su impronta. O para la graciosa chacarera final “Chuschando sueños”, todo un diálogo con Vitillo Abalos como el invitado que sentencia en santiagueño: ¡La chacarera tiene una energía propia tremeeenda! El hallazgo aquí es el de brindarla bien festiva, pero no acelerada, ni gritada. Otro hallazgo es el de mostrar, con el sustento de una buena voz, un modo de cantar que rompe moldes hoy repetidos entre los cantantes jóvenes de folklore (que, para decirlo de modo rápido, suenan como Petecos Carabajales o Ralys Barrionuevos seriados).
El abanico de ritmos que propone este Kolla en la ciudad (otro título que puede calzarle como apodo a Arias) va de la fiesta de la banda de sikuris en “Jacha Malku” a la íntima vidala “Roncos suspiros del viento”, o la hermosa canción “Quebrada de sol y de luna”, de autoría de Ricardo Vilca. También la temática de las letras es amplia, aunque predomina un claro mensaje de defensa y reivindicación de los pueblos originarios. En medio de esta amplitud, el músico nacido en El Carmen logra un trabajo dotado de un sonido integral. No es por la incorporación de elementos eléctricos (aunque sí los hay), ni por la mixtura del folklore con otros géneros que aflora la presencia urbana en Arias, sino más bien por cierto lugar asumido al cantar y contar, cierto lugar en el mundo. Allí radica, también, su originalidad. Después de liderar un proyecto colectivo como fue Bondi cultural (un disco en el que presentaba a una cantidad de talentosos nuevos solistas y grupos) Bruno Arias se enfoca en su carrera solista dando una señal clara de identidad: la de ser un Kolla en la ciudad.
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