DISCOS › VICENTICO Y LAS SAUDADES CANTADAS EN SU áLBUM 5
Incluso cuando son más dolorosas que las de sus colegas, las canciones del cantante de Los Fabulosos Cadillacs vibran bien en una cuerda parecida a la gloria: es la celebración de estar seguro de que el dolor o el horror sobre los que se canta no son lo que está ocurriendo.
› Por Luis Paz
Los brasileños tienen esos sabores aprendidos de memoria –la playa, el baile y el fútbol en todas partes, las frutas refrescantes, los bombones–, pero también una palabra sin par en castellano: saudade, que identifica un tipo de nostalgia alegre, un buen recuerdo por lo alejado. O como definió el escritor portugués Manuel de Melo, “un mal que se disfruta”. Por ahí está la sensación y de ahí se desprende el aporte de Vicentico a la reciente canción romántica; el sumar, desde su bagaje musical, belleza, inteligencia y gloria al horror o al dolor. El sentimiento estaba presente cuando eligió “Algo contigo” (de Chico Novarro) para su debut a sola firma, hace diez años; se imprimió en su notable disco anterior, Solo un momento, y vuelve a estar presente en 5, su nuevo disco. Más o menos por ahí, tal vez haya una respuesta a por qué es que sus canciones (las que escribe pero también las que elige, como “Sólo hay un ganador”, de ABBA), incluso cuando son más dolorosas que las de otros cantantes, vibran bien en una cuerda parecida a la gloria.
Vicentico decide presentar su álbum con una foto de su mano izquierda abierta, anillo de oro en anular y un “Valeria” (por su esposa, la actriz Bertuccelli) tatuado. Ella misma hace dos apariciones para ponerle una elegante voz a “No te apartes de mí”, de Roberto y Erasmo Carlos; y “Esto de quererte”, una composición de Christian de Walden, Graciela Carballo y Max Di Carlo para Xuxa. Y el hijo de ambos, Florián, aporta su guitarra a otros dos. Hay aquí una familia que se muestra en esplendor, entregada a una galería con algunas canciones de disgregación, que versan sobre “males que se disfrutan”.
Más crepuscular que sombrío y menos lento que reposado, Vicentico encara la canción como género, desprendido del rock en general, pero sin soltar las amarras: aquí no hay palabras al cuete. “Un diamante” y especialmente la soberbia “Nada va a cambiar” logran una forma y una dinámica diferente con las palabras de siempre (abismo, verdad, hogar, recuerdo, reflejo); y es simple pero impactante la resolución de “La tormenta”. Como Los Beatles en Help! (“The Night Before”, “Help!”, “You’re Going To Lose That Girl”), Vicentico intenta versos que puedan explicar los cambios (“Soldado de Dios”, “Creo que me enamoré”, “Fuera del mundo”), pero está en definitiva consagrado a algo tan permanente como la emoción.
Algo debe haber para que Vicentico cantando que “ya no hay lugar para sobrevivir, donde poder refugiarnos” (en “La tormenta”) llene más que otros agradeciendo un amor consumado. Lo que abre otra puerta: ¿cómo es posible gozar de una canción de ruptura o de amor imposible? En el caso de las suyas, porque entre medio de esas fibras tensas circula un plasma de esbeltas músicas, en contacto con los arreglos alternativos de cierto rock, a la vez que con el rigor melódico del mejor pop. En las suyas y en otras piezas con ese sentir, subsiste además un gesto apenas oculto: cantar con gozo una canción triste, una canción de mèrde, es un triunfo. Es la celebración de estar seguro de que eso tan malo que se canta no es lo que está ocurriendo.
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