Mié 05.12.2012
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DISCOS › 27, LO NUEVO DE ANDRéS CIRO Y LOS PERSAS

Cristalización de un estilo

El ex cantante de Los Piojos persevera aquí con lo que había mostrado en Espejos, que a su vez era una continuación natural de su obra con la banda del oeste bonaerense. Con poco riesgo y mucho oficio, Ciro ratifica su mirada sobre el rock, el blues y otros géneros.

› Por Luis Paz

Más que curioso, es elocuente que, tras su salida de Los Piojos (que aparejó su disolución), Andrés Ciro Martínez mantuvo cautiva a la mayoría del público de esa banda. No es algo que haya ocurrido con sus compañeros Roger Cardero (El vuelo de la grulla), Pity Fernández (La Franela) o el fallecido Tavo Kupinski (Revelados); tampoco a sus pares contemporáneos que se volcaron a la obra solista, como Gustavo Cordera o Bahiano. Solo otro Ciro, Pertusi, tiene con Jauría una repercusión similar a la que Attaque 77 mantiene tras su salida. En el hecho de que ambos permanecieron cerca, en lo musical, de su historia en banda debe haber un esbozo de respuesta a este escenario. La resolución, en el caso del ex Piojos, está a la vista, en las bateas de lanzamientos recientes: 27 cristaliza lo que planteó en Espejos, su debut con Los Persas, pero sigue siendo una continuación natural de su obra.

Lo que Ciro Martínez trae con este disco, que tiene una edición de buena calidad en formato libro, no es novedoso ni radical ni experimental ni sorprendente. Es la estabilidad de un paradigma que se apropió hace 25 años: la mirada rioplatense sobre el rock, el blues y otros géneros tradicionales; no de aquí, sino de otras geografías. Como en Espejos, cuyas canciones aparecían ya predestinadas a ciertos cajones, acá hay “Murgueros”, un “Tango del Diablo” y una proclama: “Larga vida al rock”.

“Me gusta tu historia de resurrección”, canta relajado en “Me gusta”; y a la manera de “Antes y después”, el tema de Espejos que rubricó su permanencia, éste que aparentemente es uno que él le compuso a alguien funciona a la vez como una dedicatoria que recibirá al cantar ante las multitudes: “Traigo bebidas, canciones, viejos placeres; vos para mí, yo para vos, puedo sentir una energía tan intensa entre los dos”. A Ciro Martínez no hay que pedirle que salga de los lugares comunes de la rima en español, pues él trabaja sobre lo sencillo (“Caminando”), lo cotidiano (“Ciudad animal”), lo local (“Héroes de Malvinas”) y lo conocido (“Un Don Nicanor, vino del mejor”, jura en “Tal vez”).

Amparado en esto y a la vez encadenado a ello (lo mismo les ocurre a los músicos, que apenas si muestran su versatilidad con cuentagotas), esta hora y pico de Ciro como autor es estable. Lo cual es una virtud, pues no se ha convertido ni en caricatura de sí mismo ni en un negador soberbio de su bagaje. Pero también es un defecto. No sólo por el hecho de que, si a uno no le parecían notables Los Piojos, tampoco le parecerá brillante este material; sino porque luego de 25 años investigando estos terruños musicales y poéticos, el persa Ciro no ha logrado anexar muchas nuevas geografías.

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