Miércoles, 27 de febrero de 2013 | Hoy
DISCOS › AMOK, DEBUT DEL QUINTETO MULTIESTELAR ATOMS FOR PEACE
El cantante de Radiohead recurrió a Flea y a Nigel Godrich cuando presentó su disco The Eraser, y así se formó esta banda. Aquí la propulsión a sangre reemplaza o se superpone a los beats electrónicos, en temas que dejan espacio para que las complete la mente del oyente.
Por Roque Casciero
Están los rockeros que se quedan cómodos dentro de ciertos patrones establecidos hace décadas. Están también los que reformulan conceptos y les inyectan nueva sangre. Y está Thom Yorke. Que es como decir el tipo que estira los límites de lo que se conoce como rock hasta terrenos en los que el rockero promedio frunce la nariz y, como toda respuesta, pisa el distorsionador. El cantante, guitarrista y compositor principal de Radiohead no está solo en la tarea, por supuesto, pero es casi el mascarón de proa –y también el blanco preferido de los ataques– de lo que al rock le queda de búsqueda. Esto no implica que siempre obtenga frutos: en su alejamiento de la canción “tradicional”, Yorke dejó atrás su impresionante facilidad para construir melodías y estribillos del tamaño de un estadio (a la “Creep” o “Karma Police”), y su aproximación a los beats’n’bits a veces llena demasiado pronto el disco rígido de la paciencia.
Lo antedicho prepara el terreno para hablar de Atoms For Peace, un proyecto que devino en banda multiestelar, inevitablemente ligado con The Eraser, el primer disco solista de Yorke. A la hora de presentar ese trabajo que nació en una laptop (y que incluía una canción llamada como el nuevo grupo) se le unieron el chili pepper Flea, el as de la producción Nigel Godrich y los sesionistas Joey Waronker (batería) y Mauro Refosco (percusión). Eso devino en conciertos en los que, según los reportes, la sangre caliente inundó los circuitos, y más tarde en la conformación de Atoms For Peace. Pero hubo que esperar varios años hasta la aparición de Amok, el primer álbum del quinteto.
¿Banda o trabajo solista de Yorke? Hay un poco de ambos en las nueve canciones de este álbum. Por un lado, se nota el perfeccionismo milimétrico con el que Waronker y Refosco se abocaron a traducir a instrumentos “orgánicos” los ritmos que el cantante y Godrich habían desarrollado en sus laptops. Flea también carga de graves profundos el ambiente, aunque alejadísimo de su marca registrada de funk californiano (lo cual también es un mérito del bajista). Pero la sensación sigue siendo que Yorke es la mente maestra, el ajedrecista que coloca todas las piezas sobre el tablero. Las blancas y las negras, en una partida contra su propio aburrimiento.
La influencia de Fela Kuti que Yorke admitió haber recibido para los ritmos de Amok se alcanza a percibir pasada primero por la laptop y después por una sección rítmica que no intenta apropiarse del afrobeat –tampoco del tropicalismo– porque sabe que quedaría en offside. Por el contrario, esa marca se diluye en un sonido mesurado, hasta opaco por momentos, pero enriquecido con cut and paste de ruidos y ruiditos de la naturaleza (“Ingenue”). Sobre estos tracks construidos esencialmente de ritmos, la voz de Yorke flota, se desvanece en una vocal repetida para recobrar cuerpo (“Dropped”), se acomoda al falsetto o procura esconderse a medias tras la instrumentación (“Unless”).
Las letras son crípticas, como es de esperar en Yorke, aunque sorprende el uso de ciertas frases hechas (“un centavo por tus pensamientos” en “Amok”; “el deseo es fuerte, pero la carne es débil” en “Default”). En cierto punto es como si el cantante invitara al oyente a un “armá tu propia aventura” tanto en lo lírico como en lo musical, con algunas canciones que (adrede) no parecen haber terminado de encontrar su forma. “Tenés que correr tus riesgos / el libro de la suposición”, canta Yorke en “Before your Eyes”. Y cierra con el ¿estribillo?: “Tarde o temprano / y frente a tus propios ojos”.
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