Miércoles, 15 de mayo de 2013 | Hoy
DISCOS › BATEA
“Tengo una comprensión muy peculiar de la naturaleza”, escribió una vez el compositor mexicano Silvestre Revueltas. “Todo es ritmo. Eso es lo que la música es para mí. Mis ritmos son dinámicos, táctiles, visuales, Pienso en imágenes que se mueven dinámicamente.” Pocas definiciones podrían ajustarse más a su música. Y pocas interpretaciones podrían acercarse tanto a esa idea como la de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, con la dirección de Gustavo Dudamel. Como en el memorable concierto brindado este año en el Teatro Colón, el CD recientemente publicado por Deutsche Grammophon (que acaba de ser editado localmente), la orquesta yuxtapone La noche de los mayas, de Revueltas, con La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky. Una composición junto a la otra –Stravinsky y su lectura pasada por tequila, podría pensarse– producen un relato tan revelador como lleno de seducción y la interpretación consigue unir dos virtudes que no suelen ir juntas. Una es el salvajismo, que en el caso de estas obras resulta una parte esencial. La otra es el detalle extremo. Dudamel no fuerza en ningún momento lo escrito, pero lo lleva siempre (tal vez como en ninguna otra versión grabada con anterioridad) hasta el abismo. La obra que cambió para siempre la historia de la música, de cuyo estreno se cumplirán 100 años el próximo 29, con su culto al montaje, al ritmo entendido como principio constructivo y a un primitivismo idealizado, suena con naturalidad junto a esta composición mexicana nacida como música de película, en 1939. La grabación, ejemplar, tuvo como ingeniero de sonido a Rainer Maillard y fue realizada en 2010 en la Sala Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música, en Caracas.
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