DISCOS › “SURPRISE”, DE PAUL SIMON
En su flamante CD trabajó junto con Brian Eno, un músico y productor ubicado, teóricamente, en los antípodas. El resultado es más que interesante.
› Por Fernando D´addario
Es probable que la expresión “Surprise”, utilizada por Paul Simon para titular su último disco, esconda una tímida ironía. La aparición de Brian Eno en los créditos provoca, es cierto, una sensación parecida a la sorpresa, especialmente en aquellos que clasifican a los artistas en fichas inamovibles y antinómicas: en este caso, el “folk-singer sensible” por un lado (Simon) en religiosa oposición al “gélido inventor del ambient” (Eno). Un ligero repaso por la trayectoria de ambos bastaría para refutar ese prejuicio maniqueo, pero, en fin, el músico neoyorquino prefirió jugar con la palabra “sorpresa” para definir una reacción instantánea (ajena) más asimilable a la “curiosidad”.
El karma “Simon & Garfunkel” que Paul sobrelleva con estoicismo (largamente compensado en su cuenta bancaria) incluye una injusticia histórica: más allá del arquetipo que fundó, el dúo compartido con el Nito Mestre estadounidense implicó en su momento una superación de las pautas fundantes del folk, con la incorporación de nuevos instrumentos y armonías vocales. De allí en más, Simon le escapó siempre a la tentación de cristalizarse como un cantautor que vive de recuerdos (esta vez, propios y ajenos). Coqueteó con la música andina (“El cóndor pasa”), en sus primeros discos solistas –Paul Simon y There Goes Rhymin’ Simon– adaptó el reggae y el calypso al formato pop (antes incluso de que Eric Clapton vendiera millones con “I Shot the Sheriff”); luego patentó la world music con el soberbio Graceland, que diversificó en sus siguientes trabajos (en The Rhythm of the Saints, por caso, hizo convivir la máquina percusiva de Olodum con los metales de vanguardia de Michael Brecker). Sin embargo –y he aquí lo paradójico– todos sus proyectos posteriores a Simon & Garfunkel fueron vistos como deslices fugaces de aquel eje seminal y definitorio.
En el booklet de Surprise, Simon se adjudica la producción del disco. Brian Eno aparece como responsable del sonic landscape (literalmente “paisaje sonoro”). La diferencia es sutil, pero determinante: más que influir en la dirección musical del disco, Eno reguló la atmósfera en que podían expresarse las composiciones de Simon. No se apoderó del disco; su trabajo consistió en aportar pinceladas electrónicas allí donde las canciones lo pedían. Apenas arranca “How Can you Live in the Northeast”, el primer track del CD, se advierte que la mixtura de mundos sonoros no fue una mera operación de maquillaje: la viabilidad del trabajo con Eno exigía, a su vez, una reformulación compositiva. Sólo quedó a salvo la matriz básica del autor de “Sounds of Silence”: su tendencia a la introspección, su distancia escéptica de las historias en que se involucra, su fino y a veces imperceptible sentido del humor. Por lo demás, descompuso la estructura de las canciones, disolviendo estribillos y adaptando las letras a una lógica narrativa diferente, más cercana al relato integral que al acompañamiento de un registro melódico.
Ese esquema, aparentemente rígido, protegió a canciones muy diferentes entre sí. Atravesado por una tensión monocorde, el disco deja correr el funky de “Outrageus” (“Es escandaloso que un hombre como yo esté parado aquí, contemplando. Pero estoy cansado”, canta Simon entre guitarras filosas) y la hermosa melancolía de “Wartime Prayers”, donde el exquisito coro de las Jessy Dixon Singers lo ayuda a ensayar una crítica política ganada por la resignación: “Gente hambrienta de la voz de Dios, escucha a lunáticos y mentirosos”.
Podría desprenderse de la línea vital que conduce su carrera una desviación en las coordenadas de tiempo y lugar. Según este criterio, en algún momento de su proceso creativo eligió mirar hacia atrás y hacia afuera (sus aproximaciones a ritmos primitivos del Africa), mientras que ahora decidió mirar adelante y adentro (la vanguardia tecnológica de su cultura occidental). Ambos caminos, no obstante, confluyen con naturalidad. En el tema “Once Upon a Time there Was an Ocean” se permite ironizar sobre el asunto: “Como nada es diferente, todo ha cambiado”. El héroe folk de Simon & Garfunkel ratificó en Surprise su concepción de la modernidad: admite, apenas, todo aquello que no tiene fecha de vencimiento.
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