Miércoles, 27 de mayo de 2015 | Hoy
DISCOS › LAS REEDICIONES DE SONY Y LO QUE VENDRá EN EL MERCADO
Esta semana reaparecen varios clásicos del rock argentino, incluyendo un Artaud que respeta la idea original de Spinetta. En la era digital, la resurrección del vinilo apunta a un público minoritario, pero con tanta fidelidad como el microsurco bien fabricado.
Por Eduardo Fabregat
Es un negocio, sí, pero es también un acto de reparación histórica. Al analizar el renacimiento del formato vinilo suele considerarse la faceta snob, pero en estos días hay muchas personas que sienten una genuina emoción al sostener un ejemplar de Artaud idéntico a como lo ideó Luis Alberto Spinetta en 1973. Tras la Noche de los Vinilos realizada el jueves pasado en la disquería Ateneo Grand Splendid (donde una fila de cuadra y media de gente vació las estanterías), esta semana desembarcará en todos los negocios la primera tanda de reediciones en vinilo del sello Sony Music, una lista que entusiasma a quienes están hartos de los precios abusivos instalados por el renovado interés en el formato: Durazno sangrando, El jardín de los presentes (Invisible), Almendra, Pescado 2 (Pescado Rabioso), Artaud (Spinetta, aunque firmado por Pescado) y A 18’ del sol (Spinetta); Colores santos (Gustavo Cerati/ Daniel Melero), Nada personal, Ruido blanco, Doble vida y Canción animal (Soda Stereo); Tango y Tango 4 (Charly García/Pedro Aznar), Vida (Sui Generis) y Superficies de placer (Virus). Una selección que hace que más de uno rompa el chanchito y recaliente la tarjeta.
El regreso del vinilo ya no asombra a nadie y se trata de un fenómeno mundial. Aunque el formato representa una cifra ínfima de un negocio que mueve 15 mil millones de dólares anuales, su crecimiento es innegable: en 2014, las ventas globales subieron un 54,7 por ciento, alcanzando el 2 por ciento de la torta. Nada mal para un formato al que se dio por muerto hace años, en un contexto de enorme crecimiento del mercado digital. Es una bipolaridad interesante: en su último Digital Report, la IFPI (International Federation of Phonographic Industry, el conglomerado de sellos discográficos) informó que las ventas en ceros y unos superaron por primera vez a los formatos físicos y que, lenta pero sostenidamente, el streaming va desplazando al downloading. El usuario del siglo XXI prefiere escuchar la música en sitios como Spotify, Pandora o Soundcloud, y es por ello que el mismísimo iTunes prepara un relanzamiento como sitio de transmisión de música online. Pero al mismo tiempo, en Inglaterra se vendió un 60 por ciento más de vinilos; en Estados Unidos, un 52,8 por ciento; en Japón, un 81 por ciento, y en Australia, un impactante 127 por ciento más. Ningún mercado puede exhibir semejantes tasas de crecimiento.
¿Y dónde queda Argentina en ese mapa? El sitio de Capif (la cámara que nuclea a sellos argentinos) no ofrece cifras oficiales de 2014, pero Damián Amato, presidente de Sony Music, dice a este diario que –en un mercado que experimentó un alza del 67 por ciento en ventas digitales– su compañía vendió el año pasado más en formatos físicos que en virtuales. “Hay distintas formas de accesibilidad: la música nunca estuvo en crisis, estuvimos en crisis nosotros, los del modelo de negocios. Matamos el vinilo, matamos el casete, hubo piratería, nos pusimos a combatir a Napster y nos equivocamos. Había que encontrar la manera de vender música por Internet, sí, pero también en los demás formatos. Y la prueba de eso es que el vinilo, que dimos por muerto hace 22 años, está vivo”, señala. El mayor problema, claro, es la fabricación del 180 gramos: los nuevos discos de rock argentino fueron fabricados en República Checa, buscando el mejor sonido posible; el arte gráfico, que replica exactamente los originales, fue realizado aquí. “Ojalá en el futuro cercano podamos volver a fabricar en la Argentina, pero para eso hacen falta inversores”, señala Amato.
El interés existe, y de eso da cuenta la proliferación de cuevas dedicadas al 33 1/3 y las incipientes bateas de grandes cadenas. Está claro que se trata de un nicho en el que mucho tiene que ver la pasión (y a veces la tara) coleccionista: los vinilos son caros no solo por la escasez de material (en Estados Unidos hay sólo una docena de fábricas; una sola compañía en Oriente procesa el 80 por ciento del plástico necesario) sino también por el poder de la moda, que hace que los discos que hace quince años se remataban por pocos mangos hoy tengan precios prohibitivos. Es cierto que el vinilo tiene otra calidad y calidez sonora, pero no es automático: aquellos discos fabricados desde un master digital y sin mayor cuidado en el proceso son solo CD en un nuevo empaque. Hasta el momento y por cuestiones de disponibilidad, quien esto escribe solo pudo escuchar Artaud: afortunadamente, la reedición de ese disco esencial de Spinetta –la joya más valiosa de toda esta colección, dada la decisión de lanzarla con su tapa trapezoidal– supera la prueba y hace la experiencia más gozosa: hay una presencia de los sonidos, una respiración y profundidad de la música, difícil de traducir en palabras. Y no resulta nada menor el precio de venta, fijado en 330 pesos para los discos simples y 450 para los dobles. “Queremos marcarles la cancha a los formadores de precios, donde hay muchos excesos”, se anima Amato.
Estos quince títulos, además, son el comienzo de un renacimiento vinílico que promete nuevas satisfacciones. La Fase 2 que se producirá en septiembre irá más allá, con discos que tuvieron ediciones originales y otros que nunca fueron lanzados en este formato. Así podrá conseguirse nuevamente parte de la década dorada de Charly García (Parte de la religión, Cómo conseguir chicas, Filosofía barata y zapatos de goma), Tester de violencia y Don Lucero de Spinetta, Lo mejor de Pescado Rabioso, los dos de La Máquina de Hacer Pájaros, Locura de Virus y Dynamo de Soda; pero también todo Gustavo Cerati solista (Amor amarillo, +Bien, Bocanada, 11 Episodios Sinfónicos, Siempre es hoy, Ahí vamos y Fuerza natural, que sí había sido editado en vinilo) y los primeros cinco discos de Babasónicos (Pasto, Trance Zomba, Dopádromo, Babasónica y Miami), por primera vez en este formato. Teniendo en cuenta que el catálogo de Sony incluye nombres como Sumo, Los Fabulosos Cadillacs, Ratones Paranoicos, Andrés Calamaro y hasta próceres como Manal, Moris y Vox Dei, abundan las posibilidades. Hay un público compuesto por viejos carrozas que nunca perdieron el afecto por levantarse a dar vuelta un disco y jóvenes de curiosidad estimulada. El crecimiento del mercado, claro, dependerá también de la accesibilidad del hardware: las bandejas giradiscos, y sus correspondientes cápsulas y púas, siguen teniendo costos aún altos.
Lo cierto es que la era digital terminó trayendo la extrañeza de un jubilado de pronto enviagrado. Y lo que era una pieza de museo vuelve a salir a la cancha con botines nuevos: muerto el vinilo, que viva el vinilo.
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