DISCOS
Marina and the Diamonds
Atlantic/Warner
De baladas de teclados a arrebatos eurodance, del susurro en el viento al falsete incisivo y del pop orquestal reverberante al canto lírico reptante, la grecogalesa Marina Diamandis vale su peso. Su tercer disco registra su acercamiento a los 30 (“Weeds”, “Happy”, “Forget”, “Immortal”), pero lo fundamental es que le acredita que compone buenas canciones, canta bárbaro y es muy elegante para montar una obra que mamó tanto de la música culta como de las popstars de cuando iba a la escuela: va fácilmente de Patti Smith a Kylie Minogue en pocos compases, y le funciona. L. P.
Amas de Casa Rock
Edición independiente
Esta es, sí, una banda de chicas. De cuatro que no se empeñan en perder la dulzura para hacer su rock, que se estira más allá de los confines del pub en canciones bien armadas, tocadas y cantadas, a las que ponen buenas ideas de producción (en el armado estuvieron Bolsa González y Negro García López). Algunas vistosas, como “Derecho natural”, “Dimensión desconocida” o “Hadas”, promesa de himno under para la era de Tinder y del feroz touch & go: “Me guardé una carta, no me molestaría regalártela, regalarme, con tal que te quedes hasta después de las diez de la mañana”. L. P.
Científicos del Palo
S-Music
En “Milonga de la abundancia”, el trío fuerte marplatense pide no creerle a Hollywood y denuncia que “esas superestrellas que cantan cosas livianas son los muñecos de la derecha latinoamericana”, especificando en “Sanz y Gloria Estefan, Shakira y Montaner”. Ante esas discordias no queda otra que ser aleccionador. En EMMA lo hacen, con letras simples y deliberadamente directas, delante de música híper precisa y desplegada en una soga larga donde entran la canción de cuna, el power funk o la balada clásica para conjuntos vocales. Rock fuerte en el anticlub. L. P.
Daniel Melero
Ultrapop
En 1999, Melero regrabó para Piano sus temas más acaudalados, junto a Diego Vainer en las teclas. “Quiero estar entre tus cosas”, “Trátame suavemente” y “Música lenta” figuraban en hermosas versiones. Ahora les toca a “Sangre en el volcán”, “Melodías románticas” o “El ritmatista”, que refuerzan esa impresión de que, despojadas de otros menesteres, las canciones de Melero se arremolinan y se vuelven fantásticas o se imprimen como piezas propicias para cantantes de jazz. Grabado en una única sesión con Yul Acri al piano, este disco consagra la independencia de Melero del pop. L. P.
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