Miércoles, 16 de septiembre de 2015 | Hoy
DISCOS › EN THE MONSANTO YEARS, NEIL YOUNG ATACA A LA COMPAñíA AGROQUíMICA Y A OTRAS CORPORACIONES
Aunque por momentos pierde la sutileza en busca de la contundencia, el músico embiste en estas canciones contra la multinacional que patentó el glifosato, tanto desde un punto de vista ecologista como de lo que provoca en la economía de los granjeros norteamericanos.
Por Roque Casciero
“Esta máquina mata fascistas”: la leyenda estaba inscripta en la guitarra de Woody Guthrie, el cantautor folk que convirtió a su tema “This is your Land” en algo así como el himno de aquellos a los que bendito “sueño americano” se ocupaba de mantener en el plano de la pesadilla. Desde Bob Dylan hasta Jeff Twee- dy, con Bruce Springsteen y Joe Stummer incluidos, reconocen la influencia de las canciones de protesta de Guthrie en su propia producción. Y también Neil Young, quien en más de una ocasión saltó enseguida a hacer escuchar su voz como un cruzado, con ejemplos sublimes como “Ohio” (por la matanza de cuatro estudiantes universitarios en los 60) y otros más controvertidos, como el “Let’s Impeach the President” (“Hagámosle juicio político al presidente”) que le dedicó a George W. Bush. El canadiense, además, siempre fue un ferviente ecologista (ya en 1970 hablaba sobre los problemas de la “Madre Tierra”) y hace tres décadas fue uno de los fundadores de Farm Aid, el concierto para defender los intereses de los pequeños granjeros norteamericanos.
Por esos antecedentes, no sorprende demasiado que Young haya titulado The Monsanto Years a su trabajo más reciente y que en casi todas las canciones cargue contra la compañía agroquímica que, entre otras minucias, se dedica a modificar genéticamente semillas, las patenta y después reclama derechos sobre la producción de los granjeros. Ese monstruo multinacional cuestionado en todo el mundo no parece ser un molino de viento sino un enemigo bien real para el cantante y guitarrista, que apunta y golpea con sus palabras. Y que, de paso, se carga a otras corporaciones como Wal-Mart, Citizens United, Starbucks, Safeway y Chevron.
¿Cómo no sentir empatía con la pelea de Young, que arroja canciones a semejantes Goliats y aspira, cuanto mucho, a despertar algunas conciencias? Porque, por más que el álbum abra con el optimismo de “A New Day for Love” (“es un mal día para no hacer nada”, incita), el tono del disco es más de enojo desbocado que de idealismo adolescente. El canadiense sabe que sus palabras no van a caer en saco roto, porque muchos activistas y fans de su música les prestarán atención, pero que tampoco van a producir más que un breve ruido en los medios y las redes sociales, en tiempos acelerados en lo que importa viene en los próximos 140 caracteres... y en los siguientes... y así. Claro, eso no va a hacer que Young se quede callado. Y es por ello que despotrica una y otra vez contra Monsanto, convirtiendo la marca en estribillos, como si precisara de toda la contundencia posible para hacerse escuchar. Palo y palo: la imagen central del librito es el cuadro “Escenas de la firma de la Constitución de Estados Unidos”, del pintor Howard Chandler Christy, pero ajado por el paso del tiempo y... ¡puesto patas para arriba!
Si queda tan claro lo que Young pretende transmitir con The Monsanto Years es porque raramente apela a la sutileza en el mensaje, lo cual a la larga le resta efectividad como obra trascendente. ¿Se cantará “A Rock Star Bucks a Coffee Shop” en unos años como todavía se hace con “Ohio” o “Mother Nature”? Difícilmente. Pero eso no parece ser el cometido de Young en las canciones más directas del álbum, esas cuyas letras, separadas de los guitarrazos y las armonías vocales, pueden leerse como bajadas de línea ecologistas carentes de gracia. Lo que las rescata, precisamente, es la capacidad musical de Young, que sin pisar territorios nuevos encuentra en Promise of the Real (banda de Lukas Nelson, hijo del legendario Willie) un enfático y juvenil reemplazo para sus viejos compañeros de Crazy Horse. Y también para los Stray Gators, cuando el canadiense se pone más melódico y reflexivo.
Resulta también llamativo que el orden de las canciones vaya desde lo más sutil al in your face, como si el enojo de Young creciera a medida que el disco entrega su mensaje. Después del llamado a la acción de “A New Day For Love”, que arranca con mandolina hasta que entra la guitarra eléctrica para crear uno de esos riffs monumentales típicos del canadiense, “Wolf Moon” toma el camino del country folk a bajo volumen, y ofrece un travelling sobre una tierra que se mantiene bella pese al saqueo al que es sometida. Más adelante, “Big Box” recupera el espíritu Crazy Horse (también presente en “Rules of Change”) para atacar a la decisión de la Corte Suprema norteamericana de darle a las corporaciones los mismos derechos que a las personas. “En las calles del Capitolio/ las corporaciones están tomando el control/ la democracia está machucada/ a sus pies/ el dinero fluye libre desde el cielo/ para aquellos que acompañan”, suelta, ya en tono más combativo.
En “A Rock Star Bucks a Coffee Shop”, Young elige una melodía juguetona, apoyada por silbidos, para cantar a coro con sus músicos “Monsanto, dejá que nuestros granjeros siembren lo que tienen ganas”. En “Workin’ Man”, un animado country rock le sirve para narrar –de un modo bastante pedestre– las tácticas de la compañía agroquímica para amedrentar a los que no “acompañan” (“el juez de la Corte Suprema Clarence Thomas/ trabajó para Monsanto/ bueno, yo no sé quién sos/ pero sí sé quién soy yo”). “La marea venenosa de Monsanto” es como caracteriza el músico al Roundup, el destructivo glifosato patentado por la compañía de agroquímicos, en “Monsanto Years”. “Las semillas de la vida ya no son lo que fueron alguna vez/ la Madre Naturaleza y Dios ya no son sus dueños”, cierra. El final del disco, con “If I don’t know”, se convierte en un himno ecologista, más poético en la letra y con armonías vocales y solos de guitarra que lo elevan.
Pero lo mejor The Monsanto Years es “People Want to Hear about Love”, un rock casi de banda de bar (si esa banda se llama Crazy Horse, claro), en el que Young suelta toda la ironía posible contra los que se oponen a su costado politizado y protestón. “No hables sobre los millones de Chevron que van en la tubería de los políticos (...) No hables sobre las corporaciones que secuestran todos tus derechos (...) No digas que los pesticidas causan chicos autistas (...) No digas que la gente no vota porque no confía en el candidato”, canta Young, y la respuesta siempre es que “la gente quiere escuchar sobre el amor”. Suena al discurso de otra corporación, esa a la que sólo le interesa vender entretenimiento. Y si algo no hace Neil Young es pop para divertirse.
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