Mié 16.09.2015
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DISCOS › PETECO CARABAJAL SE INTERNA POR LOS CAMINOS SANTIAGUEñOS

Desde la chacarera hacia otros destinos

› Por Cristian Vitale

El epicentro estético de Peteco Carabajal es la chacarera. Ahora bien, de ahí a que sea lo único que se le ocurre al poeta del clan cuando le da por plasmar intenciones en discos, hay un abismo. Así pasa no solo desde Encuentro, su primer disco solista publicado en 1991, sino también de toda esa maravillosa experiencia previa que lo soldó a Jacinto Piedra, otro de su especie, durante el segundo lustro de los 85 (prohibido no escuchar Transmisión Huaucke). O a los Músicos Populares Argentinos, que sumaban a tal dupla otros amantes del riesgo y, a la vez, el apego a las fuentes, a lo vernáculo: el Chango Farías Gómez, el Mono Izarrualde y Verónica Condomí. Ir a las entrañas del flamante Los caminos santiagueños implica entonces contemplar tales antecedentes, sumarle giros y misterios de trabajos más recientes (Aldeas o El viajero, por caso), y dejarse llevar. Viajar por tales caminos que tienen sus principales arterias en la chacarera, claro, pero que no ahorran en fugas hacia otros géneros, improntas y miradas en varias de sus diecisiete piezas.

“Bailecito de América”, por caso, tema del guitarrista Daniel Patanchón que se pega un viaje tremendo hacia ese norte profundo, lleno de misticismo y para nada ajeno al universo Peteco, que agrega menciones a héroes que lucharon por la Patria Grande, como Artigas o Solano López. También “Los guías del amor”, canción cuya autoría comparte con su hijo Homero; las mansas y cálidas “Guitarra del alba” y “Tal vez en otra vida” –esta última, con letra de Víctor Heredia–; un impresionante huayno instrumental de nombre casi homónimo (“Huayno-t”), concebido por el genial aerofonista Jorge Cumbo; “El río y el caburé”, que don Carabajal de La Banda comparte, en composición y ejecución, con la cantante de Tonolec, Charo Bogarín; “A todo corazón”, otro camino directo al alto NOA, cuya letra pertenece a Roberto Ternán; o la sintomática “Los caminos santiagueños”, que efectivamente parece englobar las principales intenciones de Peteco en cinco minutos y medio.

A este grupo de mágicos bemoles se le suma –lógico– el camino central, el de chacareras y escondidos. A éste pertenecen “Memorial de los patios”, un suave escondido –precisamente– que va nombrando santiagueños que hicieron historia desde el pago como Andrés Chazarreta, Sixto Palavecino, Cachilo Díaz, Julio Jerez, Pablo Trullenque, Lito Romero, Cacho Lobo, Carlos Saavedra, el Chango Farías Gómez y Jacinto Piedra. También “Antes, cuando era niño” (de su hermano Demi y Marcelo Mitre) más eléctrica, pero igual de nostálgica; una bella plegaria a las alturas llamada “Cantando le pido al sol”; “El niño”, también escrita por Víctor Heredia; “Antu Punco”, cuya intro psicodélica recuerda –sin forzar demasiado la realidad– a ciertos grupos británicos de fines de la década del 60; la eléctrica “Las manos sueltas”, de Yuyo Montes y Peteco; “Chacarera del sol”, pieza que le hace honor a su nombre; o “Guerrillero santiagueño”, tema homenaje a Roberto Mario Santucho, sobre el cual su autor se expidió en una entrevista con Página/12: “Hoy en día, me parece que no es tarde para reivindicar en Santucho sobre todo al hombre santiagueño. Al hombre que fue muy simple, que luchó y dio su vida sin medirlo, que no fue detrás del dinero y que mucho menos fue un delincuente común, como la dictadura quiso instalar”.

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