DISCOS › PAGINA/12 PRESENTA CON SU EDICION DE MAÑANA UN CD DE SANTANA
El álbum documenta los pasos iniciales del notable guitarrista mexicano. Reúne tomas en vivo y los primeros demos en estudio, con futuros clásicos como “Soul sacrifice” y “Persuasion”.
› Por Claudio Kleiman
Antes de saltar a la notoriedad mundial con su inolvidable actuación en el primer Festival de Woodstock de 1969 (y la consiguiente película y banda de sonido), Carlos Santana había estado desarrollando una búsqueda que fusionaba las extensas zapadas que caracterizaban a los grupos psicodélicos de la Costa Oeste –entre los cuales su banda representó una especie de arribo tardío–, con la música que sonaba en el distrito latino de San Francisco, la ciudad bohemia por excelencia de los Estados Unidos; allí, la percusión ocupaba un lugar fundamental y los ritmos afrocubanos proclamaban la supremacía de la danza por sobre las diferencias de raza y nacionalidad.
Cuando la película de Michael Wadleigh (y el correspondiente álbum triple con la banda de sonido, que incluía la asombrosa versión en vivo de “Soul sacrifice”) apareció al año siguiente, se convirtió en el recurso promocional más efectivo que nadie podía haber imaginado, difundiendo su música y su imagen a través de todo el mundo. El sonido de Santana llegó a Woodstock plenamente formado, dando la sensación de que había surgido de la nada. Pero el guitarrista había trabajado intensamente durante los dos años anteriores, elaborando el sonido que lo caracterizaría. Esa etapa puede apreciarse –y disfrutarse– en Santana, el álbum que se edita mañana con Página/12, que documenta los pasos iniciales de Carlos y su banda, previos a su contrato con Columbia.
También conocido como The San Mateo Sessions, reúne grabaciones en vivo y los primeros demos en estudio, con versiones embrionarias de temas que luego aparecerían en su álbum debut, como el emblemático “Soul sacrifice” –que les ganaría fama mundial con la interpretación de Woodstock–, “Jingo” (del gran percusionista africano Babatunde Olatunji) y “Persuasion”. También incluye el blues “As The Years Go Passing By”, popularizado por Albert King, y “Fried Neckbones and Some Home Fries”, que aparece en otras grabaciones en vivo del período pero nunca tuvo una versión oficial de estudio. “Let’s Get Ourselves Together” se editaría algunos años más tarde en el álbum Caravanserai (1972), bajo el título “Just In Time To See The Sun”. Por otra parte, piezas como “El corazón manda”, “La puesta de sol” y “Santana Jam” son fundamentalmente plataformas para extensas improvisaciones, que marcaban el clima de sus conciertos al aire libre en una San Francisco aún en pleno ensueño hippie. La alineación es probablemente la formación estable de la primera época, con David Brown en bajo, Bob “Doc” Livingston en batería, Marcus Malone en congas, Greg Rolie en piano, órgano y voz, y el propio Carlos en guitarra y voz. En estas grabaciones ya puede notarse el estilo lírico y apasionado de Santana (uno de los estilistas más originales e identificables en toda la historia de la guitarra eléctrica), en estrecha simbiosis con el órgano de Rolie, otra marca de fábrica del sonido de la banda. Eran los comienzos de lo que luego se llamaría “rock latino”, un estilo cuya influencia resuena hasta hoy, en un amplísimo espectro que va desde Maná y Vicentico hasta los Red Hot Chili Peppers y Mars Volta.
Carlos Santana nació el 20 de julio de 1947 en la pequeña ciudad de Autlan, en México, cerca de Guadalajara, en una familia con cuatro hermanos y dos hermanas. Su padre, un músico profesional que le enseñó a tocar el violín y la guitarra desde chico, se mudó a Tijuana en busca de trabajo. Allí, el pequeño Carlos fue conquistado por la vitalidad y el sentimiento que encontraba en el auténtico blues de gente como John Lee Hooker, Jimmy Reed y Lightnin’ Hopkins. Comenzó a copiar los yeites de estos bluseros en su guitarra, y al poco tiempo, con sólo 14 años, estaba trabajando en los night clubs. Cuando sus padres decidieron hacer las valijas y mudarse a San Francisco, en 1961, prácticamente tuvieron que raptar al reluctante Carlos, rescatándolo de sus escondrijos nocturnos.
En San Francisco, la educación musical del joven Santana se expandió en forma acelerada. Al escuchar a gente como Muddy Waters y Bobby “Blue” Bland, aprendió que el blues tenía un lado más sofisticado. Carlos se sintió especialmente atraído por los sonidos del blues de Chicago que llegaban a través de los discos del sello Chess, de gente como Buddy Guy, Otis Rush y Hubert Sumlin, el guitarrista de Howlin’ Wolf. Pero además del blues, estaba la influencia del Mission District de San Francisco, la parte hispana de la ciudad donde vivía la familia Santana; allí convivían mexicanos, salvadoreños, nicaragüenses, costarricenses, panameños, brasileños. “Había un montón de artistas, cantidad de murales, mucho color, músicos tocando congas en el parque. La comida es diferente también; alimenta, pero a la vez tiene mucho sabor. Lo mismo con la música, tiene un poco de picante”, diría el guitarrista.
El área de la Bahía de San Francisco estaba en plena fermentación. A mediados de los ’60 la ciudad, que siempre había sido un bastión liberal y bohemio, bullía con el activismo de los Black Panthers, el descubrimiento del LSD, las protestas contra la guerra de Vietnam. En el centro de la actividad musical de la ciudad estaba el empresario Bill Graham, que organizaba los conciertos en el Fillmore Auditorium. Fue allí, durante una tarde de domingo de 1967, que Carlos Santana tuvo su bautismo de fuego, en una gran zapada blusera que incluía a la Paul Butterfield Blues Band y músicos entre los que había integrantes de Grateful Dead y Jefferson Airplane. “Cuando terminé, Bill Graham estaba diciéndome: ‘Hey, man, ¿tenés una banda?’”, recordaría.
En realidad, Santana había estado tocando con su propia sección rítmica, haciendo algunos shows de bajo perfil y actuaciones como soporte, sin ganar el dinero suficiente como para renunciar a su trabajo de lavacopas. Pero la actuación con Butterfield cambiaría todo eso. En una zapada en Palo Alto, Santana conoció al organista Greg Rolie y el entendimiento fue instantáneo. Greg y Carlos comenzaron a construir lo que sería la Santana Blues Band, un grupo multirracial modelado sobre Sly & the Family Stone, con un bajista negro, Dave Brown, un intérprete de congas latino, Mike Carabello (que pronto sería reemplazado –si bien temporariamente– por Marcus Malone), y un baterista blanco, Doc Livingston. Bill Graham se convirtió en una especie de padre sustituto del joven Carlos, tomándolo bajo su protección y consiguiéndole actuaciones como soporte de los Who y la Butterfield Blues Band. Santana recordaría así este momento: “Empezó a correr la voz acerca de la Santana Blues Band. Hicimos de soporte de Creedence Clearwater, de Sly Stone, y cada vez que tocábamos con esa gente empezamos a ganar su público, especialmente las chicas, que notaban algo diferente en nuestra música. Al poco tiempo, estábamos en el Fillmore encabezando el cartel, sin un álbum. Antes de que nos diéramos cuenta, teníamos las compañías discográficas detrás nuestro”. Pero el camino hacia su primer disco no fue fácil. Firmaron para Columbia bajo la tutela del productor Clive Davis, y el plan inicial para la banda –que había abreviado su nombre simplemente a Santana– era registrar un álbum en vivo en el Fillmore. Pero las grabaciones fueron archivadas y aparecerían casi 30 años más tarde, como Santana Live At The Fillmore ’68. En lugar de eso, decidieron reunirse en un estudio de Los Angeles con el talentoso productor David Rubinson. La noche anterior, el percusionista Marcus Malone se vio envuelto en un episodio policial y arrestado bajo el cargo de intento de asesinato, lo cual sumado a los problemas de alcoholismo del baterista Doc Livingston hizo que esas sesiones también arrojaran pobres resultados.
Finalmente, todos estos contratiempos terminarían produciendo un cambio positivo, cuando Livingston fue reemplazado por Michael Shrieve, el joven y brillante baterista que deslumbraría en Woodstock, y el lugar de Malone fue ocupado nuevamente por Mike Carabello, que trajo consigo a José “Chepito” Areas, un nicaragüense que se destacaba en los timbales. De repente, la banda se había transformado en una incendiaria agrupación polirrítmica, con la alineación que se consagraría en Woodstock pocos meses más tarde. En septiembre de 1969 se editaba el sobresaliente álbum debut, Santana, que escaló hasta el puesto N°4 del ranking estadounidense, marcando su temprana consagración, y el inicio de una carrera que continúa hasta nuestros días.
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