DISCOS › PAGINA/12 PRESENTA MAÑANA UN CD CON LA VOZ DE EDUARDO GALEANO
El disco incluye una selección de textos de Bocas del tiempo, el último libro del notable escritor uruguayo.
› Por Karina Micheletto
No todos los buenos escritores son buenos lectores de sus textos: hasta pueden pensarse como oficios antagónicos, excluyentes, a la necesaria soledad del poeta y la puesta en acto del orador. Eduardo Galeano es una de las excepciones que se agradecen. El uruguayo maneja una admirable capacidad, la de seguir haciendo poesía cuando dice sus textos. Por eso su voz, esa cadencia grave y firme que no tiene que ver con la sentencia, quedó fijada en los oídos de sus lectores como la forma (una forma posible, la forma que propone el autor) en que suenan sus textos. Esa musicalidad es una suerte de yapa que el autor comparte por diversas vías, en grabaciones o en sus recitados públicos en distintos escenarios y con distintos compañeros de oficio. Mañana, Página/12 presenta una de esas lecturas: una selección de textos del último libro de Galeano, Bocas del tiempo, en la voz de su autor.
“Una multitud de pequeñas historias que cuentan, juntas, una sola historia. Una travesía por los temas más diversos: el amor, la infancia, el agua, la tierra, la palabra, la imagen, la música, el éxodo, el poder, el miedo, la guerra, la indignidad, la indignación, el vuelo...”, define Galeano su libro. “Sus protagonistas aparecen y se desvanecen para seguir viviendo, historia tras historia, en otros personajes que les dan continuidad. Tejidos por los hilos del tiempo, ellos son tiempo que dice: son bocas del tiempo”. Editado originalmente el año pasado en Uruguay por el sello Ayuí/Tacuabé, el CD contiene 48 de los 341 relatos del libro, una suerte de pequeño concierto ejecutado por estas pequeñas historias, que resume la gran sinfonía propuesta en la escritura.
En cada uno de estos textos –breves, precisos, contundentes, filosos como armas, graciosos o tiernos–, Galeano hace foco en lo simple, lo pequeño, para hablar de lo profundo. Descubre lo que dicen escenas y personajes que quedan a la vuelta de la esquina, pero que no habíamos visto antes. Las historias son actuales o antiquísimas; los escenarios, familiares o de lejanas geografías. Galeano habla del tiempo. De Adán y Eva. Del cortejo de los urogallos. De gente curiosa como Soledad, de 5 años, hija de Juanita Fernández, que pregunta por qué los perros no comen postre. De Oscar, el maestro de sexto grado, “puños raídos, sueldo de fakir” que ofició de jurado junto a él en un concurso literario de una escuela de Montevideo. De aquel Papa que murió de mosca, atragantado. De la tendencia a la poesía de los camarones. “Son todas historias que tienen su punto de partida en la realidad, que vienen de la realidad y a la realidad regresan, ése es su puerto de destino”, advierte el autor en diálogo con Página/12. “Lo que yo hago es contarlas a mi modo y manera, pero todas de algún modo provienen de hechos que ocurrieron (o me ocurrieron, o me contaron), y que creo que vale la pena contar a los demás, o sea, contagiarlos”, explica el autor de Ser como ellos y de la trilogía Memoria del fuego, que el próximo miércoles será el protagonista el último capítulo de la colección Grandes escritores latinoamericanos, que también presenta este diario.
Los lectores de Bocas del tiempo –editado en la Argentina por Catálogos– tienen otro regalo: las ilustraciones que acompañan el libro son obras anónimas de la región peruana de Cajamarca, reunidas por Alfredo Mires Ortiz “en un largo trabajo de exploración y rescate”, cuenta Galeano. “Algunas tienen miles de años, pero parecen hechas la semana pasada”, advierte el autor. Algunas de esas obras acompañan el arte del CD. Como los textos que el uruguayo lee en este disco, dicen mucho con unos pocos trazos, precisos y bellos. Textos, voz e imágenes componen este mundo diverso que Galeano abre y vuelve a abrir en cada relato.
En la entrevista con Página/12, Galeano explica por qué decidió construir estas “grandes historias” haciendo foco en lo pequeño: “Desde siempre escribir ha sido una manera de revelar la grandeza de las cosas chiquitas, y al mismo tiempo de denunciar la chiquitez de las cosas grandotas... En ese sentido, yo siento que esas historias que a veces parecen simples, de la vida cotidiana, contienen alguna electricidad escondida, y por eso vale la pena transmitirlas. Son historias que contienen una energía de vida particular.
–También hay que saber percibir esa energía escondida...
–Pero eso no es ningún don sobrenatural, no es que yo haya sido besado en la cuna por alguna hada muy amable... Son simplemente cosas que están ahí. Lo que ocurre es que estamos desentrenados para verlas. Qué paradoja: que en un mundo tan acelerado, con tantos desarrollos, tengamos que abrirnos los oídos y los ojos, andemos por ahí, tan sordos y tan ciegos...
–¿Se siente una excepción siendo escritor y pudiendo leer también sus textos en público?
–Es cierto, hay gente que es por hablado o por escrito, y a veces eso es injusto, yo soy por las dos cosas. Disfruto mucho diciendo y escribiendo, de la misma manera. Y como en el fondo creo que la literatura tiene mucho que ver con la música, que hay una música de las palabras y del lenguaje, intento transmitirlo cuando leo lo que yo mismo escribo. Es evidente que las palabras tienen música y ésa es la única explicación posible de que haya lenguajes que van más allá de las palabras. Por eso el silencio es un lenguaje muy expresivo, pero también es un lenguaje muy expresivo el que nace de la comunicación entre lenguas diversas.
Galeano tiene pruebas concretas de lo que dice. Entonces se embarca en el relato de un cantante uruguayo exiliado en Holanda, que invita a una tía que nunca salió de su pueblo a visitarlo, que se retrasa al ir a buscarla al aeropuerto, y que llega preocupadísimo por el destino de esa mujer a la que cree incapaz de comunicarse en tierra extranjera. Ocurre que el hombre encuentra a la tía en medio de una animada conversación de damas que no manejan el mismo idioma, pero que están hablando entre ellas con gran excitación. “Unas y otras estaban llenas de cosas para decir”, explica Galeano. El relato –que esta cronista no puede transcribir aquí, incapaz de volcar la música de las palabras del escritor– es en sí mismo una de las bocas del tiempo, una bella historia pequeña descubierta en su grandeza. “Lo que ocurrió en el aeropuerto también es música”, concluye el escritor. “Las músicas se entienden entre sí, cuando son amigas. Y con las músicas enemigas, más vale no entenderse...”
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