Miércoles, 5 de septiembre de 2007 | Hoy
DISCOS › ELLA FITZGERALD REVISITADA
Love Letters from Ella y We All Love Ella representan dos lecturas bien diferentes.
Por Diego Fischerman
Todo disco es, en alguna medida, una invención. A veces es por torpeza, como en un disco de Rodolfo Mederos y Nicolás Brizuela donde los graves del bandoneón aparecen separados a derecha e izquierda, con la guitarra entre ambos. Y a veces por todo lo contrario, como en la versión de La consagración de la primavera de Stravinsky conducida por Michael Tilson Thomas, donde es posible percibir un detalle y una claridad en los planos que la propia realidad no permitiría. Y el último disco de Ella Fitzgerald, una grabación que la cantante acaba de publicar sin saberlo, once años después de su muerte, juega con esa virtualidad.
The Beatles habían vuelto a existir, a partir de una cinta dejada por Lennon, y Natalie Cole había grabado junto a su padre muerto. Pero el jazz, donde la idea de “autenticidad” es central, siempre se había mantenido bastante al margen. Salvo los dúos de Bill Evans consigo mismo, podría pensarse que en el jazz todo remite a una hipotética versión en vivo –aun cuando, en algunos casos, el saxofonista grabe sin siquiera conocer al pianista y a varios kilómetros de distancia–. ¿Qué es lo que aleja Love Letters from Ella, editado por Concord –una compañía subsidiaria de Universal–, de ese supuesto ideal? Ni más ni menos que la producción. Todas las canciones incluidas estaban inéditas hasta el momento y provienen del último período de la cantante, el de sus fantásticos registros para Pablo Records. Hay grabaciones con la orquesta de Count Basie y hay grabaciones con André Prévin en piano y Niels He-nning Oersted Petersen en contrabajo. Y hasta allí, nada escapa de lo que sería un extraordinario álbum de inéditos. Lo raro –y no necesariamente malo ni feo– es lo que los productores, Gregg Field y el argentino Jorge Calandrelli, decidieron hacer con algunos dúos junto al gran guitarrista Joe Pass (Ella editó, en vida, cuatro discos con él), agregándoles instrumentos y una orquesta –la Sinfónica de Londres–, con arreglos de Calandrelli, que se grabaron entre noviembre del año pasado y enero de 2007.
La orquesta se agregó, también, a un tema que Fitzgerald había registrado para una película, Pete Kelly’s Blues. La canción, “Cry Me a River”, fue luego famosa en la voz de Julie London, pero aquí es el único lugar donde se la puede escuchar por Ella. Y vale la pena. Tal vez por el hecho de que en abril de este año la cantante hubiera cumplido 90 años, la misma compañía discográfica –aunque para su subsello Verve– pergeñó un homenaje, producido por Phil Ramone y titulado We All Love Ella. Michael Bublé, Chaka Khan, Gladys Knight, Natalie Cole, Diana Krall, K. D. Lang, Dianne Reeves, Linda Ronstadt, Liz Wright y Queen Latifah recorren, con suerte diversa, algunas de las canciones que Ella cantó durante su carrera. El homenaje no podría ser mejor: se extraña a Fitzgerald todo el tiempo. Pero nada es, por completo, lo que parece y aquí también, impensadamente, brilla un original. Hay un homenaje de Stevie Wonder y no tiene nada de virtual. Es la versión, a dúo con Fitzgerald, de “You Are the Sunshine of My Life”, grabada en vivo en Nueva Orleans en 1977.
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