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Lunes, 1 de febrero de 2010

TELEVISION › MIGUEL ANGEL RODRíGUEZ Y SU DOBLETE DE HUMOR

El triunfo del hinchapelotas

Hoy debuta por El Trece como uno de los protagonistas de Alguien que me quiera, una telecomedia con la marca registrada de Pol-ka, y en Multiteatro encara un formato que le era ajeno, el unipersonal, en El cavernícola.

 Por Emanuel Respighi

En una nueva apuesta al registro costumbrista que tantos réditos le da, Pol-ka estrenará esta noche una nueva comedia romántica con la que intentará mantener el liderazgo nocturno que Valientes consiguió durante 2009 y lo que va de este año para El Trece. Alguien que me quiera (lunes a viernes, al término de Valientes) es el título de la tira que transcurrirá en el Mercado Comunitario del Sur, en el que varios personajes convivirán diariamente entre rencores, amores y odios. Como suele acostumbrar Pol-ka, que cada temporada intercala una historia madura con otra de un perfil más juvenil (como lo es Valientes), esta vez el flamante programa estará conformado por un elenco de largo recorrido, que incluye a Andrea Del Boca, Osvaldo Laport, Susú Pecoraro, María Leal, Alejandro Awada y Juan Palomino. Entre ellos se colará Miguel Angel Rodríguez, el actor que sin formación alguna supo ganarse un lugar en la comedia nac y pop a fuerza de un carisma barrial que trasciende la pantalla. Y que por estos días también se lo puede ver en la cartelera porteña al frente de El cavernícola (miércoles a domingo, en Multiteatro), un espectáculo con el que Rodríguez debuta en el unipersonal, mostrando que humorista se nace, no se hace. “Todo lo que sé lo aprendí del rioba”, admite ante Página/12.

El hombre –que hace casi dos décadas pasó de ser asistente de producción a humorista e imitador principal de Videomatch por su constante buen humor– no parece haber cambiado demasiado en sus formas. Basta llegar a Pol-ka para que, incluso antes de ingresar a la productora, sus bromas y humoradas entre parte del elenco que almuerza en el bar se escuchen desde la vereda. El encuentro personal con el cronista corrobora que para Rodríguez la fama es puro cuento: rodeado de sus dos hijos, a quienes lleva a las grabaciones en un extraño plan familiar estival, el actor recibe a Página/12 en sandalias, bermuda escocesa y remera de entrenamiento de San Lorenzo, el club de sus amores, hecha musculosa de manera casera. Lo suyo, está claro, no es la apariencia. Ninguno de los puntos de rating que supo cosechar en programas como Son amores o Por amor a vos parece habérsele subido a la cabeza.

“Soy un tipo hiperactivo y tengo la suerte de hacer lo que quiero. Para cualquier laburante no hay mayor recompensa que disfrutar lo que uno hace”, afirma. Aunque no tiene formación actoral, Rodríguez cree que esa carencia, en su caso, terminó jugándole a favor para desplegar su humor: “Siempre fui un caradura. Creo que lo mejor hubiera sido estudiar, pero el hecho de no hacerlo me quitó de vicios o formalidades que pueden llegar a inhibir a un humorista. La comedia y el humor están separados del ridículo por una fina raya. Para hacer reír no hay que temerle al ridículo. Incluso creo que, para hacer tiras televisivas diarias, ayuda más al grupo el estar siempre de buen humor y venir bien predispuesto a las grabaciones que determinadas herramientas actorales. Y yo soy una bestia que ando todo el día jodiendo y tratando de sacarles al público y a mis compañeros una sonrisa. Soy un gran hinchapelotas y estoy orgulloso de serlo”.

En la nueva tira de Pol-ka, Rodríguez interpretará a Armando Cutuli, el dueño de la carnicería y verdulería del mercado. Soltero y mujeriego, Armando guarda para sí el amor oculto que le dispensa a Paloma (Susú Pecoraro), la dueña del puesto de almacén y amiga de toda la vida. Enamorado en el más absoluto silencio, ése no es el único secreto que esconde: es actor y por las noches actúa en una suerte de cabaret vestido de mujer. “La del programa es una historia muy linda, que provocará la identificación del público con esos hermosos personajes que trabajan en los antiguos mercados de barrios. Hasta los ’80 eran el lugar de encuentro y de compras entre los vecinos de cada lugar. Los mercados barriales son otra de las cosas que la globalización nos quitó”, se lamenta el actor, que regresa a la tele luego de un parate obligado en 2009. Rodríguez iba a ser uno de los conductores de Mañanas informales, junto a Maju Lozano, pero finalmente el proyecto no salió al aire por la crisis económica internacional.

–Vuelve a la telecomedia, como en Son amores y Por amor a vos. ¿Qué le sigue seduciendo del género?

–Se trata de un género que está interpretado por actores populares y que sé conscientemente que siguen una línea de comedia determinada de la que Pol-ka no suele correrse. Sin embargo, cada telecomedia sorprende con algo. En este caso va a ser una ficción costumbrista con más humor que las anteriores. Las tiras de Pol-ka tienen personajes reconocibles en la calle, que son justamente los que a mí me quedan bien. Cuando cambié e hice El capo, en Telefé, quedé colgado. En Pol-ka nado en aguas que conozco y que la gente acepta.

–¿El hecho de ser cabeza de elenco hace que, además de asumir la responsabilidad de interpretar a su personaje, tenga que mantener el ánimo del elenco fuera de cámara?

–La asumo indirectamente, sin pensarla, casi que naturalmente. Un protagonista carga con una mochila extra porque es una de las caras de una obra o de un programa de TV. Los fracasos y los éxitos siempre los carga el protagonista. Aunque suene a frase hecha, es importante que los actores y los que están detrás de cámaras se diviertan. Cuando era asistente de dirección pensaba de la misma manera. Todos tenemos sentido de humor, la diferencia es que algunos lo tenemos más de-sarrollado. No tengo dudas de que el detrás de cámaras trasciende el vidrio o el escenario. Para que el público te quiera, primero tiene que creerte.

–En El cavernícola se le anima a un género que nunca había transitado: el unipersonal. ¿Le resultó fácil adaptarse a ese formato, justamente usted, que está acostumbrado a los grandes elencos?

–No me salió de taquito, tuve que trabajar mucho. No hay que olvidar que no tengo formación actoral, que carezco de herramientas. Me sirvieron experiencias en vivo como Videomatch o Jamón del medio, pero no es lo mismo. Estaba acostumbrado siempre a mirar a cámara o a algún actor. Tener que mirar al público a los ojos durante más de una hora es una de las experiencias más complejas para un actor, también de las más temidas. Es una gimnasia mirar a la gente a la cara.

–¿Cómo le sienta que se diga que usted es un humorista popular?

–Para mí el humor es uno solo y, en todo caso, cada uno elige qué capa tomar de lo que un humorista o programa te ofrece. El de Diego Capusotto, ¿qué tipo de humorista sería? Capusotto hace un humor popular, no sólo por la masividad y la aceptación que alcanzó sino porque trabaja elementos del campo popular como el peronismo, el rock, el fútbol, el barrio... ¿Dónde entraría Roberto Fontanarrosa, que era un gran puteador? Si ser popular es que de un chiste o de un personaje se rían o emocionen millones de personas, es un orgullo que me digan que soy un artista popular. Uno tampoco puede gustarle a todo el mundo.

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Para Rodríguez, la fama es puro cuento: “Todo lo que sé lo aprendí del rioba”, dice.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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