TELEVISION › V, LA REMAKE DE LA MíTICA V, INVASIóN EXTRATERRESTRE
La nueva versión del clásico de los ’80 utiliza el género para plantear cuestiones relacionadas con el poder político, el rol empresarial y la influencia de los medios. Pero subyace la idea de que el enemigo, siempre, es una amenaza externa.
› Por Leonardo Ferri
Unas décadas atrás, la ciencia ficción era utilizada para mostrar un posible futuro entre tantos, plagado de naves voladoras, máquinas que hablaban e inteligencias artificiales. Tanto las series como las películas del género hacían hincapié en esos adelantos por venir para impresionar y atraer a la audiencia, y buena parte de ellas mostraba a los extraterrestres como seres más capaces y/o más fuertes, dispuestos a utilizar todo ese futuro en sus manos para aniquilar a la humanidad, y adueñarse del planeta y sus recursos. Hoy los tiempos han cambiado, lo que no significa que abunden ideas originales.
Varias series de antaño tuvieron sus nuevas versiones, como El Auto Fantástico o Galáctica, con resultados bien distintos: poco impresiona hoy el viejo KITT, cuando el GPS es un dispositivo ya familiar. Pero los extraterrestres aún no han llegado –al menos no de manera oficial–, por lo que los alienígenas siguen dando tela para cortar. El paradigma es otro y, si bien las naves voladoras y los rayos láser siguen estando presentes, los visitantes utilizan elementos de la realidad para cumplir su misión. Tal es el caso de V, la remake del clásico ochentoso V, Invasión Extraterrestre, que desde mañana se verá en la Argentina por la pantalla de Warner Channel.
El argumento es el mismo: un grupo de naves espaciales tripuladas se posiciona sobre las principales ciudades del mundo, e intenta tranquilizar a la humanidad emitiendo un mensaje de paz y mutua colaboración. Tras su cutis amistoso se esconde su verdadera piel de lagarto, y un grupo de personas conformará una resistencia que intentará combatirlos. Al igual que en su versión original, hay una rubia bonita y luchadora (Elizabeth Mitchell, la Juliet de Lost), un arriesgado héroe accidental (el sacerdote interpretado por Joel Gretsch), y un periodista metido (Scout Wolf, ex Party of Five). Sí es ineludible aclarar que la otrora líder Diana era más fría y bella que la actual Anna, y que los viejos trajes rojos eran más encantadores que los nuevos y correctos grises.
La serie utiliza la ciencia ficción para plantear cuestiones relacionadas con cómo el poder político y empresarial influye sobre los medios de comunicación y cómo actúan algunos sectores de la sociedad ante amenazas externas. Además, los visitantes –liderados por una alienígena con aspecto afroamericano– ofrecen su tecnología para brindar cobertura médica universal. ¿Habrá que pensar en que los que ofrecen salud gratuita son los malos o intuir que los beneficios en la población son el punto que los guionistas quieren destacar? Las coincidencias con la realidad no parecen ser casuales, y servirán –o no– para generar empatía con quienes sepan percibirlas, sean demócratas o republicanos.
Pero no todo es tan simple. Los autores incluyeron algunas viñetas argumentales como para que no sea todo tan monótono, aunque el final sea conocido. Según se sabe en el primer capítulo, hace tiempo que los Visitantes (“The V’s” en la historia) están de incógnito en la Tierra, establecidos en todos los estratos posibles de la sociedad: negocios, gobierno, religión y fuerzas armadas, y desde ahí intentan generar inestabilidades, guerras innecesarias, fusiones económicas y extremismo religioso. Así como el enemigo es visto –una vez más– como una amenaza externa (¿como el terrorismo quizás?), es de esperar que sean los Estados Unidos los que encabecen la contraofensiva mundial, y sea el resto de los países los que acaten sus órdenes. Casi como en la vida real.
Los paralelismos con la realidad quizá sean sus mayores atractivos, más allá de los bien logrados efectos especiales y su notable tratamiento de imagen. Las audiencias en Estados Unidos fueron decreciendo de los 14 millones de espectadores en su capítulo estreno hasta los poco más de 9 millones que logró en su cuarto episodio, después del cual sufrió un parate que sirvió para reorganizar algunas cosas y cambiar otras. Claro que los productores saben bien que existe un gran número de personas que descargan las series o las ven online, por lo que los números no son definitivos. Y teniendo en cuenta que Lost –la gran última serie de estos tiempos, la que todas quieren aspirar a ser–, después de su estreno, no volvió a pasar los 10 millones de televidentes, no está nada mal para un estreno, que además es una remake. Habrá que ver si logra convertirse en el fenómeno que fue la original. La mesa está servida, pero aún no se sabe si son ratas.
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