TELEVISION › DIEGO REINHOLD DEBUTA COMO CONDUCTOR EN DEMOLIENDO TELES
Junto a Luis Rubio, el actor será el encargado de presentar el material de archivo televisivo que será la base del programa. Amante de los desafíos, reconoce que recién está explorándose en esa función. “Quizá no sirva para conducir”, se ataja.
› Por Emanuel Respighi
Basta ver los mohínes y las posturas que naturalmente realiza en la sesión fotográfica para ilustrar este artículo, a la que se entrega con el mismo entusiasmo con el que actúa, para constatar que lo suyo es el humor físico. Al contrastar esa imagen deshinibida con la visible incomodidad que minutos antes sostenía en la entrevista con Página/12, no cabe duda de que, así en la vida como en el escenario, Diego Reinhold elige lo corpóreo como medio predilecto para expresarse. Formado en el teatro, la acrobacia, el clown, la danza, la música y la comedia musical, el multifacético actor profundizará el signo ecléctico que le imprimió a su carrera cuando esta noche debute como conductor televisivo. Junto a Luis Rubio, Reinhold se calzará la vestimenta de animador al frente de Demoliendo teles (sábados a las 20.45), un nuevo ciclo de archivo con el que El Trece intentará recuperar un programa del género con el cual reírse de lo que sucede en la competencia y sentar posición sobre diversas temáticas.
Luego de la traumática salida de TVR de su programación, que contó con un boicot manifiesto al ciclo de PPT por parte del canal durante 2009, El Trece apostará a sumar a la pantalla chica otro programa basado en material de archivo. Si bien Este es el show y De lo nuestro, lo mejor y lo peor también transitan el género, el primero detiene su lente en alimentar las burdas peleas de ShowMatch, mientras que el segundo hace foco en bloopers y recuerdos de situaciones o artistas que alguna vez pasaron por la emisora. En Demoliendo teles, la coyuntura mediática periodística estará más presente que en los otros programas del género de El Trece, aunque el contenido estará matizado por el humor de la dupla de conductores. En este punto, puede pensarse a Demoliendo teles como un formato más cercano a Zapping que a TVR, los ciclos de archivo de Telefe y Canal 9 que también se emiten los sábados a la noche.
–¿Cree que hay posibilidades de mostrar otra mirada sobre género cuando en la TV actual conviven ciclos que se encargan de eso desde las 9 de la mañana hasta la medianoche?
–Todo el mundo lo hace porque es un género muy fructífero, muy fértil. Creo que todavía se puede explorar en el género. En nuestro caso, creo que lo diferente va a estar dado por el intercambio entre el piso y los tapes que mostraremos. Nos metemos en los archivos, hay una interacción. En los programas de archivo, los editores y los productores pasan a ser tan protagonistas como los mismos conductores. Son los guionistas de los ciclos de archivo.
–De un tiempo a esta parte, cada canal se encargó de tener su propio programa de archivo. Algunos, incluso, más de uno, al punto de que en algunos casos esos ciclos funcionan como “brazos mediáticos armados” de cada emisora para mostrar los errores de la competencia. Al ser una de las caras visibles de Demoliendo teles, ¿no teme quedar en medio de esas pujas mediáticas?
–No lo pensé. Lo mío va a tener que ver con lo mío. No tengo miedo de quedar pegado con algo porque tengo herramientas para salir por la tangente. Tengo un montón de puertas para abrir. No me preocupa porque mi futuro no está en la TV. Uno de los objetivos que siempre me planteé en la TV es aprender a conducir. En este sentido, Demoliendo teles es como el ingreso a la universidad.
–¿Qué lo atrae de la conducción?
–Me atrae la posibilidad de hablarle al público y trabajar desde la improvisación. Hay mucha gente que admiro como conductores, como Marcelo (Tinelli), Julián (Weich), (Roberto) Pettinato, que tienen un talento particular, y me gustaría explorar hasta dónde puedo llegar. No sé si mi estilo de conducción estará más cercano al de Weich que al de Tinelli, estoy recién explorándome en esa función. Quizá no sirva para conducir. El formato de Demoliendo teles me viene bárbaro como una primera aproximación a la conducción, porque es un programa en donde nuestro trabajo está acotado al guión. Estoy bastante protegido por los rieles y por los personajes que surgirán. Vivo imponiéndome desafíos personales. Voy siempre hacia donde siento que tengo dificultades, o hacia donde carezco de experiencia.
–¿Por qué?
–Porque siento que todavía tengo límites. Y cuando siento el límite, me siento mal, vacío. Necesito sacarme el límite de mi cabeza. Es mi manera de encarar la profesión. A la hora de elegir, siempre se combinan las ganas del momento y el provocar un cambio, el no quedarme estancado en lo mismo que estaba haciendo. Soy un malcriado del público y de la prensa. Haga lo que haga, siempre algún reconocimiento aparece. Eso me ayuda a que asuma los riesgos de otra manera. Los riesgos no me paralizan. Si bien el miedo a fallar está, hay un fuego interior encendido por el deseo con el que encaro cada proyecto, que es mucho más fuerte.
–¿Aun para un trabajo televisivo?
–La tele tiene algunas ventajas para mí: se trabaja con la impronta, uno es el comandante de lo que pasa, no se trabaja mucho, se gana mucho, podés crear tus propios personajes dentro de distintos formatos, los programas se pueden amoldar a uno... Este programa me permite ser personal. Y yo siempre busco y valoro la originalidad.
–Desarrollar la originalidad en un medio como el televisivo no es fácil. La TV, al ser el negocio audiovisual más grande, tiende a la fórmula segura.
–Pero hay: en cualquier rama del arte, siempre termina apareciendo alguien original. A algunos les llega más rápido, a otros les cuesta más... Yo sueño con hacer un programa que cruce géneros, donde haya sketches, donde el musical esté presente, donde la actualidad se filtre todo el tiempo y en el que haya invitados para charlar distendidamente. Una especie de programa ómnibus de los de antes, pero modernizado. Una suerte de Badía&Compañía, pero con un conductor que cante y baile.
–¿Pero no cree que la TV puede limitar esa valoración de la originalidad que usted pregona?
–Las convenciones de cada medio son los marcos contenedores para que la originalidad fluya. Yo necesito la convención para darle rienda suelta a la expresión. Sin la convención, me quedo en blanco, me taro. Necesito saber en qué encuadre tengo que aportar lo mío. Preciso una pauta porque si no el lienzo es demasiado largo. En cambio, hay gente como Alfredo Casero –se me ocurre, porque no lo conozco–, que agarra el micrófono y arranca.
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