TELEVISION › LAS MULTIPLES FACETAS DE ROBERTO PETTINATO
¿Cómo hace este músico, conductor y periodista para convivir con el free jazz, la revista La Mano y Amalia Granata? Lejos del cambalache, confiesa que se pregunta si es momento de retirarse.
› Por Juan Ignacio Provéndola
A esta altura, ya no queda demasiado por contar acerca de Roberto Pettinato. Desde aquella aparición en la revista El Expreso Imaginario hasta su establecimiento definitivo en el prime time de la televisión de aire, fueron tantas las expresiones que él encontró para formularse (y reformularse) que sólo queda una amarga sensación de impotencia al buscar en vano otra manera de presentarlo que no sea desde el lugar común. Hasta Wikipedia se queda corta: habla de “conocido músico, humorista, libretista, periodista y conductor de radio y televisión” y se olvida de decir, por ejemplo, actor o escritor. Nada de lo que hizo Pettinato fue desatendido. Tal vez porque siempre dejó su registro por donde pasó o simplemente debido a esa habilidad de haberse convertido en su propia empresa. “Lo más grande que inventé en mi vida fueron dos cosas: crear a un tipo llamado Pettinato y lograr la forma de que jamás un canal haya perdido dinero conmigo sin ser un éxito de más de 13 puntos de rating. ¿No es increíble eso? Creo que ya me tendría que retirar sólo con esos dos logros”, dice, desde algún lugar del mundo, a través de su iPhone.
En definitiva, es eso. Siempre se trata de Pettinato, y con eso se lo dice todo. La prueba está disponible cualquier día de la semana. Desde su revista, un programa de radio o cualquier proyecto de free jazz que esté craneando. O, directamente, desde la tele, ahora con Un mundo perfecto (América). Fue en ese ámbito donde, de golpe, se convirtió en un consumo popular compitiéndoles en los premios a Tinelli, Fantino, Marley o Julián Weich. Pero los que trasnocharon los ’90 viendo Orsai a medianoche, por TyC Sports, no necesitaron de los Martín Fierro para descubrirlo como conductor.
Algún día, los enciclopedistas de la televisión criolla reconocerán aquella dupla irrepetible de Pettinato y Gonzalo Bonadeo, colada en voz baja entre el fragor de una programación que era puro peloteo. Roberto venía de Mirá quién canta, Gonzalo de Ritmo de la noche y ambos se encontraron a la mitad de sus carreras televisivas promediando la década. Todo comenzaba con ambos atravesando el corazón de Constitución en plan Don Quijote y Sancho Panza, hasta que se encontraban con una pelota y empezaban a experimentar viajes auténticamente lisérgicos en los que Petti, por ejemplo, aparecía trotando junto a Maradona o dándole una charla táctica a Bilardo. Esa era la apertura, y quienes no lo disfrutaron igual se podrán imaginar cómo seguía. La magia duró dos años. A Pettinato, ese ciclo le permitió imprimirle un nuevo rumbo a una actividad en la que llevaba más de una década. Con el envión, pegó la vuelta a los canales de aire y se dio el gusto postergado de conducir su primer late night con una fórmula simple: música, un escritorio, un invitado. Se llamaba Duro de acostar, aunque Telefe lo mandó a dormir a los meses. Pero eso es anécdota: “Orsai, Duro de acostar y Que parezca un accidente fueron lo mejor que hice en mi vida”, sentencia Pettinato. Fue de allí donde comenzó a explorar el camino que retomó en Un mundo perfecto, su primera apuesta post Indomables y sucedáneos (una vez concluida la sociedad creativa con Diego Gvirtz) en la que pareció interesado con retomar aquellas recetas.
–¿El formato de Un mundo perfecto es el que más le gusta?
–Sí, y creo que es el único que puedo hacer, aunque haya pasado por el corte de manzana, Listos ya –entretenimiento puro– o tener la capacidad de hacer juegos de cartas como Nico en Petti en vivo. Lo que pasa es que la gente no me cree mucho, salvo que diga: “Amigos, esto es para entretenerlos y no mucho más”. Pero dentro de mí también tengo mi lado inflables-Marley, ja.
–Cerró filas con Nacho Goano y Amalia Granata tras años marcados por paneles numerosos. ¿Cómo es la conexión con ellos?
–Nacho es un diamante en bruto. Siempre escuchaba sus comentarios en CQC, y le dije que algún día íbamos a trabajar juntos. Tiene mucho más para dar, eso estará en manos de los productos y de él mismo. A Amalia la quiero mucho y ella no está acostumbrada a que la quieran tanto. Creo, ja. Hacen un buen tándem porque ella es peligrosa y Nacho Flanders es el equilibrio en persona. Pero todo es ficción, como si se tratara de una comedia por encima de nosotros.
–En 2008 dijo “espero hacer dos años más de televisión”. ¿Esta es su temporada final?
–Tengo buenos amigos que son del medio y me aconsejan. Siempre les digo: “¿Ya tengo que retirarme, no hay nada más para hacer?” O aún peor: “¿Hay más de lo mismo para hacer?”. Eso es tremendo. No que hayas hecho todo, sino que siempre sea lo mismo lo que tengas que hacer. A Suar, por ejemplo, siempre le agradecí haberme convocado como actor para Primicias. ¡Y encima estuve nominado como revelación! Eso sí es emocionante, pese a que todos los años siempre estoy como conductor... pero en ese rubro ya me ponen sólo para darle prestigio a la terna, ja. Sinceramente, no sé si debo retirarme, pero sí buscar algo nuevo. ¿Debo seguir con Un mundo perfecto en el 2011? No lo sé. ¿Debo cambiar algo? Tampoco lo sé. Pero juro que todos los días me pregunto lo mismo y mis amigos ya casi no me atienden para responderme. No se trata de cambiar de canal y esas tonterías, porque todos ofrecen más o menos lo mismo: luces, maquillaje, cámaras... y punto final. Habrá un director más talentoso que otro que es un idiota que sólo sabe decir: “Tengo 30 años en esto, pibe, vos no me vas a enseñar nada”. Digamos que no es una diferencia notable. A veces puedo ser capaz de tantas cosas al mismo tiempo que no sé realmente quién soy. Dios, me da hasta nervios hablar de todo esto.
–¿Ya no sigue creyendo, entonces, que es un músico que trabaja de otra cosa?
–Hay dos Pettinatos completamente desconocidos: el escritor y el músico. Gracias a Dios, me los guardo para mí. Cuando he querido mostrarlos, especialmente al músico, al no venir a mis conciertos la gente quiso decirme “muy lindo todo... ¡ahora quedátelo para vos porque no entendemos esa música!” Me da gracia, pero puedo reírme porque tengo un trabajo fijo para que todos podamos comer rica comida y pagar las cuentas. Por eso me emociono cuando alguien me dice que le gustó Pachuco Cadáver, el free jazz o un editorial de las que escribo en La Mano. Me encanta cuando hay alguien ahí afuera que repara en algo casi invisible de tu personalidad. Un día fui a ver una obra de Suar y le dije que era mi comediante favorito. Me di cuenta de que le gustó más eso que ganar 60 millones. ¿Por qué hace teatro todas las noches un tipo que ya está hecho? Porque existe un lado de vocación que no pasa por el dinero y después dedicarse al golf o a buscar pendejas en Tequila.
–¿Cómo fue tocar con Pablo Lescano de Damas Gratis en su programa?
–La verdad es que no estaba planeado. Empecé a tocar “Disco Baby Disco” de Sumo y quedó bien. Como cuando Charlie Parker tocaba “La Cucaracha” en otro ritmo. ¿Qué más podemos pedir después de los discos Bossa n’Stones? Por mi cuenta, ahora estoy preparando una idea que consiste en tocar los himnos nacionales de determinados países desconocidos, pero en otra fórmula. Los escuché y son realmente atractivos, algunos parecen salidos de Coltrane.
–De sus proyectos actuales, la revista La Mano es el que más tiempo acumula. ¿Se debía una vuelta al periodismo gráfico?
–Amo el periodismo gráfico y gracias al cielo que vine de él. La Mano es la gran revista en donde escriben los que saben y los que opinan de verdad. Es una revista sin concesiones, donde no ponemos a Julieta Ortega en tapa. Obvio que no lo digo por ella, sino por eso de que cualquier fenómeno que ande por ahí hay que reflejarlo. Eso lo hizo la Rolling Stone norteamericana cuando inició en los ’80 sus peores números.
–¿Se cree un tipo particularmente contracultural?
–Mi lado contracultural está en los monólogos, mi música para tres personas, mis libros y una forma de pensamiento a veces agresiva, pero la ironía y el cinismo son agentes de corrosión más efectivos que una pancarta.
–¿Qué le queda al rock?
–Será contracultural en la medida en que sus letras tengan alguna diferencia con Juanes o Axel. El tema de la contracultura no se eliminó del mundo, sólo que está escondida y es underground de verdad. Una vez le dije a Cumbio: “Vos no tendrías que haber aparecido en televisión. Ni vos ni ninguno de los floggers. Así hubiesen formado un verdadero movimiento de algo”. Pero, a la semana, estaban siendo descuartizados por Chiche y veinte programas más. La gente ahora piensa, pero no dice. No quiere decir que el mundo sólo está detrás del dinero y lo único que quieren todos es un departamento copado en alguna ciudad o barrio bueno. Si pensamos que contracultura es Palermo Hollywood con dos chicas bonitas fabricando ropa... bueno, digamos que no es muy completo el concepto, ja.
–¿Cómo recibió el fallo de la Corte Suprema y los constantes debates sobre la despenalización de la marihuana?
–Siempre hay mil formas de encerrar a los jóvenes, eso existió desde siempre. Creo que lo mejor es que cada uno sepa lo que hace, nada más. Tienen que informarse y no cometer errores de los que no puedan entender cómo fue que se metieron en semejante quilombo y sus vidas se fueron a la mierda.
–¿En qué posición personal lo encuentra esa situación?
–Mucha gente cree que uno se droga y que lo hace para ser distinto o genial. ¡Qué triste es el final de la humanidad! ¿Y saben por qué quieren creer eso? Porque si no, se suicidarían de pensar “este tipo, estando igual que yo, ¿es así de genial y lo admiro? Prefiero pensar que se droga y yo no, así me siento mediocre pero sano”. Así es la humanidad, ¡y es cierto!, porque a mí me deprimió mucho saber que Paul McCartney escribió “Yesterday” haciendo el desayuno y revolviendo huevos en la cocina. Pensé: “Dios, hubiese preferido enterarme de que era drogadicto, ¡jamás llegaré a ser como él!” Prefiero que mis admiradores piensen que soy un loquito drogota, porque el día que se enteren de que no es así, se deprimirán mucho. Los estoy cuidando, aun sacrificando día a día mi propia reputación.
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