TELEVISION › CARLOS BELLOSO, FAVIO POSCA Y SUS PERSONAJES PARA LOS UNICOS
Con la sólida formación que da el teatro y la experiencia de haberles puesto el cuerpo a varios personajes televisivos que dejaron su marca, el dúo destaca la posibilidad de trabajar ciñéndose a un guión, pero con la libertad de abrir el juego.
› Por Emanuel Respighi
Son los reyes de la creación de deformes, oscuras y marginales criaturas. En sus unipersonales, ambos cultivan el arte de la composición, dándoles vida a personajes que sólo ellos pueden imaginar y recrear con precisión antropológica y observación callejera. Como pocos actores de su generación, Carlos Belloso y Favio Posca comparten un estilo artístico según el cual la creatividad nunca puede estar exenta de riesgo. Para ellos, el único límite es el que le impone su propia cabeza. Esa es la esencia con la que piensan cada uno de los personajes que animan con sello propio, sea sobre un escenario o cada vez que la pantalla chica los convoca. Y ahora volverán a revalidar sus credenciales en Los únicos, la nueva comedia de acción fantástica que El Trece estrenaría el lunes 7 de febrero en su franja nocturna. En la nueva ficción, Posca y Belloso harán de las suyas interpretando a un dúo de villanos único e irrepetible. A su juego los llamaron.
Producido por Pol-Ka, Los únicos es uno de esos proyectos que provocan expectativas desde el momento en que se cuela en la TV una propuesta que parece encaminarse por un registro no muy transitado. La “comedia de acción fantástica” –tal como la definen sus protagonistas– no suele ser un género habitual dentro de las ficciones televisivas, más cercanas al culebrón o a la comedia costumbrista. Con una refrescante pretensión lúdica, Los únicos contará una trama que sin perder el verosímil se permitirá algunas licencias fantásticas que el televidente argentino medio deberá aceptar, para poder dejarse llevar por una historia en la que una unidad de agentes especiales se enfrentará a Livio Muzak (Belloso) y Ronco Milevich (Posca), dos criminales violentos y despiadados. Con una producción que no ahorra en efectos especiales, Los únicos contará con las actuaciones de Mariano Martínez, Nicolás Cabré, Eugenia Tobal, Arnaldo André, Griselda Siciliani, Nicolás Vázquez y Claudia Fontán, los “buenos” de la trama.
Del otro lado de la liga de la Justicia estarán, entonces, los villanos de turno que Belloso y Posca se encargan de describir con sus propias palabras. “Mi personaje es un villano racional y el de Posca es un malo más eléctrico”, abre el juego Belloso, en pleno almuerzo. “Mi villano es pleno sentimiento: un psicópata. Tiene el poder de electrocutar a la gente y de hacer toda clase de maldades, y disfruta cada una de las cosas que hace. Pero no las hace desde el lugar del resentido o de la venganza. Es un psicópata al que le fascina lo que hace. En cambio el personaje de Belloso es un malvado que surge desde el resentimiento, porque le mataron al hermano gemelo y ahora tiene un odio acumulado que lo motoriza a vengarse”, agrega Posca, en la entrevista con Página/12.
–¿Por qué sus villanos se alían dentro de la trama de Los únicos?
Favio Posca: –Porque a mi personaje tampoco le conviene que haya esta gente justiciera dando vueltas por ahí. No es que formamos parte de una liga de malvados.
Carlos Belloso: –Somos gente de negocios a los que esta brigada justiciera viene a joderles su vida. Somos empresarios de actividades que involucran muertes y otros chanchullos. Pero no hablamos en términos de malos versus buenos. Para ellos somos los malos, pero nosotros no nos creemos malos: tenemos que matar a alguno porque nos arruinan nuestro negocio.
–¿Para un actor es más divertido hacer de villano que de bueno?
C. B.: –La tira nos da la posibilidad de jugar con nuestras composiciones de villanos y llevarlos casi al comic. Son personajes que nos permiten divertirnos mucho. Cuanto más malos son los personajes en una comedia de acción como Los únicos, más ridículos son y más impunes se vuelven. Mi personaje es un húngaro, que sería parte de una organización criminal internacional y que viene a vengarse del jefe de los agentes, que mató a mi hermano gemelo. Tiene una historia previa que vengar.
F. P.: –Hacer de villano siempre es más divertido. Los buenos también se divierten porque las misiones están buenas. No ser villano es divertido porque te abre la posibilidad de poder amar, de vivir situaciones con las que el público se pueda identificar. Es raro que el villano se enamore. El villano queda atrapado de su villanez. El bueno tiene corazón; el villano es frío. De todos modos, la impunidad del villano es maravillosa.
C. B.: –Mi personaje sufre porque carece de sentimientos. Si bien es sanguinario, pareciera ser que el único sentimiento que tiene es el de angustiarse por no poder tener sentimientos. Es querible en un punto, pero por otro es un asesino frío y calculador.
F. P.: –Mi villano tiene una cuota de glamour, equipado con su moto y su fanatismo por el rock, que lo vuelve un tipo hipermoderno. En ese sentido, si bien son aliados, se trata de villanos muy diferentes. En mí, el desafío fue hacer un villano realista. Mi villano podría ser un galán y trabajar en la telenovela de las tres de la tarde. No es un villano de caricatura, aunque está a un tono del comic. No son villanos para niños, que también podríamos hacerlo y muy bien. Son villanos que necesitan de la convención de la fantasía del televidente, porque al fin de cuentas mi personaje puede darte un abrazo y matarte por una descarga eléctrica, pero el contexto realista de la historia los vuelve verosímiles.
–¿Pero qué tan cerca de la locura están sus personajes?
F. P.: –La psicopatía es una forma de locura pero cada vez está más extendida y es común entre noso-tros. Jugamos a ser villanos reales con poderes especiales.
C. B.: –Mi personaje es un húngaro sanguinario, pero algo torpe, como el superagente Maxwell Smart. No está loco ni mucho menos.
–¿Cómo se introduce el humor en los villanos?
F. P.: –El humor, de todas maneras, no se da ni de la torpeza ni de la actuación. Es la primera vez que me pasa que no compuse un personaje para hacer reír, y sin embargo causa mucha gracia. Juan, en Sin código, era un personaje donde el rictus de la boca, la forma de expresarse y las muletillas te hacían reír. Este personaje, en cambio, no tiene muletilla alguna. Transita el registro natural pero te dispara la risa desde otro lugar, desde qué pasa cuando descarga electricidad, desde la forma en que se miran los aliados, la manera en que los villanos se relacionan con los buenos... no son personajes con remate, o con gags, ni torpes cual villanos pelotudos de las películas yanquis. No estamos haciendo una sátira de los villanos. El guasón de Heath Ledger en Batman: el caballero de la noche tenía cierto grado de locura –también de violencia–, pero era creíble.
–¿Hasta qué punto se permiten la improvisación en el programa?
F. P.: –Agregamos pequeños textos, pero no podemos improvisar. La tele no nos permite delirar. Agregamos pequeños juegos de miradas y palabras dentro de las escenas. Nos ceñimos al guión, pero sin dejar de imprimirle nuestro propio sello.
C. B.: –Con Pivotto (Sebastián, el director), nos conocemos desde hace tiempo, porque trabajé con él en Campeones. Ese conocimiento es el que nos permite improvisar pequeñas cositas para sorprender al público, sin hacer bolsa el guión. Nosotros nacimos para sorprender.
–¿Qué aportaron ustedes a la composición de sus personajes?
F. P.: –Aportamos nuestra mirada. Los únicos es una comedia familiar de acción fantástica. Más que a Batman y Robin, estamos más cercanos a ser una mezcla de X-Men y Héroes.
C. B.: –A nosotros nos delinearon la historia y los personajes, para dentro de esa idea general darnos libertad para componer. Yo agregué ser un húngaro para darle una estructura internacional mayor del negocio que mi personaje defiende. Los personajes tienen que ser verosímiles, pero sin dejar de ser villanos. Estamos en el borde: un paso más a la izquierda o más a la derecha y nos convertimos en el Superagente 86.
–Ustedes tienen una sólida y larga formación teatral, son guionistas y creadores de una vasta galería de personajes. ¿Cómo es componer extrañas criaturas para la TV?
F. P.: –A la hora de componer personajes, el teatro y la tele no van de la mano. No tienen nada que ver. Son dos sistemas que demandan recursos completamente diferentes, que uno tiene que aprender de cero. Uno puede ser un gran actor de teatro pero en la tele puede ser un pésimo actor, porque no sabe manejar la energía, la mirada, la voz... El de la tele es un oficio muy difícil, pero que una vez que lo aprendés, volás. Mi desafío en la tele fue siempre poder conservar la esencia que tengo como artista.
–¿Y por lo hecho hasta ahora está satisfecho?
F. P.: –La tele siempre me potenció. La gente me recuerda todo el tiempo personajes televisivos. Creo que siempre me esforcé en componer personajes que quedaran en la memoria de la gente. Creo que no pasó inadvertido ninguno. Desde el Bambi de Gasoleros hasta el “Bue, no importa” del teléfono de De la cabeza, pasando por el gay Bocha de El sodero de mi vida, hasta Juan de Sin código, todos los personajes que compuse en la tele tuvieron mi sello.
C. B.: –A mí me conocen más por la tele que por el teatro, aun cuando hice mucho más teatro. En el teatro tengo un público que me sigue y que se ven atrapados por los personajes que hago, pero son mucho más conocidos los personajes que hago en la tele. El Vasquito de Campeones o Willy de Tumberos hoy están presentes en el imaginario colectivo de buena parte de los argentinos. A lo largo de mi trayectoria teatral me vio menos gente que la que lo hizo en un solo capítulo de Campeones. La tele tiene una penetración impresionante, pero que hay que aprovecharla para que uno con sus trabajos pueda dejar una huella.
–Ustedes vienen del teatro, donde componen personajes marginales y oscuros. ¿Por qué creen que en las ficciones televisivas esos personajes tienen poco lugar?
C. B.: –El Willy de Tumberos te hacía reír y llorar de miedo a la vez. Era un personaje siniestro, era la roña de la cárcel. Y sin embargo tuvo mucha repercusión. Pero es verdad que fue una excepción. A los productores les cuesta salir del estereotipo. Tranquilamente se pueden hacer ficciones o personajes que tengan otras capas, otros matices. Lo que pasó con Cha Cha cha o con (Diego) Capusotto son ejemplos de que en la tele pueden funcionar todo tipo de personajes, siempre y cuando tengan un colchón artístico detrás que les dé lógica. El absurdo o lo deforme también forman parte de la realidad y son recursos artísticos que a esta altura cualquiera puede decodificar. El problema es que en la tele no se corre riesgo de lenguaje. Es un medio que mantiene el mismo lenguaje para que nada cambie. Se modifican pequeñas cosas, pero el lenguaje sigue siendo el mismo. A la tele le falta asumir riesgo en el lenguaje. Capusotto demostró que la gente celebra a otros lenguajes en el medio. (Pedro) Saborido y Capusotto no inventaron nada, pero lograron conformar una propuesta de humor distinta y sólida, a la que no se resignan. Cambiar la tele no depende de los artistas, sino de una decisión política que deben asumir quienes toman las decisiones.
F. P.: –La tele es un medio que tiene sus propias características. la parálisis creativa de la tele se termina cuando nos vienen a ver a no-sotros al teatro. No me gusta opinar de los demás. Creo que hay productores como Adrián Suar que se juegan a convocar a un tipo como yo porque saben que puedo deformar la tele a la medianoche, pero que también puedo aportarle mi creatividad a un personaje de una tira diaria de las 9 de la noche. Estoy feliz de que me den libertad para componer mis personajes. Tal vez no se apuesta al riesgo porque componer personajes no estereotipados y que sean creíbles no es fácil. No hay 80 actores que puedan hacerlo. Capusotto está haciendo un programa de sketches. Pero meter en una tira convencional, de registro naturalista, personajes fuertes no estereotipados que no rompan el verosímil es complejo. Insertar en una tira un personaje complejo, con power propio, y que nade como pez en el agua no es nada fácil. Y tal vez por eso no se hace.
–Pero el resultado es incierto hasta que se asuma el riesgo. En la TV cada vez menos se apuesta a algo novedoso.
F. P.: –Los productores tampoco quieren perder plata por hacer un fiasco. No se asumen riesgos porque la lobotomización de la gente funcionó. Nadie obliga a la gente a ver tele. Sin embargo, lo que funciona son los realities y los programas de chismes. Entonces, ¿de quién es la culpa? ¿De los productores o del público? Es una pregunta sin respuesta concreta. Son los tiempos que corren. Yo prefiero disfrutar del momento y seguir rompiéndome el marote para salirme de la media.
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