TELEVISION › ESTA NOCHE LLEGA EPISODES, DE LOS CREADORES DE FRIENDS
A puro sarcasmo e ironía, plagada de guiños a series y situaciones que tomaron estado público, Episodes propone una excursión graciosa y desprejuiciada a las bambalinas de la televisión estadounidense y sus contrastes con la TV británica.
› Por Emanuel Respighi
Que la autorreferencialidad es un género en sí mismo, no es novedad a los ojos de los televidentes argentinos: la TV local se encarga a diario de reafirmar ese concepto con todo tipo de ciclos que basan su contenido en lo que pasa en la pantalla chica. Esa televisión, que construye una realidad paralela, mediática, se mira a sí misma en magazines, periodísticos y también lo supo hacer en algunas ficciones. Pues bien, la tendencia televisiva de mirarse al espejo –parece– no es potestad de la TV argentina: basta con adentrarse en la trama de Episodes, la serie que I.Sat estrena hoy a las 22, para corroborar que la trastienda del mundo del espectáculo y de sus celebridades son atracciones que no saben de fronteras ni culturas. La serie que parodia con crueldad la hoguera de las vanidades de Hollywood tiene el condimento adicional de estar protagonizada por Matt LeBlanc que, lejos del Joey de Friends, hace de sí mismo, construyendo una suerte de caricatura que le podría caber a cualquier celebridad que alguna vez conoció el éxito.
Serie creada, escrita y producida por Jeffrey Klarik y David Crane (Friends), Episodes es uno de esos irreverentes programas que cada tanto logran colarse por alguna grieta oculta del sistema televisivo estadounidense, por lo general generada dentro de la TV por cable. En este caso, la pantalla que la vio nacer en Estados Unidos fue Showtime (la misma emisora de Weeds, Californication, The Big C, The Tudors, The L World, entre otras). Mostrando con acidez y brutalidad la manera en que los productores y gerentes de TV toman sus decisiones artísticas, Episodes es una de esas series –como 30 Rock– a las que la conservadora industria audiovisual no le queda otra que aceptar tras críticas favorables e interesantes audiencias, aunque más no sea camuflando su impotencia en un gesto de amplitud ideológica.
La trama de Episodes cuenta la odisea por la que deben atravesar Sean y Beverly Lincoln, una pareja de exitosos guionistas ingleses, a los que el gerente de un canal de Hollywood los contacta para hacer la versión estadounidense de Lyman’s Boys, una ficción que fue un suceso en tierras británicas. “Me encanta la serie: quisiera hacer el amor con el programa”, les dirá para convencerlos. Fascinados por la posibilidad de repetir la historia del otro lado del Atlántico, Sean y Beverly pronto descubrirán que el sofisticado arte de crear una sitcom en Estados Unidos lo único que hace es homogeneizar los programas, limpiando todos aquellos aspectos diferenciales que hacen que un programa sea innovador. Incluso, se toparán con que su llegada a Los Angeles no es más que el resultado de la “moda” de la TV norteamericana de realizar remakes de comedias británicas con la infantil idea de que los éxitos se pueden trasladar de un país a otro. “¿Cómo que el gerente que nos contrató no vio la serie? ¿Por qué nos contrató, entonces?”, se alarman los ingleses cuando se enteran de que quien los contrató nunca vio ni un capítulo de la original. “¡Hello! Es un éxito. La serie ganó premios y duró cuatro años. ¿Qué más?”, le responderá uno de los especialistas del grupo de ejecutivos que desarrollarán la versión local de la ficción.
Acorde al universo en el que se centra, Episodes es una serie antisistema que usa el humor para decir todo lo que quienes frecuentan cualquier tipo de industria audiovisual piensan, pero para evitar herir susceptibilidades prefieren mantener en silencio. O, a lo sumo, entretener con anécdotas una sobremesa familiar. El narcisismo de las estrellas, las “ideas brillantes” de los productores, las supuestas fórmulas exitosas que nunca deben romperse, son algunas de las cuestiones que la serie aborda con sentido crítico, desde una visión sarcástica. La participación de LeBlanc haciendo de sí mismo, exgerando (vaya a saber uno cuánto) los rasgos propios de todo superstar, le suma al programa un grado de verosimilitud y cercanía con la cotidianidad made in Hollywood que potencia la sátira. Figura mundialmente conocida por su actuación en Friends, LeBlanc se tira de cabeza a su propia parodia con la inimputabilidad del que disfruta reírse de sí mismo.
Pero lejos de situarse en una posición alejada del engranaje de egos y miserias que intenta reflejar, Episodes se mofa, incluso, de su propia existencia, en tanto producto de esa misma maquinaria de chorizos que es el star-system hollywoodense. Es que Episodes también es producto del way of life estadounidense mainstream. En efecto, en la adaptación de la serie a la cultura norteamericana, el director viejo y gordo de la original (a cargo de Richard Griffiths) es reemplazado por el esbelto y sonriente LeBlanc, “para hacer más moderno el programa”. Otro cambio es que mientras en la apócrifa serie inglesa el protagonista se enamora de una bibliotecaria lesbiana, en la nueva los productores y el mismo LeBlanc la transforman en una heterosexual. Vale la pena seguir el diálogo en el que la estrella “justifica” ante la pareja británica la modificación en la elección sexual:
Matt LeBlanc: –¿Cuántos años duró la serie en Reino Unido?
Sean: –Cuatro temporadas.
M. L.: –¿Eso cuántos episodios son?
Sean: –Veinticuatro.
M. L.: –Eso es una temporada para nosotros. En Friends hicimos 236 capítulos. Tienes que darte espacio para continuar las historias. ¿Cuánto crees que habrían durado Ross y Rachel si ella fuera lesbiana?
A puro sarcasmo e ironía, plagada de guiños a series y situaciones que tomaron estado público, Episodes es una graciosa y desprejuiciada manera de que los televidentes conozcan la cocina en la que las ficciones comienzan a tomar cuerpo. El mundo de Hollywood que el televidente puede imaginar, sospechar, pero del que carece de datos concretos de primera mano, tiene en la serie a un generoso “buchón” camuflado de ficción.
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