Lunes, 9 de mayo de 2011 | Hoy
TELEVISION › “FUIMOS EL ORIGEN. SOMOS EL FUTURO. CANAL 7: SESENTA AñOS DE TELEVISIóN”
Por Facundo García
Si existiera una selección nacional de humoristas, los que protagonizaron la charla que se hizo el sábado en la Sala Borges de la Feria del Libro jugarían desde el arranque. En el panel “Fuimos el origen. Somos el futuro. Canal 7: sesenta años de televisión” abundaron las gambetas verbales de Diego Capusotto y los guionistas Pedro Saborido, Santiago Varela y Carlos Barragán, con Carlos Ulanovsky como árbitro de un amistoso donde la política marcó al arte muy de cerca.
Ulanovsky –que en varios libros ha analizado la historia de los medios locales– hizo las introducciones de rigor. “En octubre de este año, la TV argentina cumplirá seis décadas. Canal 7 fue el único entre el ’51 y el ’59, y más tarde dio pie a experiencias riquísimas. Hoy la señal pionera se mira a sí misma. Estamos acá para recorrer su trayectoria desde el particular observatorio del humor”, presentó el periodista. Lo asombroso es que ese “particular observatorio” demostró ser la contracara de una moneda que del otro lado está tallada a sangre y fuego. Varela, encargado de escribir los monólogos de Tato Bores entre 1988 y 1993, desplegó la idea: “La televisión siempre tiene que ver con el contexto. Yo no me olvido del cuidado que teníamos algunos en los primeros años de democracia. Tratábamos de pegarle a un legislador, pero no a todo el Congreso. Después de tanto sufrimiento, intentábamos cuidar las instituciones”.
El debate no había ganado temperatura cuando llegó la noticia de que Racing le había ganado a Arsenal, hecho que Capusotto, feliz, atribuyó “a una reciente compra del club”. “Es el jugador Sambrotti. Le falta una pierna pero es un estratega de lujo”, remató. Tras las carcajadas compartidas, Varela –una de las plumas más curtidas del medio– retomó el hilo. “Simplemente quería decir que el buen humorista hace chistes contra el poder, que no necesariamente es el gobierno. Nos costó aprender eso. Tato se arrepentía de haber parodiado de más a Illia, porque esas burlas habían favorecido a los milicos.”
Recorridas las primeras baldosas del siglo XXI, no se avizoran figuras que destaquen a la manera de los viejos monologuistas. “Es que en la época de Tato, uno leía los diarios y todos decían más o menos lo mismo. El hacía la caricatura de esa imagen, y la gente se involucraba con comodidad. Hoy agarrás tres matutinos y ves tres países diferentes. Es más complicado lograr la sintonía”, explicó Varela. Para el escritor, sin embargo, Capusotto y Saborido representan un filón que conecta con la antigua estirpe. “Ellos también son políticos, porque hablan de situaciones cotidianas y del sentido de esas situaciones.”
Con los géneros en pleno proceso de hibridización, la ventaja del 7 es que no está en la carrera por el rating, y por lo tanto da la posibilidad de testear programas sin apuro. “Hola Susana, La Noticia Rebelde y muchos otros fenómenos nacieron ahí. Si Peter Capusotto y sus videos no hubiera estado en la Televisión Pública, no habríamos tenido la posibilidad de ir madurando”, confesó a su turno Saborido, que también guionó a Bores antes de dejar su impronta en Todo x dos pesos y Pájaros Volando, entre otros éxitos. Capusotto completó la hipótesis: “Tuvimos la paz de no atarnos al primer personaje que pegara. Si no, a la semana te encontrás diciendo ‘volvé a hacer El Loco Mortadela, que a la gente le gustó y si no lo hacés nos rajan’”.
Según los panelistas, los espectadores de TV suelen otorgarles a las comedias el espacio más destacado en su lista de recuerdos. Y lo descolocante –exceptuando a ese bastión que fue Peter Capusotto– es que los programas para hacer reír se han evaporado. Ya no ocupan una franja fija. Están licuados a lo largo de la grilla para “dar un respiro” a tanta estadística, tantos conductores cacofónicos y tanto culo y teta porque sí. Como cantautor, hombre de radio y columnista de 6, 7, 8, Carlos Barragán conoce de primera mano esas mutaciones. “Por momentos 6, 7, 8 es similar a lo que hace Rial –se sinceró–. Se pone entretenido, rupturista y desprolijo. Hay una estructura bastante grande, y paralelamente participantes que no son muy serios. Lo que sale es ese resultado extraño, que tiene humor y a la vez mete, entre chiste y chiste, temas durísimos y gente de la academia.” Su sonrisa y su perplejidad fueron un buen resumen de la noche.
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