TELEVISION › ENTREVISTA CON PABLO ECHARRI, QUE DEBUTA EN “MONTECRISTO” Y EN LA PELICULA “CRONICA DE UNA FUGA
Pablo Echarri debuta este martes en Montecristo, una novela de Telefé en cuyo marco se rozará el tema de la apropiación de niños durante la dictadura. En el film de Adrián Caetano, por su parte, interpreta a un brigadier de la Mansión Seré, de donde se escapó un grupo de detenidos.
› Por Emanuel Respighi
A los 36 años, secuestro de su padre, nacimiento de su hija y casi una decena de telenovelas mediante, Pablo Echarri dice sentirse “cansado” de hacer siempre lo mismo. “Quiero desandar nuevos espacios y desafiarme como actor. La etapa del galán convencional de telenovela ya es pasado”, se confiesa en la entrevista con Página/12. Y, suerte del destino o estrategia buscada, el actor comenzará esta semana su etapa más politizada, con el estreno de un programa de televisión y una película cuyos personajes están casualmente atravesados por el horror de la última dictadura militar. Desde mañana, a las 22, Echarri protagonizará –junto a Paola Krum y Joaquín Furriel– en la pantalla de Telefé Montecristo, una versión local de la clásica historia escrita por Alejandro Dumas en el siglo XIX, en la que el conflicto napoleónico es reemplazado aquí por la complicidad de los civiles en los años de plomo. A su vez, el jueves se estrena en la cartelera porteña Crónica de una fuga, la película de Adrián Caetano que cuenta la historia del único grupo de secuestrados que se escaparon de un centro de detención clandestino. En el film, en el que también participan Rodrigo de la Serna, Diego Alonso y Nazareno Casero, el actor interpreta a Huguito, como se conocía al brigadier represor que encabezó el grupo de tareas de la Mansión Seré.
Yendo por partes, Montecristo cuenta la historia de Santiago Díaz Herrera (Echarri), un joven que lo tiene todo: amor, futuro, familia, éxito, hasta que la traición de quienes lo rodean convierte su vida en un infierno. Hijo de un reconocido juez de la Nación, Santiago acaba de ser nombrado secretario de un juzgado y planea casarse con Laura (Krum), la mujer de su vida. Al comenzar la historia, Santiago y su mejor amigo Marcos (Furriel) se preparan para ir a un torneo de esgrima en Marruecos. Lo que Santiago no sospecha es que ese viaje lo llevará a su desgracia. Días antes de viajar, Santiago se entera que su padre, Horacio Díaz Herrera (Mario Pasik), acaba de descubrir que Alberto Lombardo (Oscar Ferreyro), padre de Marcos, está vinculado a la apropiación de bebés durante la dictadura. “Mi viejo –cuenta Echarri– está por destapar esa olla y Lombardo decide, junto a su hijo, eliminar todas las pruebas posibles que lo puedan incriminar. O sea: a mi viejo y a mí. A mi viejo lo mata mientras yo estoy en Marruecos y a mí me encierra en un pozo durante 10 años. A partir de ese momento, mi personaje sólo piensa en una cosa: vengarse de quienes lo traicionaron.”
Basada en el libro Pase libre, de Claudio Tamburrini, Crónica de una fuga narra la historia real de un arquero de fútbol profesional (Tamburrini, ex jugador de Almagro), que fue secuestrado por los militares después de un partido y que junto a tres detenidos logra escapar del campo de detención clandestino ubicado en Castelar, en marzo de 1978. Contada como thriller de suspenso, en la película dirigida y escrita por Caetano (Mundo Grúa, Pizza, birra, faso, Un oso rojo, Bolivia), Echarri deja de lado los personajes bondadosos a los que acostumbró a lo largo de su carrera para interpretar en carne y hueso la brutalidad y crueldad de la dictadura militar 1976-’83.
–¿Con Montecristo y Crónica de una fuga inicia su etapa más oscura como actor?
–Puede ser. Son dos personajes atravesados por la dictadura, pero de diferente manera. Por un lado, en Montecristo, mi personaje es un chivo expiatorio de un ginecólogo que colaboró con la última dictadura militar en Argentina y se relacionó con varios casos de apropiación de bebés. De alguna manera, Montecristo centra su foco en la colaboración civil de la dictadura y en el manto de silencio que siguió después. Por su parte, en Crónica de una fuga, encarno a la dictadura en su más pura expresión: hagodel brigadier al que se conoció como “Huguito”, que era uno de los jerarcas de la Mansión Seré, uno de los pocos centros clandestinos pertenecientes a la Aeronáutica. Allí, me toca encarnar a un tipo con la convicción plena de lo que estaba haciendo, sin doble lectura: estaba luchando por su país en lo que él consideraba arbitrariamente una guerra.
–Un personaje complejo de interpretar...
–Totalmente. Pero creo que la única manera de interpretar este tipo de personajes y serles fiel es no juzgarlos. Yo soy de no juzgar a los personajes mientras los hago. Después, sí lo hago y tomo mi posición, obviamente.
–¿Por qué durante el proceso de construcción y actuación no juzga a los personajes?
–Porque si juzgo a un brigadier como Huguito, me alejaría de su manera de pensar. ¿Cómo hacer detestable a un torturador que realmente existió y con el que no compartís nada? Si en la creación me pongo a pensar si lo que hizo el estuvo bien o mal, no lo puedo interpretar porque me va a dar culpa y le voy a bajar la rosca. Y la verdad es que “Huguito” es el más seductor hijo de puta. Fue un tipo que interrogaba, y que según testimonios, no ejercía ningún tipo de violencia, pero que decidía el castigo sobre los secuestrados. Es muy perverso porque es, a la vez, el tipo que ofrece la voz serena cuando todos están muy locos.
–De alguna manera, en estos dos proyectos se sitúa en las dos caras de la dictadura: la víctima y el victimario. ¿Cómo fue interpretar a esos personajes opuestos en pocos meses de diferencia? ¿Estar de un lado le permitió, luego, encarnar mejor el otro rol?
–Fue muy complejo. Por más que uno esté actuando, la verdad es que uno no puede salir completamente inmune de la dictadura. Es contradictorio, porque actoralmente son dos personajes muy ricos de hacer, pero humanamente no son sencillos de sobrellevar. Crónica de una fuga la filmé a finales del año pasado y Montecristo la vengo haciendo desde febrero... Hacer dos personajes completamente opuestos entre sí es fantástico, porque le da al actor la posibilidad de verse en diferentes roles. Al fin y al cabo, la actuación es eso: tratar de vivir la mayor cantidad de vidas posibles a través de los personajes que interpretás.
–¿Se sintió encerrado en un chaleco de fuerza al interpretar a estos dos personajes atravesados por un cruel pasado que aún está muy presente en la sociedad argentina?
–No es fácil. No es lo mismo interpretar a un personaje de pura fantasía que a un tipo que formó parte de un régimen criminal que mató a 30 mil personas de tu país... Pero es un tema bastante personal. Interpretar un represor y hacerlo de la manera más fiel a cómo estos señores operaban no significa que avale la dictadura. Creo que es importante para mí, como actor, formar parte de un proyecto que sigue echando luz sobre esa época nefasta para el país, me toque el personaje que me toque. Creo que siendo parte de un proyecto artístico ligado a la dictadura uno pone su granito de arena. Y eso también fortalece el alma. Interpretar a un represor es un papel tan rico para un actor que valía la pena ponerme en un lugar que la gente no está acostumbrada a verme: es un villano y de los peores. La mejor manera de interpretarlo fue subirme a un personaje de ficción. Además, Crónica... fue concebida por Caetano como un thriller. No de manera documental.
–Esa manera de hacerla como un thriller de acción, ¿no cree que puede llegar a traer polémica?
–La película hay que verla. Para mí, lo fantástico que tiene la película, justamente, es eso: desolemnizar el “género dictadura”. Crónica... no es una película más sobre la dictadura, por la manera en que está narrada y por la historia que cuenta: la de un grupo de secuestrados que fueron los únicos de escapar de un centro clandestino. Entonces, esta historia que estan dolorosa para todos nosotros y que es tan reconocible, porque abundan las películas al respecto, va a ser contada de una manera distinta por una cuestión básica: los protagonistas sobreviven. Eso es definitivo para la historia. La película gana porque cuenta un universo pero sin pretender declamar nada: zambulle al espectador en el dolor, sin regodearse por supuesto, y después te rescata. El espectador se va del cine, entonces, con el corazón hinchado. Es una película que al principio te roba el corazón, pero después te lo devuelve.
–¿Y en Montecristo? ¿Qué rol juega la dictadura? ¿Es sólo un disparador para contar una historia?
–En realidad, la dictadura es la línea que se utilizó para suplantar el conflicto napoleónico. Nada más. La telenovela no se va a zambullir de lleno en lo que sucedió durante la dictadura, aunque sí va a avanzar con ese marco como fondo. Por lo general, en las diversas adaptaciones que se hicieron de Montecristo, lo que prevalece es el regreso de él y el enfrentamiento con los que fueron parte de los demás, pero hacen agua en las cuestiones relacionadas con el amor y los años de cautiverio. En el programa, al ser una tira que dura un año, la venganza va a ser un ingrediente más, pero haciendo foco en la totalidad de la obra de Dumas. De alguna manera, la desaparición es el punto en común que ciñe a todos los personajes.
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