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Domingo, 8 de abril de 2012

TELEVISION › SE ESTRENA EN LA ARGENTINA LA SERIE BOSS, POR TNT

El drama del hombre de hierro

Un político todopoderoso, alcalde de Chicago, se entera de que padece una enfermedad degenerativa que lo conducirá lentamente a la muerte. Pero lo único que parece preocuparle es que la difusión de esa “debilidad” afecte su poder. La serie no tiene desperdicio.

Desde Miami

Enfermo de poder. Esa es la más exacta definición que le cabe a Tom Kane, el maquiavélico alcalde de Chicago. Capaz de sacrificar todo con tal de mantenerse en la cima del poder, incluso a su familia y hasta su propia vida: Kane parece vivir únicamente para la política. Es un animal político, en el más amplio sentido del término “animal”: con tal de hacer valer su lugar y sus ideas, el hombre temido por todos no conoce más reglas que las que su instinto le indica. Corrupto, visceral y pragmático, lo suyo no es la moderación y la búsqueda de consensos. Y ahora que ronda los cincuenta años, recibe una de esas noticias que un todopoderoso que se cree inmortal no está en condiciones de aceptar: padece una enfermedad neurológica degenerativa que afecta su sistema nervioso y que no tiene cura. Conocedor de la arena política, sabe que no puede mostrarse débil si quiere seguir siendo implacable, por lo que debe mantener en secreto esta enfermedad que –aunque le pese– lo iguala a cualquier otro humano. Ese es el nudo central de la trama de Boss, el drama político cuya avant première estrena esta noche TNT, a las 22, y que desde el jueves se emitirá en el mismo horario en forma semanal.

Como si el nudo dramático de Boss no fuera suficiente presentación para darle una oportunidad a la serie, vale la pena sumar algunos detalles para comprender que se está ante el estreno de uno de esos programas que dejan su huella. La primera credencial es que la serie está protagonizada por Kelsey Grammer, el actor que le diera vida durante casi dos décadas al neurótico psicólogo en Fraiser. En su primer protagónico dramático, el veterano actor logra una interpretación brillante de este hombre entre temerario y endeble. Por este papel obtuvo un merecido Globo de Oro en la última edición. Otra atracción es que el genial Gus Van Sant (Elephant, Milk) presta su particular mirada en el primer episodio (en su debut televisivo), dotándolo de un continuado de primerísimos planos y cámara en mano que le imprime a la historia una necesaria cuota de inquietud y naturalidad.

Boss hace honor a esas credenciales desde la primera escena (y hasta incluso desde sus títulos, donde la ciudad de Chicago ya cobra un protagonismo absoluto). Un primer plano muestra a Kane recibiendo un diagnóstico devastador sobre su salud, un desorden neurológico que le afectará sus capacidades motrices y mentales paulatina pero irremediablemente, hasta conducirlo hacia la muerte. El hombre, frío, imperturbable, sólo atina a preguntar qué puede tomar para paliar las consecuencias, sin mostrar un rasgo de afectación. Lo único que le interesa es ingeniárselas para que su enfermedad no afecte el poder acumulado durante años como alcalde de Chicago, ciudad que maneja con “mano de hierro”. “En esta ciudad, el poder no lo es todo: es lo único que cuenta”, dirá. El poder de síntesis de esa escena inicial es magnífico. Tanto como verlo a Kane llorar en soledad o “hacerle entender” por la razón y por la fuerza a un empresario amigo en su despacho que le debe lealtad a quien le dio todo tipo de negocios. En la política el poder no sólo se acumula y se ejerce, sino se debe demostrar a cada paso, en cada gesto.

Si bien la serie transita con realismo, cinismo y crueldad por el mundo de la política en Chicago, ciudad elegida por tener una larga historia ligada a la corrupción, Boss gana en interés desde la construcción de los personajes que se mueven alrededor del alcalde. En ese doble juego entre los esfuerzos por ocultar su enfermedad en permanente evolución y las historias personales que se tejen en el entorno de Kane, el drama construye un relato coral en el que todos esconden algún secreto. La mujer del alcalde, Meredith, parece tener un matrimonio por conveniencia; su hija Emma trabaja como asistente social en una parroquia de las afueras de la ciudad tratando de superar su adicción a las drogas; el secretario del Tesoro le ofrece lealtad, pero no oculta sus ambiciones políticas. Y también está Kitty, su asistente, que mantiene una rigidez profesional que choca con una fragilidad afectiva en la que el sexo sirve como vía de escape.

“El de Kitty es el papel más desafiante que me tocó en mi carrera”, le explica a Página/12, en la presentación internacional de la serie, Kathleen Robertson, la actriz que le imprime una ajustada interpretación a ese personaje de dos caras. “Ella es meticulosa, trabajadora y obsesiva en su vida profesional: un animal político; pero es imprudente en su vida privada. El mayor reto del personaje era entender por qué una mujer sacrificaría todo por su jefe y su trabajo. Para eso, hice entrevistas en Chicago con mujeres que sí lo hicieron. Nunca encontré la respuesta que esperaba, al estilo ‘quiero hacer un cambio’ o ‘ayudar a la gente’. Siempre era una cuestión de poder. Estar cerca del poder. Trabajar cerca de alguien poderoso las hacía sentir valiosas”, afirma la actriz que se hizo conocida en la recordada Beverly Hills 90210.

Emitida en Estados Unidos por la cadena de cable Starz, la misma de Spartacus, Boss no siguió el camino tradicional que impone la industria: escribir el piloto, producirlo y mostrárselo a la cadena. En este caso Starz aceptó la serie con sólo leer el guión. Según Stella Bulochnikov, una de las productoras, esa decisión ayudó a que la ficción fuera fiel al espíritu que la había inspirado, sin detenerse en las fórmulas televisivas. “No queríamos entrar en la locura de gastar millones en un programa piloto para que después nos dijeran que lo retocáramos. Así hubiésemos terminado haciendo otro ciclo. Para que Boss sea la serie que es, se necesitaba tener una visión conceptual del show y apostar por esa idea. Y eso, en la industria televisiva estadounidense, sólo puede ocurrir en la TV paga, que es donde hay series que toman riesgos”, asegura la productora. Robertson lo describe con exactitud: “El cable es el sueño americano: permite explorar temáticas y personajes sin lavarlos como ocurre en la TV abierta”. No es casualidad, entonces, que TNT le haya puesto los ojos a Boss, siguiendo con su política de emitir series premium en el básico, como Falling skies o Los Borgia. Es que enfocando la trama en la arena política, Boss, sin embargo, propone un ingenioso juego en el que el cuadro de relaciones toma la forma de un castillo de naipes a punto de derrumbarse.

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El protagonista es Kelsey Grammer, conocido por Fraiser.
 
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