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Lunes, 10 de septiembre de 2012

TELEVISION › EUROPA EUROPA EMITE FILMS INéDITOS DE DANNY BOYLE Y DE GODARD

Un espacio para el cine de autor

Del realizador de Trainspotting se verá El vendedor del año, un telefilm realizado para la BBC en 2001, después de un doble fracaso en Hollywood. De Godard es Hélas pour moi, su asociación con Gérard Depardieu, literalmente traducida aquí como Ay de mí.

 Por Horacio Bernades

¿Danny Boyle y Godard juntos? Por qué no, si ambos son europeos. Y el canal que los junta es Europa Europa, que hoy y mañana emitirá sendos films inéditos del realizador de Trainspotting y de quien es uno de los máximos (y últimos) mitos vivientes del cine de autor. El de Danny Boyle (Vacuuming Completely Nude in Paradise) es un telefilm realizado para la BBC en 2001, después de un doble fracaso en Hollywood y antes de recuperar terreno con la película de zombies Exterminio. El de Godard es Hélas pour moi, su asociación con Gérard Depardieu, de comienzos de los ’90. Posterior a Nouvelle vague (1990) y simultánea al larguísimo proceso de armado de Histoire(s) de cinéma (1988/98), para poner como referencia dos que sí se vieron por aquí. Europa Europa (canal 48 de CableVisión y 34 de Telecentro) emitirá Vacuuming Completely Nude in Paradise hoy a la medianoche, con el título, bastante más sobrio, de El vendedor del año. Literalmente traducida como Ay de mí, Hélas pour moi se verá mañana a las 22 y el lunes 17 a la medianoche.

En la segunda mitad de los ’90, Danny Boyle (Manchester, 1956) conoció la gloria y el fracaso, una detrás del otro. Su debut cinematográfico, la negrísima Tumba al ras de la tierra (1994), llamó la atención, y Trainspotting (1996) le dio una inusitada repercusión internacional. El hombre estaba a punto de caramelo para dar el paso a Hollywood y lo hizo con una coproducción, para la que logró el Ok de Cameron Diaz. Rodeó a la rubia de gente de su confianza: el productor Andrew McDonald, el guionista John Hodges y Ewan McGregor, todos ellos presentes en las dos películas previas. Ubicada en Los Angeles, Vidas sin reglas (A Life Less Ordinary, 1997) se desgarraba entre lo naïf (cuento de hadas, con ángeles y todo) y lo nihilista (todo ello visto como parodia, con una pareja protagónica que se lleva a las patadas). Resultado: fracaso. En lugar de correr en busca de refugio, para la siguiente Boyle levantó la apuesta, fracasando más estentóreamente aún. Sobre novela de Alex Garland, con DiCaprio recién salido de Titanic e intentando una mezcla imposible de exotismo de tarjeta postal, novela de aventuras, love story y nihilismo poshippie, La playa (The Beach, 2000) lo obligó, ahora sí, a volver a casa silbando bajito.

Pero el hombre, de reacciones rápidas, al año siguiente ya estaba presentando, en la edición 2001 del Festival de Edimburgo y con el aval de la BBC, no un telefilm sino dos. Ambos de setenta y pico de minutos y con guiones de Jim Cartwright, Strumpet y Vacuuming Completely Nude in Paradise representaron la primera ocasión en que Boyle confió la dirección de fotografía a Anthony Dod Mantle, de allí en más director de fotografía de todas sus películas. Dúo de sátiras en las que el nihilismo, una vez más, no se hace del todo ajeno, Strumpet presenta a una pareja de pobres corderitos urbanos (un poeta callejero, una chica abusada) a merced de los lobos sueltos de la industria de la música. Vacuuming Completely Nude in Paradise (“Pasando la aspiradora, completamente desnudo, en el paraíso”) debe su título a un sueño del coprotagonista, vendedor de esa clase de electrodomésticos. El joven y desorientado héroe (héroe muy boyleano, por cierto) no tiene idea de qué hacer con su vida, hasta que se cruza con unos vendedores de aspiradoras. De eso se trata de allí en más, entonces, aunque el muchacho no parece capaz de vender una estufa en el Polo Norte. Típico par maestro/discípulo, el que le asignan a Peter es Tommy, el “león” del equipo.

Timothy Spall –pobre tipo en Secretos y mentiras, taxista depre en A todo o nada, inolvidable hombre-ratón en varias de las Harry Potter– se hace una fiesta en el papel del vendedor maníaco, desaforado, fumador compulsivo y chofer que prefiere chocar antes que llegar tarde. Toda El vendedor del año gira alrededor de este personajón, con Boyle y colaboradores propulsándola con el mismo frenesí que él. Algo que al realizador de Trainspotting, Exterminio y Quién quiere ser millonario no le cuesta mucho. Como tampoco le cuesta a Jean-Luc Godard multiplicar citas filosóficas y literarias, reflexionar sobre el hecho de hacer cine, cruzar lo clásico y lo moderno, desestructurar la narración y desagregar la materia cinematográfica en sus elementos más esenciales. Que es lo que hace en Ay de mí. “¿Quién es ese ‘mí’?”, le preguntaron en su momento a Godard los críticos-estrella de edición francesa de la revista Inrockuptibles, y se llevaron una filípica sobre el irreversible deterioro del periodismo contemporáneo. Tratándose de Godard, que a lo largo de su carrera siempre tendió a fusionar vida y relato, puede suponerse que algo de primera persona hay en Ay de mí. Sobre todo, teniendo en cuenta que la película se inicia con un relato en off en el que la inconfundible voz del realizador cuenta un cuentito sobre la irremisible pérdida del saber, de generación en generación. Cuentito que es imposible no relacionar con la manifiesta desesperanza de Godard con respecto al presente y futuro del cine. Sobre todo, si el cuento se remata con algo así como: “No sabemos nada, salvo contar la historia”.

La historia de Ay de mí, narrada de un modo que hasta sus exegetas más reconocidos admiten como “uno de los más oscuros” en la obra de Godard, es una actualización del mito griego, según el cual los dioses bajaban cada tanto al mundo de los mortales, movidos por el muy humano deseo de gozar de sus mujeres. Aquí el dios en cuestión es un tipo de trench-coat, sombrero y pelo largo, que habla a través de uno de esos aparatos que usan los pacientes traqueotomizados. Aprovechando que la relación entre Simon Donnadieu (Depardieu) y su esposa Rachel (Laurence Masliah, sin parentesco conocido con Leo) no atraviesa por un buen momento, el dios decide ocupar el cuerpo de Simon (cuyo apellido, dicho sea de paso, en francés suena a “da a Dios”). El modo en que lo hace es un típico golpe de genio: se saca el sombrero, se lo pone al otro y ya está. Filmada en la zona suiza donde vive el propio Godard, como sucedía ya en Nouvelle vague, Ay de mí tiene todo un costado contemplativo en el que la belleza de bosques, lagos y cielos se exalta tanto como la de la propia luz natural. Tan seria, apesadumbrada y meditabunda como todo el cine de Godard de las últimas décadas (“Godard ya no está para bromas”, había titulado él mismo una de sus notas, en tiempos de Cahiers du Cinéma), Ay de mí permite establecer relaciones con Yo te saludo, María, donde el realizador de Histoire du socialisme se preguntaba por las relaciones entre lo sagrado y lo profano. O lo que en su caso tal vez sea lo mismo, entre cine y espectáculo.

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Hélas pour moi se verá mañana a las 22 y el lunes 17 a la medianoche.
 
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