Domingo, 30 de septiembre de 2012 | Hoy
TELEVISION › AMORES DE HISTORIA, UNA NUEVA FICCION PARA LA PANTALLA DEL 9
Desde hoy a las 21, trece episodios cruzarán historias ficcionales con el contexto de hechos reales que marcaron a la Argentina. El director general Pablo Fischerman, el coordinador autoral Marcelo Camaño y la actriz Marina Glezer hablan de la experiencia.
Por Leonardo Ferri
A primera vista, las historias de amor en televisión suelen ser un cúmulo de lugares comunes, de fórmulas repetidas hechas y rehechas para alcanzar éxitos asegurados. Para escapar a la media y conseguir ese “algo” que las distinga por sobre el resto habrá que estudiar el contexto en que estén contadas, o cómo hayan surgido o evolucionado desde la simple idea hasta su llegada al espectador. En el caso de Amores de historia, la ficción que Canal 9 estrena hoy a las 21, ese rasgo distintivo reside en el momento histórico en que están situadas. Cada una de las fábulas de amor que se desarrollan en los 13 episodios transcurre en diferentes momentos históricos del país que, más que ser los protagonistas, aportan cierto color y particularidad a cada capítulo. O como explica Pablo Fischerman, el director general del ciclo: “No hablaría de historia principal o secundaria, porque si ese hecho histórico no hubiese sucedido, no hubiese sucedido la historia de amor, por lo que creo que una cosa y otra se interrelacionan muy fuertemente”. Aunque los festejos de fin de grabación atenten contra la entrevista en conjunto, las ideas del coordinador autoral Marcelo Camaño, la actriz Marina Glezer y el propio Fischerman coinciden de la misma manera en que el amor atraviesa cada uno de los hitos relatados.
Amores de Historia es una de las ficciones ganadoras del concurso para el fomento, promoción y producción de contenidos audiovisuales digitales para TV, similar al que durante 2011 puso al aire series como Los sónicos, El pacto, Maltratadas, Vindica y TV por la inclusión, entre otras. En el catálogo de situaciones en el que dos personas se conocerán y llegarán (o no) a un final feliz, se encuentran el de la Carpa Blanca de 1997, el atentado a la AMIA de 1994, una cárcel con detenidos en 1977, las manifestaciones de diciembre de 2001, el Cordobazo de 1969 y el aterrizaje de un avión de Aerolíneas Argentinas en las Islas Malvinas en 1966, entre otros. Con un elenco de lujo integrado por Soledad Silveyra, Mercedes Morán, Gonzalo Heredia, Vando Villamil, Gabo Correa, Ailín Salas, Alejandra Flechner, Jorge Suárez, Hugo Arana, Graciela Stefani, Valentina Bassi y Pompeyo Audivert (sólo por nombrar algunos), queda en claro que hubo mucho para elegir y seleccionar en la etapa de producción. “La elección fue muy personal y de todos a la vez, para que el abanico sea lo más amplio posible”, resume Fischerman.
–¿Cuál fue el criterio para la elección de las fechas en las que sitúan temporalmente las historias de amor?
Marcelo Camaño: –Intentamos consensuarlo entre la producción y la dirección. Cada uno de nosotros hizo su propia lista y fundamentó los motivos por los cuales cada tema debía estar. También fuimos descartando algunos temas muy sensibles, como por ejemplo Malvinas, que no están incluidas por la guerra, pero sí por el avión que aterrizó en 1966, lo que hace que logremos tocar algunas cuestiones desde otro punto de vista. Como casi todo el equipo es de una generación que anda por los cuarenta y tantos, todos teníamos recuerdos de nuestra infancia del día de la muerte de Perón, así como los yanquis recuerdan qué estaban haciendo cuando murió Kennedy. Si hubiéramos hecho lo mismo con la muerte de Evita nos habríamos alejado mucho en el tiempo y hubiéramos tenido que reflejarlo con otra sensibilidad. Tampoco hicimos la de Néstor Kirchner, porque nos iban a tildar de oficialistas. Así fueron pasando cada una de las ideas, y lamentamos mucho haber descartado otras.
–¿Cómo cuáles?
M. C.: –El conflicto por el canal de Beagle fue una. También teníamos muchas más sobre la época del menemismo, pero dejamos la de la Carpa Blanca, la de la AMIA y la de 2001, que si bien ya no estaba situada en ese gobierno, era una consecuencia de él. Dejamos afuera algunas historias vinculadas con la Triple A, con dictaduras... Quedaron las más representativas para nosotros, y dos historias reales muy sensibles, que tienen sus diferencias y sus elementos en común.
–¿Por qué incluyeron esos dos casos reales en medio de las otras historias de ficción?
M. C.: –Fueron los que pudimos llevar adelante y en los que tuvimos los permisos de los protagonistas. En el episodio de la AMIA, no queríamos tomar el caso de una de las víctimas, sino homenajearla de alguna manera, por eso armamos una ficción, muy desde afuera, para no tener que lidiar con el dolor de ninguna familia en particular.
–Aunque llamen la atención estos trece momentos históricos, el eje central es la historia de amor...
M. C.: –El contexto histórico-político es el marco del tema, de “la historia de amor invitada”. El balance fue con mayor o menor presencia de cada elemento. Por ejemplo, en la Carpa Blanca el contexto es mucho más protagonista, y en el Cordobazo se lo ve más de costado. La historia situada en 2001 es muy protagonista, porque trata de una pareja que tiene a su hijo adolescente en la plaza y no van a saber qué pasó con él durante unas horas, en el contexto también de que entre ellos no se sabe si están juntos o separados. Esa misma historia de amor está sufriendo lo que le pasa al país: el quilombo económico, la falta de trabajo, cómo fueron cambiando las relaciones en esa familia. No seguimos un patrón exacto por el cual en cada episodio tenía que haber tanto de historia de amor y tanto de contexto político...
Marina Glezer: –Creo que no importa tanto el contexto social, sino la particularidad, lo molecular dentro de ese contexto. En algún punto el hecho histórico es anecdótico, porque lo que se cuenta es la historia que sucede en determinado momento. Lo que resulta interesante es la revisión, porque es buenísimo acordarse de que los maestros lucharon durante casi cien días sin comer para mejorar la calidad educativa.
–Es lo que hace también que cada historia sea diferente...
M. C.: –Sí. Además también está la distinta mirada de cada uno de los tres directores y de cada uno de los cuatro autores que llevaron adelante los capítulos.
P. F.: –Mi tarea fue la de director general, que se trata un poco de coordinar, más allá de que yo dirigí algunos capítulos y Martín Desalvo y Javier Nir otros. La intención es que todos mantengan una estética general más allá de las particularidades.
–Encontrar una historia de amor entre tanta adversidad no deja de ser una mirada optimista.
M. C.: –Sí. Un buen ejemplo es cuando hablamos del matrimonio igualitario, que no tenía un contexto adverso de por sí, no hay una fecha determinada, sino que la fecha es el día que se promulga la ley. Lo que se cuenta en el capítulo son veintipico de años en la historia de un tipo que tuvo una pareja y, ante determinada cosa que le pasó, encuentra que si hubiera existido esa ley, su vida hubiera sido otra.
–Están todos los episodios terminados antes de salir al aire, ya no pueden cambiar nada. ¿Cuáles son las expectativas?
M. C.: –Estos no son programas que vayan a romper el rating, y tampoco esa es la intención. Me interesa participar de este tipo de experiencias, que no tienen que andar corriendo la zanahoria de la televisión comercial, que si no medís tanto corrés peligro. No- sotros privilegiamos contar una historia, y lo hicimos de la mejor manera posible desde todas las áreas. El público va a ver una historia de amor que empieza y termina, rodeada de un contexto político, y eso ya de por sí tiene un recorte de público determinado, no apunta a la masividad.
P. F.: –Las expectativas pasan porque se pueda seguir viendo una televisión distinta de la que estábamos acostumbrados, que era muy repetitiva, siempre con los mismos actores o variando sólo un poco en las temáticas. Espero poder ver muchísimas más historias con muchísimos actores jóvenes y consagrados, donde va a haber una diversidad de estilos y de cómo encararlas desde la filmación, la dirección y otras cuestiones.
M. G.: –La verdad que la popularidad es un sueño para mí. Hoy en día es difícil llegar a la masa, porque el panorama político hace que algunos medios estén afectados de verdad. Es bueno que estas cosas sucedan, porque son distintas de las que venimos viendo, y me encanta que algunos actores puedan interpretar papeles diferentes de esos que hacen siempre.
–¿No creen que les juega todavía más a favor que haya sido un año abundante en ficciones?
M. C.: –Creo que los últimos dos años vienen siendo muy buenos para la ficción. Por un lado por el despertar de Telefe, con un tipo como Tomás Yankelevich, que piensa que el gran capital del canal tiene que ser la ficción, sea comedia, sea light, sea más o menos densa, con o sin figuras. Eso es fundamental para nosotros, y que proyectos como los del CIN (Consejo Interuniversitario Nacional) o los del Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) capitalicen a un sector de productoras chicas a las que no se les hace fácil llegar a los canales. El año pasado no tanto, pero en éste hay una diversidad de proyectos importante, y no cualquier productor comercial los acepta. Amores de historia es un proyecto absolutamente vendible como formato, porque momentos histórico-políticos hay en todos lados, e historias de amor hay en todas partes, así que juntar esas dos paralelas no es tan difícil. Muchas veces nuestros productores tienen ciertos prejuicios con estas temáticas, y me parece que en los últimos años estamos teniendo un nivel de sofisticación en el público donde la segmentación es muy bienvenida. Quizá de manera satelital, con pequeñas productoras que con mucho esfuerzo se imponen, lo vayamos logrando.
–Igualmente este es un año en el que ni siquiera las grandes productoras tuvieron nada asegurado...
M. C.: –La industria no celebra que a las ficciones de Pol-ka no les haya ido bien, porque yo puedo tener mis diferencias estéticas y una mirada distinta a la de ellos, pero es un lugar en el que genera trabajo, en la que laburan actores, segundas líneas de elencos, técnicos y autores muy buenos. Las historias son corales, y uno podrá tener el mejor protagonista, pero si no hay una buena historia que avale e interese, el público no se engancha. Hay ejemplos que no voy a dar, pero las variables de por qué a veces una ficción funciona o no son muy amplias... Se puede perder la brújula, y esos dos meses en los que Pol-ka no estuvo al aire con sus ficciones no son para nada celebrables.
–Buena parte del elenco es bastante joven y quizá no tenga memoria o no haya vivido los momentos en los que se sitúan las historias. ¿Cómo fue ese trabajo conjunto?
P. F.: –Indudablemente hubo una transmisión de los que somos más grandes de determinadas sensaciones que uno tuvo. De todas formas son hitos que se convirtieron en históricos, y no hace falta haber vivido la Revolución de Mayo para contarla.
M. G.: –Recuerdo bastante la época de la Carpa Blanca, porque militaba en el Movimiento Socialista de los Trabajadores, quería ser periodista y estaba muy interesada por lo que pasaba y en lo que los medios comunicaban. A los 16 años tenía una veta política que me motivaba mucho. Aunque después haya ido a una escuela privada, hasta los 10 años fui a una escuela pública, y hoy en día sigo defendiéndola por el sólo hecho de ser inclusiva. Hay proyectos privados muy buenos desde lo pedagógico y educativo, pero son elitistas, porque no son para todos.
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