Sáb 17.11.2012
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TELEVISION › GABRIEL LOMBARDO Y EL DESAFIO DE EL SONIDO DE LOS DURMIENTES

“Es un riesgo que te da proyección”

El músico grabó un disco con un quinteto y armó una orquesta de 18 músicos que oscila entre la música académica y la popular. Un ensamble de cuerdas, maderas, sikus y percusión le da vida a este proyecto en el que se funden zambas, chacareras, barroco y huaynos.

› Por Cristian Vitale

Una tropa de sikuris (siete andinistas) se imbrica en un resto típico de la música de cámara. Se mezclan entre flautas, oboes, clarinetes, fagot, violines, violas, cellos y contrabajos. Gabriel Lombardo, guitarrista y compositor, se asume como un pivot entre ambos mundos. Como un péndulo que, en el rol de director, oscila entre la música clásica y la popular. Es joven. Viene del jazz, el folklore y el conservatorio. Amó la mezcla entre ambos mundos desde que escuchó a Astor Pia-zzolla. Y mantuvo tal amor vía Béla Bartók, Eduardo Lagos, Dino Saluzzi, Igor Stravinsky, Eduardo Falú y el Chango Farías Gómez. Primero fundó un quinteto con disco incluido –seis ricas piezas propias– y luego fue a más con una orquesta de 18 músicos. Quinteto y Orquesta llevaron el mismo nombre –El sonido de los durmientes– y la referencia, como su concepción estética, también es binaria. “El nombre es como una metáfora –cuenta–. Me surgió mientras estaba escribiendo unas partituras en un tren y un amigo me preguntó qué estaba haciendo. ‘Escribiendo el sonido de los durmientes’, le contesté. Y después pensé el contenido del proyecto: trabajar composiciones originales poco visibles en el imaginario cultural construido por los medios masivos. Entonces cerró el nombre: son iniciativas que parecen estar dormidas.”

–Parecer es distinto de ser, y lo que propone la orquesta es riesgo y dinámica...

–Y ambición. Es muy ambiciosa y, sí, también riesgosa, pero un riesgo que te da proyección.

La experiencia se manifiesta en el disco que Lombardo sacó a la luz con su quinteto y, con más precisión, en la orquesta de 18 músicos que se presentará hoy a las 24 en el Café Vinilo (Gorriti 3780), con un ensamble de cuerdas, maderas, sikus y percusión. Una pretensión original, algo atípica en la patria musical, de profundizar en un lenguaje local y contemporáneo incorporando recursos de la música académica en la música instrumental folklórica. “Hay que ser precisos para no confundir. Nosotros abordamos el folklore desde esta ciudad, pero no podemos evitar las huellas cosmopolitas y la globalización cultural propias de la época. Buscar una articulación no es buscar una traducción, porque tanto en el barroco como en el folklore pasa lo mismo: se toma contacto con ambas expresiones desde las experiencias estéticas que tenemos en la ciudad. No se pueden traducir. Lo digo porque ahora resulta que se ponen de moda la música del altiplano y la chacarera, y la ciudad se llena de peñas, pero eso no tiene mucho que ver con nuestra identidad. Nuestro contacto con el folklore se da desde un lugar despojado”, sostiene el guitarrista.

Las músicas afroperuanas –landó y festejo–, las zambas, chacareras, piezas barrocas y huaynos que la orquesta grabó para su potencial disco debut (Danza entre todos) dan cuenta de la intención. Lombardo las explica dentro de su marco de referencias y resalta a Bartók y Stravinsky. “Todo esto fue posible después de conocer las figuras de ambos en tanto músicos con formación académica que elaboraban sus obras tomando material del ámbito popular. Bartók iba y grababa con el fonógrafo los ritmos y las melodías populares y después hacía obras con eso. Y a mí me refleja porque vengo de la música popular y me siento parte de ella, pero cuando entré en el mundo académico me sedujeron sus recursos tímbricos, orquestales, contrapuntísticos y armónicos... en el concepto de obra que no está dado en la música popular latinoamericana. Nuestra idea es articular ambas cosas para no enajenar la obra.”

–¿Qué sería “enajenar” la obra?

–Quedarnos y no desarrollar una estética. Lo que nosotros tomamos de la música popular, más que nada, es el aspecto rítmico y su articulación, por ejemplo, con golpes de arco. No hacemos folklore propiamente dicho, sino que lo interpretamos en la diversidad, y así logramos la unidad en la obra. En este sentido, no me preocupa que un tema se parezca a otro o no. Eso se va dando y acá aparecen la diversidad y lo interesante que puede salir de una tropa de sikuris al lado de un fagot.

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