TELEVISION › SE CREA LA ASOCIACIóN DIRECTORES DE OBRAS AUDIOVISUALES PARA TELEVISIóN
“Buscamos tener más fortaleza desde lo colectivo, no queremos que nos sigan pasando por encima”, explica Diana Alvarez, presidenta de la flamante asociación, que busca el reconocimiento de los directores como coautores de la obra de TV.
› Por Emanuel Respighi
De la misma manera que la televisión fue ultrasegmentando sus contenidos –visible en la especificidad temática que adquirieron las señales del cable–, la defensa por los derechos laborales y de propiedad intelectual en la pantalla chica parece estar recorriendo un camino similar. A la creación hace unos años de parte de los actores de la Sagai (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), se le sumó ahora la DOAT (Directores de Obras Audiovisuales para Televisión), que nuclea a más de cuarenta directores de televisión de la mayoría de los canales y productoras de la TV argentina. Conformada bajo la idea de revalorizar el rol del director en su faceta de coautor de la “obra audiovisual”, la asociación nació con la necesidad de que quienes manejan la puesta en escena y las actuaciones en las ficciones recuperen la coautoría que alguna vez tuvieron. “En otros lugares del mundo, los directores de ficción no sólo son reconocidos como coautores, sino que además cobran una contraprestación económica. En Argentina eso no pasa y por eso salimos a defender nuestros derechos”, le explica a Página/12 Diana Alvarez, la reconocida directora y actual presidenta de la flamante asociación.
La lista de directores que se congregaron en defensa de sus derechos de propiedad intelectual le imprime a la asociación –que no tiene status de sociedad de gestión– una fuerte representatividad. Desde Pablo Ambrosini, Daniel Barone, Mariano Ardanza y Pablo Fischerman, pasando por Leonado Bechini, Miguel Colom, Sebastián Pivotto, Carlos Luna y Diego Palacio, hasta Hugo Moser, Oscar Maresca y Jorge Nisco, directores de ayer y hoy decidieron juntarse antes de que sea demasiado tarde. Además de haber consolidado un espacio en el cual poder compartir las distintas perspectivas de la profesión –con sus inconvenientes y oportunidades–, DOAT organizará cursos de capacitación y se encargará de la representación profesional y legal de las obras audiovisuales de sus miembros. “El objetivo fundamental es el reconocimiento de la propiedad intelectual del director de la obra televisiva. En otros lugares del mundo, no sólo el guionista es autor de la obra, sino también lo son el director y el musicalizador, recibiendo un porcentaje económico por ello ante las ventas y la difusión de las obras. El destrato actual en términos de derechos fue el que nos hizo repensar por qué los directores debíamos quedarnos afuera de todo esto”, cuenta Alvarez, una de las pioneras de la TV argentina, que tuvo a su cargo ciclos como Nosotros y los miedos, El oro y el barro, La extraña dama, Alén luz de luna y Estrellita mía.
–En la actualidad, en el país, ¿los directores no cobran ningún tipo de contraprestación por derechos de autor de las repeticiones, por ejemplo?
–No, solamente cobran algo aquellos compañeros cuyos productos se vendieron a España y ellos se han asociado a la SGAE, que es la sociedad de gestión de derechos de autor española. En el país no cobramos nada, aunque estamos negociando con la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos), que si bien es una entidad específica para directores de cine, es la sociedad de gestión que cobra también nuestras contraprestaciones. Una de nuestras búsquedas es hacernos visibles para que el dinero cobrado por DAC llegue a nuestros bolsillos, a partir de un tarifario a discutir.
–Y además del aspecto económico, ¿qué otras cuestiones buscarán resolver a través de DOAT?
–Buscamos tener un poco más de fortaleza desde lo colectivo. No queremos que nos sigan pasando por encima. Si bien tenemos al Sindicato Argentino de Televisión (SAT), esa sociedad está más ligada al personal técnico que al artístico. Los autores tienen a Argentores, los actores a la Sagai, y nosotros no teníamos ningún espacio en el cual poder intercambiar experiencias y defender nuestros derechos. Yo no soy nostálgica ni creo que todo pasado sea mejor. Creo que todo evoluciona. Y de eso me doy cuenta cuando doy clases y me nutro de la mirada y el lenguaje de mis alumnos. No me quedé en algún momento de la historia. Pero es contundente que los directores hemos perdido derechos, y ya es tiempo de volver a recuperarlos.
–¿Por ejemplo?
–Hasta mediados de los noventa, un director era parte de la coautoría de un programa; podía llevar una idea a un canal y era escuchado. Hasta ese entonces, el proyecto que uno llevaba era manejado por uno, con las pautas lógicas que te da quien te paga y el canal que lo programa. Hoy en día el director acata decididamente lo que dice el productor. Para hacerlo más gráfico: ha cambiado el cartón de los créditos de lugar. Donde antes estaba el director, ahora está el productor. Yo estoy trabajando mucho en Chile, donde el productor ocupa un rol importante, pero el director no perdió su papel; no se lo llama a último momento y si le ponen los extras que quiere se tiene que dar por privilegiado. Los directores argentinos están, estamos, sufriendo ese destrato.
–¿Pero se trata de un fenómeno netamente local, que no se reconoce en otros países?
–Yo trabajo en Chile y Uruguay, y en esos países el director cumple un papel muy importante en la preproducción y en la discusión del guión, incluso en la elección de los actores. Más allá de que el productor pueda tener la última palabra, lo cierto es que cada una de las partes es escuchada, es invitada a participar. Creo que esa manera de trabajar se está perdiendo. Hay excepciones, claro. También es verdad que aquí hay directores que están más valorizados que otros.
–Plantea la existencia de una forma de trabajar hasta mediados de los noventa, y luego otra muy distinta. Ese quiebre es contemporáneo a la irrupción de las productoras independientes. ¿Cree que su nacimiento fue un factor determinante para la pérdida de lugar de los directores en la industria?
–No sé si las productoras independientes fueron la causa. Alguna incidencia habrán tenido. Cuando veo que en los créditos aparece un productor como el “director general” del ciclo me indigno. Puede ser el creador, el productor general, pero ¿el director...? De todas maneras, si uno se remonta a los orígenes de la TV, los canales no producían programas, sino que lo hacían las agencias de publicidad. El primero en crear una productora, por fuera de un canal, fue Goar Mestre, que ya tenía la idea de productoras privadas que abastecieran de contenido a los canales, que sólo emitían. El cambio que trajeron las productoras fue más contundente, pero no es nuevo. Tiene que ver con los ciclos televisivos.
–¿Cuáles son las principales dificultades que en la actualidad enfrentan los directores de TV en el trabajo diario?
–El cambio que más me molesta de la TV actual, y esto ya es a nivel personal, es el poco respeto en la actuación, en la dirección de actores. Cuando uno entra a un plató y se pone a trabajar es muy común escuchar a actores o actrices despotricando contra los guiones, o se encuentra con “profesionales” que no estudian los libretos, o llegan tarde. Cuando veo programas por TV, aunque no haya participado de la realización, me doy cuenta todo lo que improvisan... Esa falta de profesionalismo y respeto decanta en que se ha perdido el estilo, porque los actores quieren lucirse por sobre el otro y así la historia se desinfla. Antes, uno podía dialogar con el director, con el autor o con el actor, pero se respetaba lo que se determinaba. Y el otro “gran mal” es el rating minuto a minuto, que termina atentando contra la TV en general y la ficción en particular. Esa desesperación por el rating no la veo en ningún otro país.
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