TELEVISION › DIFERENCIAS Y SIMILITUDES ENTRE LOS DOS INSPECTORES
› Por Javier Aguirre
¿Cómo explicar que un casi sexagenario comisario de pueblo que sirve a la comunidad en un recóndito villorrio de Suecia lleve ya años erigiéndose como una de las máximas vedettes mundiales del relato policial? A tal punto que en su salto a las pantallas, desde el trampolín de las exitosas novelas de Henning Mankell, el inspector Kurt Wallander ya haya adoptado tres identidades televisivas distintas. La primera versión sueca, iniciada en los ’90, tuvo al agrio Rolf Lassgard (un grandote parecido a John Goodman) en el rol principal, y convirtió nueve novelas en largometrajes. Ya en este milenio vio luz una segunda versión sueca, lóbrega y jugosamente desabrida, que actualmente está produciendo su tercera y última temporada. Y en simultáneo, a partir del éxito de ventas de las novelas de Mankell, llegó también la versión inglesa, colorida y ásperamente filohollywoodense, a cargo de la BBC, y con una estrella mundial como sir Kenneth Branagh en el papel protagónico.
Las dos versiones actuales (la segunda sueca y la británica) coexisten pacíficamente en la pantalla: Film & Arts no discrimina y permite que los televidentes argentinos vean, casi aleatoriamente y sin demasiado aviso en las grillas, tanto los episodios de matriz escandinava como los de manufactura inglesa en el mismo horario: viernes a las 23. Esas aventuras paralelas de los “dos” Wallanders parecen dividir aguas entre dos maneras distintas de leer un mismo poliladron nórdico.
El Wallander del Atlántico norte que sir Kenneth encabeza para la franquicia inglesa, resulta un héroe querible y falible. Conserva las limitaciones humanas del personaje original y las locaciones horizontales de la península escandinava, pero todo está servido con un ritmo y una estética general bastante más amigables, casi “occidentales”.
En cambio, en el Wallander del Mar Báltico, como era de esperar, todo es más frío. Y desangelado. La matriz 100 por ciento azul y oro (guión sueco, elenco sueco, dirección sueca) redunda en relatos de helada violencia, magros colores y desesperante sordidez. El inspector Wallander ya no es “uno que conozcamos todos”, como Branagh, sino un veterano actor sueco, Krister Henrikkson, deliberadamente carente de onda, con más aspecto de cansado profesor de la UBA que de viril estrella de cine. A Henrikkson lo secundan, además, Mats Bergman –hijo de la leyenda Ingmar Bergman– y otra veterana actriz nacida en Suecia, Lena Endre, quien por su participación en otra exitosa saga de origen sueco –Millennium, de Stieg Larsson, la de la chica, los fósforos y el tatuaje de dragón– bien podría erigirse como madrina de esta primavera de taquilla internacional que parece alcanzar el país de Zlatan Ibrahimovic y Alexandra Larsson. De hecho, la conexión entre Millennium y Wallander no es sólo de bandera sino también de facturación: tanto la nueva serie televisiva del robusto inspector como la trilogía fílmica basada en las novelas de Larsson (y hasta su remake norteamericana) son emprendimientos de una misma productora sueca: Yellow Bird.
Lo cierto es que tanto el hosco Wallander suecoparlante de Krister Henrikkson como el copado Wallander angloparlante de Kenneth Branagh no sólo atraen a los fans por sus diferencias sino, también, por sus similitudes: ambos resuelven casos policiales análogos y hasta repiten algunos detalles, como el ringtone que el inspector de provincias usa en su teléfono, y que ya es un favorito en los sitios de descargas. Es que el detective que todos llevamos dentro se percibe en las pequeñas cosas.
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