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Domingo, 24 de marzo de 2013

TELEVISION › LA FORMULA “CONDUCTOR MAS EQUIPO”, CADA VEZ MAS PRESENTE EN LA TEVE ABIERTA

Somos panelistas, queremos panelear

Todos los canales tienen al menos un programa con panelistas y algunos, como América y el 9, centran en ellos la mayor parte de su programación. Las causas del fenómeno son tanto económicas como televisivas: los paneles son baratos, fáciles de armar y flexibles.

 Por Emanuel Respighi

La irrupción de los reality shows a fines de la década del ’90 le sumó al mundo televisivo un género que amenazaba arrasar con la ficción. El fantasma era tan grande que, en 1999, la Asociación Argentina de Actores convocó a sus asociados a reuniones en las que los intérpretes se quejaron del escaso trabajo existente y posaron con carteles con un eslogan que iba a pasar a la prosperidad: “Somos actores, queremos actuar”. Las pocas ficciones al aire y en carpeta, en contraste con la ola de realities anunciados y emitidos, llevaron incluso a que los actores plantearan un boicot al medio, comprometiéndose a no concurrir a entrevistas, talk-shows o ciclos de entretenimiento hasta tanto la ficción no recuperara su histórico espacio. “¡Aguante la ficción, carajo!”, fue el grito de guerra que, en representación de sus colegas, Marita Valenzuela inmortalizó en los Martín Fierro de 2000. Más de una década después, un nuevo “fantasma” parece volver a amenazar la salud de la ficción: los programas con panelistas invaden cada vez más espacios y canales, en uno de los fenómenos televisivos más notorios de los últimos años.

En un contexto económico totalmente diferente del que existía a fines del siglo pasado, la ficción no parece estar próxima a correr la misma suerte que la que tuvo trece años atrás, temporada en la que apenas –para ese momento– la TV abierta emitió once ficciones. Sin embargo, no se puede soslayar que el programa con panelistas dejó de ser un género menor para convertirse en el que mayor espacio ocupa en la pantalla chica actual. Las pruebas están a la vista: no existe canal de aire alguno que no posea en su programación un ciclo en la que un conductor esté acompañado por un equipo de panelistas. Incluso, hay canales, como el caso de América, que basa casi toda su programación diaria en programas bajo la estructura de conductor + panelistas, con un total de por lo menos diez horas por jornada ocupadas con el mismo formato (desde Desayuno americano hasta Animales sueltos, pasando por Intrusos, Infama e Intratables). Otro tanto ocurre en el 9, donde –con excepción de los noticieros– todos los programas en vivo (Más Viviana, Bendita y Duro de domar) funcionan en esa misma estructura.

“Estamos cada vez más inmersos en una sociedad que necesita interactuar, en el ida y vuelta de las ideas. El cómo y las formas varían según el contenido y necesidades de cada programa. Ese ida y vuelta es lo que genera conflicto y ya sabemos que ‘sin conflicto no hay teatro’; es decir: es necesario”, explica a Página/12 Lola Cordero, la periodista que tiene experiencia en el género en ciclos como Gran hermano, Intrusos y Bendita TV. “El crecimiento de las redes sociales, especialmente en la Argentina, uno de los países que más uso hace de ellas, demuestra también que la gente necesita hablar y expresarse; en el formato de TV el panelista es el que expresa las opiniones del que no puede hablar en TV. Por eso se trata de que el panel sea numeroso y variado, para que haya identificación”, ensaya una suerte de explicación la española.

La era del panel televisivo

Las causas de la tendencia son tan variadas como ciertas. Por un lado, es imposible soslayar que el programa con panelistas asume menos riesgos económicos que una ficción o que cualquier otro ciclo de entretenimientos. En término de costos de producción, el género demanda una menor inversión económica, siendo tentador para cualquier productor. A su vez, también hay razones televisivas para explicar el fenómeno: se trata de programas “flexibles”, en el sentido de que tienen un muy sencillo armado y, por ende, desarmado, en función de las necesidades del contenido o de rating. Esto es: los nombres de los panelistas pueden cambiar, en cualquier momento, incorporándose o alejándose con una fragilidad pasmosa. La ecuación de costos bajos, facilidad de armado y flexibilidad parecen ser, en la actualidad, un cóctel del que toda la TV abierta bebe.

“El auge del programa con panelistas es que, en primer lugar, es barato. Y el segundo aspecto que ayuda es no hay que pensar mucho: sólo repetir los mismos temas que hacen todos y agregarle el ‘plus’ en el piso, ya sea en los informes o en el panel”, comenta Angel de Brito, conductor de BDV en Magazine y panelista de Intratables en América (lunes a viernes a las 22). “El desafío de estos formatos es tener un conductor creíble y panelistas aceitados que logren despertar el interés del público, porque los temas son los mismos en todos los programas. La clave es que al televidente le interese lo que va a decir cada uno, esté de acuerdo o no”, cierra.

Genética de panel

Desde el cómodo sillón de la casa, el televidente puede creer que el oficio del panelista es sencillo, pues sólo tienen que sentarse y decir en voz alta lo primero que se les viene a la cabeza. Sin embargo, convertirse en un paneli-star no es tarea fácil, y requiere de condiciones y reglas propias. Aquellos que se sientan detrás de una de esas tarimas que hoy inundan la TV argentina tienen estar dispuestos, en primer lugar, a opinar de todo, sobre cualquier tema, con una rapidez de reflejos y cierta desvergüenza para poder pasar en pocos segundos de analizar la última pelea mediática de la farándula argentina a reflexionar acerca de la muerte de un líder político.

Para Cordero, un buen panelista “debe estar informado, minuto a minuto, de lo que se habla en el programa”, para lo cual “las redes sociales y el smartphone son imprescindibles para todo panelista”. Además, la periodista dice que el manual del buen panelista exige ser “remador del conductor y ayudarlo siempre; tener buena imagen y tener clara la línea editorial del programa para no ser expulsado antes de tiempo. O lo que comúnmente se llama en la TV ‘que lo bajen’”. Por su parte, Guillermo Pardini, uno de los periodistas más experimentados detrás de un panel televisivo, sostiene que un panelista “fundamentalmente debe saber de los temas, tener opinión y poder sostenerla de forma televisiva. No se trata sólo de discutir como un loco, como en un bar. Tenés que tener los ritmos televisivos y saber respetar (en lo posible) los tiempos del otro. Esto no es un monologo, es un debate”.

Pero no basta con ello para mantener la fuente laboral: la TV actual exige que, además, tengan una lengua filosa, dispuesta no sólo a decir lo que piensan, sino también a provocar al invitado en el piso o al protagonista de algún informe. Porque la TV de la era del panelista requiere, también, generar permanentes discusiones o peleas mediáticas capaces de sostenerse en el tiempo. El formato diario de esta clase de programas necesita generar nuevos capítulos, recibir para poder atacar, y atacar para ir en búsqueda de la inmediata respuesta. Lo que se dice un círculo virtuoso que le “sirve” a uno y otro protagonista. Retroalimentarse parece ser la cuestión. Por la bendita cifra del rating, o por propia aspiración de figurar.

“Tiene que ver con los ritmos de la tele actual, que son marcados con el control remoto del espectador”, analiza Pardini, miembro fundador Indomables, luego devenido Duro de domar (lunes a viernes a las 22, por Canal 9). “A veces un especialista o catedrático tiene otros tiempos que no son los de la tele, entonces, ¿qué pasa? El televidente se aburre y cambia de canal. ¿Quién pierde? Todos. El que se va, porque no encontró lo que buscaba. El especialista, porque los tildarán de plomo y no les pedirán más la opinión, y el panelista, porque si baja el rating se queda sin trabajo. Hoy el concepto es simple: en un debate hay que decir de entrada título y bajada, como en los diarios... Si te interesa, te quedás leyendo la nota... Si no, ya sabés lo que opina y listo; que pase el que sigue.”

Si en alguna época los panelistas eran especialistas que podían profundizar el abordaje sobre alguna temática, ahora la búsqueda tiene el signo de la polémica más que del rigor profesional. Hacer algún comentario polémico, decir algo impactante, generar el debate –ficticio o real– es el arte del panelista. Incluso, tal como sucede con los jurados en los concursos de talentos, muchas veces los panelistas de la TV de hoy terminan teniendo más protagonismo que la misma información o tema a tratar. “Aunque no me guste del todo, es una realidad que los panelistas tomaron mayor protagonismo. Hay veces que los temas definitivamente son menos importantes que los panelistas, pero hay casos en los que los egos están un tanto ‘inflamados’ y hace todo un poco menos manejable”, arriesga Pardini.

En el mismo sentido, De Brito alimenta la hipótesis de que en el último tiempo el perfil del panelista se fue deformando. “Para ser panelista –cuenta– se debería hablar de lo que se conoce, por ende estar informado para poder preguntar, opinar y aplicar el sentido común ante los conflictos expuestos, y ser claro en lo que se expresa. Algunos sólo buscan tirar bombas o golpes bajos para figurar y lograr fama. Hay algunos que opinan sólo para ser brillosos, no brillantes. La TV actual como la de siempre busca rating y facturar. Sin rating se factura menos y se ostenta menos poder. Repercusión es poder, rating es dinero. El especialista debe ser carismático para sobrevivir, como el doctor Cormillot, por ejemplo.”

En tiempos de televisión autorreferencial, entonces, ¿habrá que acostumbrarse a que los panelistas pasaron a ser más importantes que el tema a tratar? De Brito cree que allí radica la clave del éxito de los programas de paneles. “En la pregunta está la respuesta. Es un sí contundente –afirma–. También es cierto que los panelistas, en su mayoría, no saben conducir, y se nota cuando deben hacer reemplazos. Se evidencia en la baja de rating y publicidad, un combo fulminante para un programa.” En cambio, Cordero asegura que “en un producto como es un programa de TV, todos los factores son importantes para el resultado final”. “El problema es que la magia que se crea entre conductor y panelistas es el milagro que surge o no surge y eso es lo que traspasa la pantalla y la gente compra. No hay fórmulas exitosas, si la supiera sería la reina de la tele”, dice entre risas.

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