TELEVISION › GASTON DUPRAT, MARIANO COHN Y EL REGRESO DE TELEVISION ABIERTA
A pesar del tiempo transcurrido y la explosión de nuevos medios electrónicos, el dúo que creó el “delivery televisivo” sostiene que la TV no le da participación a la gente más allá de los “videítos” de Internet, la tribuna o los mensajes de Twitter.
› Por Emanuel Respighi
Mucho antes de que los reality shows irrumpieran como un fenómeno “participativo” del ciudadano común en la TV, y varios años precedentes a la masificación de las redes sociales y del periodismo ciudadano, hubo un programa que rompió con el esquema de emisor televisivo todopoderoso y receptor pasivo. Dos años antes de la llegada del siglo XXI, en las medianoches de América se filtró un ciclo anárquico, bajo la simple idea de prestarles un micrófono, una cámara y el espacio en la pantalla chica a todos los que tuvieran algo que decir, hacer o transmitir. Sin edición ni mediación alguna más que los graphs con los datos de quien utilizaba el servicio de delivery televisivo, Televisión abierta revolucionó la TV de entonces, abriendo una grieta –la pionera– en el tradicional concepto de que la pantalla era sólo un lugar reservado a algunos pocos privilegiados. Quince años después, en un mundo en el que los televidentes son también productores de contenido audiovisual vía Internet, la creación de Mariano Cohn y Gastón Duprat regresa a la pantalla desde hoy, todos los domingos a las 13 por la misma emisora en la que surgió.
Si la TV es un sistema que –como cualquier otro– intenta controlar todas sus variables, Televisión abierta es el formato más antisistema posible. Sin mediaciones, sobreimpresos o efectos sonoros, el ciclo que inaugura hoy su tercera etapa (tuvo un breve paso por Much Music) retorna con el mismo espíritu que en su momento lo transformó en fenómeno televisivo. El regreso será sin tocar ni una coma de los lineamientos que lo consagraron en su momento: Pío Ragal sigue poniendo la voz a la galería de heterogéneas personas dispuestas a exponer su talento, reflexión y/o freakeada ante la cámara. Ahí reside el valor de Televisión abierta: la puesta en bruto de la gente, sin casting ni ediciones.
“El programa vuelve porque se dieron tres variables en simultáneo”, explica Duprat en la entrevista a Página/12, junto a Cohn, la otra pata de la dupla. “La primera fue que a Liliana Parodi, gerente de programación de América, se le ocurrió que ahora era el momento de recuperar al ciclo, porque entendía que en su momento Televisión abierta estaba adelantado a su tiempo. La otra variable es que tenemos una productora sólida atrás, como el de la Universidad de Tres de Febrero. Y en tercer lugar es que nuestra próxima película la rodamos recién en noviembre”, enumera. “Y, obviamente, el cariño que le tenemos a la idea, que siempre nos pareció novedosa”, se suma Cohn. “Creemos que Televisión abierta resistió muy bien el paso del tiempo. Es un programa que fue disruptivo hace 15 años y lo sigue siendo en la actualidad”, remarca.
–En su momento la idea fue sumamente disruptiva para los cánones con que se movía la pantalla chica. Quince años después, ¿no ha cambiado nada en la TV local?
Gastón Duprat: –La participación del público en la tele sigue siendo la misma que hace veinte años. El lugar que la tele les da a los televidentes es el de dejar un mensaje en un contestador electrónico, aplaudiendo en una tribuna o sacando un boleto de una urna. Para la tele, la gente sigue participando de la misma manera que hace 60 años. La TV sigue subestimando a la gente, ofreciéndole un falso lugar de participación, que es anacrónico.
Mariano Cohn: –La fortaleza del programa es el delivery de la cámara a la casa de quien quiere expresarse. El ciudadano común, en Televisión abierta, no va a la tele, sino que la tele va a la casa de quien quiere decir o hacer algo. Eso no lo vi en la tele ni lo veo hoy. Televisión abierta viene a ocupar un lugar que sigue estando vacante en el medio.
–Pero las redes sociales, la masividad de Internet y el acceso a la tecnología cambiaron los roles. Hoy, cualquiera puede producir sus propios segmentos y tener su propio “medio” para comunicarse. No necesita la intermediación de la TV.
M. C.: –El problema es que todo ese circuito de producción no tradicional no está representado en la tele. La “espuma” de contenido que existe en las redes sociales no tiene lugar en la tele, más allá de los “videítos” de Internet. Las cosas interesantes que surgen en Internet las consumimos por la web, no por la TV. El programa le abre el espacio a esa gente que sólo encuentra refugio en Internet. Es un espacio ausente en la TV, que no está explotado. La frescura de la gente que circula por la web no tiene cabida en la TV.
G. D.: –La televisión le sigue dando la espalda a la gente y a lo que la gente quiere hacer. No hay participación activa y real. La mayor aspiración de la gente en la TV actual es que le lean algún mensaje por Twitter, previamente seleccionado. ¿Es eso una participación real? Al sistema televisivo le da miedo lo que la gente diga. A la gente la siguen metiendo en una tribuna para que aplauda o la siguen usando en programas de juegos para oligofrénicos, igual que hace seis décadas.
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