TELEVISION › EL ESTRENO DE SLEEPY HOLLOW POR FOX, HOY A LAS 22
Una nueva versión de la leyenda del jinete sin cabeza llega a la TV. Esta vez Ichabod Crane y su perseguidor diabólico vuelven del pasado a un presente destructivo. Sus creadores prometieron aventuras y horror, pero también una revisión de la historia estadounidense.
› Por Federico Lisica
Para que las leyendas se mantengan vivas se necesita de un buen narrador y de condimentos que le den un sabor distinto a la historia. La leyenda del jinete sin cabeza, relato que Washington Irving escribió en 1820 (parte de The Sketch Book of Geoffrey Crayon), es tan poderosa como cambiante. El texto original, incluso, tenía como figura central a un personaje del folklore europeo del Medievo, así que en cierta forma también era una reinterpretación. Lo que hizo Irving fue sumar a Ichabod Crane, un profesor de escuela que llega al pueblo nefasto, encuentra un amor y, a su pesar, al cabalgador infernal nocturno. Sleepy Hollow (estrena la señal FOX, hoy a las 22) es una nueva versión televisiva del cuento que ya ha tenido musicales, puestas en Broadway, un largometraje mudo de los años ’20, y las dos más recordadas por el espectador local: El episodio animado de Disney (1949) con Bing Crosby en el relato; y la más bien más libre y victoriana entrega de Tim Burton (1999), en la que el forastero no era un docente sino un detective símil Sherlock Holmes.
¿Qué trae de nuevo y qué mantiene esta ficción del espíritu original? Una pista la da quien está detrás del proyecto: Len Wiseman. Se trata de uno de los directores de la saga Underworld, también productor de este envío, que dirigió el primer capítulo con esa pulsión por la aventura, lo épico y el terror. Adecuando, eso sí, la trama a las normas de la fantasía televisiva. Al igual que en Grimm y Once upon a Time, se abren los portales de tiempo y espacio entre el más allá y el más acá. Pero a diferencia de esos dos programas –aún en el aire y que centran su interés en la mitad de esos dos planos– Sleepy Hollow no anda con titubeos ni chiquitas. Tanto Ichabod como su némesis serán resucitados, a más de dos siglos de su muerte, para desatar el acabose o salvar al mundo. Así de oscuro y entretenido. A esa confluencia de géneros y estilos (thriller, drama y gótico de rápida digestión) sus creadores, Alex Kurtzman y Roberto Orci (Fringe y Hawaii Five-0), han añadido horror y humor. La semana pasada, en el estreno en su país de origen, el público acompañó complacida semejante plato. Fue la première más exitosa para la señal FOX en mucho tiempo (la vieron unos 10 millones de espectadores).
La trama se desarrolla en el presente y en el pueblito de nombre soporífero y oscuro. Ichabod Crane (Tom Mison), en este caso, tampoco es un simple y timorato educador. En medio de las batallas por la independencia de 1776, le cortó la cabeza a un soldado invencible que a la vez lo asesinó. Al volver de la muerte, el hombre del pasado –y de tonada muy brit– va a contar con la ayuda de una oficial de policía, Abbie Molinos (Nicole Beharie), para atrapar a quien sería nada menos que uno de los jinetes del apocalipsis. La detective tiene un sexto sentido para lo paranormal. Esa relación entre la pareja despareja es otra de las variantes de Sleepy Hollow.
Una movida de pieza perspicaz: la mirada del espectador es la misma que la de Ichabod, por lo tanto se asiste a su extrañamiento del presente, sin necesidad de adentrarse en los esquematismos del verosímil. Es una especie de Futurama mechado con uno de los textos fundacionales de la literatura romántica estadounidense, y con los efectos visuales y de guión de este tipo de entregas.
Hay otro elemento que liga esta producción con una película reciente: Abraham Lincoln: cazador de vampiros. El revisionismo pochoclero, en Sleepy Hollow, ofrece a los padres fundadores de la nación del norte metidos en sociedades secretas, oscurantismo y algún que otro asunto non sancto. “En cierta forma estamos reescribiendo la historia, o al menos estrechando un paralelo con ciertos eventos que efectivamente ocurrieron”, dijo Kurtzman. Así se representan momentos de manual de historia estadounidense: la cabalgata de Paul Revere –ese que avisó la llegada de los británicos– o el motín en Boston contra la industria del té que, más de dos siglos después, homenajearían con su nombre los del Tea Party. Si Sleepy Hollow es menos anacrónico, más risueño y de pavura inferior a ese movimiento de extrema derecha, es obra de la real realidad.
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