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Lunes, 17 de marzo de 2014

TELEVISION › TELEVISION LA ESCUELITA SE VERá DESDE HOY POR 360 TV

Historias de vida y dictadura

Rodrigo Caprotti dirigió este documental en cuatro episodios, que narran igual número de historias de vida relacionadas con el centro clandestino de detención de Bahía Blanca. “Si eso no llega al espectador de la ciudad, es porque hay una negación”, afirma.

 Por Emilia Erbetta

En las afueras de Bahía Blanca, al costado de un camino conocido como “la Carrindanga”, funcionó durante la última dictadura militar el centro clandestino de detención La Escuelita. De ese lugar no quedó (casi) nada: el Ejército lo demolió en 1979 y durante muchos años fue una referencia vaga para muchos bahienses, aunque ya en la década del 80 el diario norteamericano The Washington Post había publicado un plano de La Escuelita, dibujado a mano por Alicia Partnoy, que estuvo detenida ahí en 1977. Pero todo eso está cambiando, no sólo porque hace dos años un grupo de arqueólogos de la Universidad Nacional del Sur encontró sus cimientos, sino también porque Partnoy es una de las protagonistas de La Escuelita, historias del terrorismo de Estado en Bahía Blanca, un documental dirigido por Rodrigo Caprotti, también bahiense, que se estrenará hoy a las 22 en 360 TV y que fue rodado en 2012, mientras en la ciudad se realizaban los juicios por crímenes de lesa humanidad en los que se condenó a prisión perpetua a catorce acusados.

La Escuelita, que ganó el Concurso de Series de Documentales Federales del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, está estructurada en cuatro capítulos de 26 minutos que combinan material documental con testimonios y representaciones ficcionadas. El primero presenta a Oscar y Chiqui Meilán, secuestrados en Viedma y liberados, tres semanas después ella y dos años más tarde él. La segunda parte cuenta la historia de la “masacre de la calle Catriel”, como se conoce al fusilamiento de Zulma Matzkin, Pablo Fornasari, Juan Pablo Castillo y Manolo Tarchitzky, que el Ejército hizo pasar como un “enfrentamiento”. El documental también sigue a Adriana Metz, hija de Graciela Romero y Eugenio Metz, en la búsqueda de su hermano desaparecido, y cierra con la historia de Partnoy, que luego de su liberación en 1979 se exilió en Estados Unidos, desde donde denunció los secuestros y torturas. En diálogo con Página/12, Caprotti explicó que el documental busca contar historias de vida: “No sólo lo que pasó en la ciudad y en La Escuelita, no sólo los crímenes de lesa humanidad, que están constantemente latentes en las historias, sino lo que pasaron estas personas y lo que están viviendo hoy”.

–¿Por qué decidió hacer un documental sobre La Escuelita?

–En 2010, nos enteramos de que estaba por arrancar el primer juicio al V Cuerpo de Ejército y nos parecía muy importante acompañar ese proceso de la ciudad. Era algo muy importante y sentíamos que no estaba teniendo la relevancia que tenía que tener en los medios de Bahía Blanca. Cuando hablamos de medios, hablamos de La Nueva Provincia. Entonces, de alguna manera queríamos aportar, no sólo desde lo visual sino también desde lo comunicacional: contar un proceso, los juicios, que eran históricos para la ciudad y no estaban teniendo relevancia a nivel local ni tampoco a nivel nacional. Primero pensamos que ése era el tema principal, pero a medida que nos fuimos desasnando nos dimos cuenta de que el nexo que conectaba todas las historias y los testimonios era La Escuelita, este espacio por donde pasaron la gran mayoría de los detenidos-desaparecidos y los sobrevivientes.

–¿Cómo eligieron los cuatro casos?

–Como el juicio era la línea inicial, pensamos que teníamos que elegir historias que se estuvieran tratando ahí. Al empezar de manera independiente, no teníamos financiamiento, y en simultáneo surgió una convocatoria a un concurso del Incaa y la Televisión Digital Abierta para series documentales federales de cuatro capítulos, que encajaba perfecto con la idea de poder contar casos independientes. Entonces decidimos quedarnos con cuatro historias y nos metimos mucho más a fondo en cada una. Fuimos laburando a la par del desarrollo del juicio, estuvimos muy presentes audiencia a audiencia. Queríamos abordar la ciudad de una manera desafiante. Uno de los momentos más interesantes del documental se da cuando entramos con Alicia al pasillo donde la secuestraron. En ese momento dijimos “la historia empieza acá, esto es Bahía Blanca y lo que pasó, pasó acá”. Lo importante era poder transitar esos espacios donde realmente sucedieron los hechos y hacerlo con las personas que fueron protagonistas. Esa era una necesidad: poder mostrar la ciudad y que el espectador bahiense pueda movilizarse por eso, por ver los espacios de su ciudad y ver personas que tranquilamente pueden ser sus vecinos. Es importante que todo el mundo pueda verlo, después eso a cada uno le llega como le llega, pero no se puede obviar que eso pasó en Bahía Blanca. Toda la información con la que nosotros armamos los capítulos sigue al detalle lo que se habló en las audiencias y lo que se investigó en la fiscalía. Si eso no llega al espectador bahiense, es porque hay una negación: los hechos están ahí, vos elegís si querés verlos o si no querés saber. No te podés escapar.

–¿Encontraron con algún obstáculo para hacer el documental?

–Hay varias anécdotas. Una de las locaciones que queríamos usar era un espacio público y municipal, bastante popular, donde queríamos hacer una entrevista. Cuando pedimos el espacio y les dijimos que era para un documental relacionado con los juicios nos dijeron que no, fue determinante. Es una institución que dentro de su comisión directiva tiene gente que es de la Armada. Entonces nos dimos cuenta de que hay poderes en la ciudad que siguen estando y que no quieren que esto se diga. Cuando fuimos a filmar la fachada del V Cuerpo apareció un Falcon amarillo, destruido, con un tipo que nos gritó “¡Aguante Videla, hijos de puta!”. Entonces nuevamente vimos que, como dice Oscar Melián al comienzo del documental, hay una rémora del pasado que todavía está sobre las instituciones.

–El 18 de marzo, Vicente Massot, director de La Nueva Provincia, está citado a prestar declaración indagatoria por la desaparición de dos obreros gráficos, Miguel Angel Loyola y Enrique Heinrich. ¿Por qué el documental termina con la parte de la lectura de la sentencia donde se pide la investigación de ese medio?

–El pedido de investigación de La Nueva Provincia fue una sorpresa para todos y la reacción de la gente fue impresionante porque nadie lo esperaba. Esa reacción tiene que ver con un paso más, que es la complicidad civil. En este caso, tiene una figura que es Vicente Massot, pero abre la olla de la complicidad civil en Bahía Blanca. Que el último punto de la sentencia sea el pedido de investigación y que eso esté teniendo hoy su fruto y la nueva fiscalía esté pidiendo una indagatoria ya es un avance muy grande para la ciudad.

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“Queríamos abordar la ciudad de una manera desafiante”, afirma Rodrigo Caprotti.
Imagen: Bernardino Avila
 
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