Dom 16.11.2014
espectaculos

TELEVISION › FACUNDO ARANA Y OSCAR MARTINEZ

“El trabajo del actor es más colectivo que individual”

Los actores presentan Noche y día, la ficción que desde mañana irá de lunes a jueves a las 21.45 por El Trece, pero además analizan sin tapujos el estado del medio en la actualidad, celebrando lo bueno y subrayando lo malo de la TV local.

› Por Emanuel Respighi

Son mucho más que las dos caras de un mismo programa. También son dos representantes de distintas generaciones actorales. Sin embargo, hay una misma manera de encarar la profesión que parece borrar la diferencia etaria, formativa y profesional que se hace visible con sólo repasar sus trayectorias. Oscar Martínez y Facundo Arana comparten la pasión por lo que hacen. No importa si es arriba de un escenario, en un set de televisión o en una película. Tampoco si las cámaras se apagan. Para ellos, hay una única forma de hacer camino al andar: imprimiéndole una entrega total y amorosa a cada proyecto que encaran. Librándose de todo prejuicio y sin situarse en falsas imposturas, Arana y Martínez dialogan con Página/12 con la seguridad de los que tienen las cosas claras. Hablarán, claro, de Noche y día, la ficción que desde mañana irá de lunes a jueves a las 21.45 por El Trece, pero además analizarán sin tapujos el oficio de actuar, sus dificultades y el estado del medio en la actualidad, celebrando lo bueno y subrayando lo malo.

Producida por Pol-ka, Noche y día es la serie policial en la que los actores se enfrentarán a través de sus personajes. Uno será “el bueno” y el otro, “el malo”. Arana interpretará a Vico Villa, un policía de élite honesto e intachable que por un error de procedimiento es confinado a pasar un tiempo en la Brigada 24, un espacio al que van a parar los efectivos que deben purgar por algún delito o pecado. Su contracara, sin que él lo sepa, será Guillermo Inchausti (Martínez), un comisario corrupto cuyo único objetivo en la brigada es acumular suficiente poder para lanzar su carrera política. La llegada de Vico a la brigada complicará sus verdaderas y ocultas intenciones.

“Vamos a ser el contrapunto de la trama”, lanza Arana, ante el aval de su compañero. “Habrá momentos en los que el malo muestre su lado vulnerable, que sólo lo conocerán él y el público, de la misma manera que el bueno tendrá su momento en el que muestre su lado oscuro, que sólo lo sabrán él y el público”, cuenta el rubio. “El personaje de Facundo –sale al cruce Martínez– no sabe que mi personaje es decididamente su enemigo. Yo sí sé que, en principio, él es mi enemigo. Mi personaje trata de neutralizarlo y, quizá, más adelante, de combatirlo. Pero él ignora mis verdaderas intenciones.”

–¿Sus personajes jugarán al “gato y al ratón” por celos profesionales o por negociados oscuros?

Oscar Martínez: –Son personajes opuestos. El de Facundo es un tipo incorruptible, que se toma la profesión muy a pecho, lo cual es peligroso para las intenciones de mi personaje. El desafío al hacer de villano es no caer en el cliché. Todos los villanos de la vida real son seductores, encantadores, desde los empresarios inescrupulosos hasta los políticos más cínicos. Por esa ambigüedad caminará mi Guillermo.

Facundo Arana: –Por supuesto que mi personaje no sospecha, de ningún modo, que él pueda estar metido en cosas sucias, en delitos que encajan justo en la línea que investiga. Lo interesante es que hay una tensión en nuestra relación en la que todo está a punto de explotar por el aire. Mi personaje investiga y está siempre al borde de descubrirlo, y el de él es como un esgrimista que lo corre de la línea de investigación.

O. M.: –El público, como en toda trama policial, tiene más información que con la que cuentan los personajes. En la ficción, los televidentes están en todas partes. En la trama, los personajes apenas pueden estar en sus lugares.

–¿Noche y día es un policial con condimentos humorísticos y románticos, o es más una comedia dramática con toques policiales?

O. M.: –He escuchado a los autores y productores decir que es una comedia romántica policial.

–¿Y le sienta bien esa definición?

O. M.: –Sí, porque habla de tres elementos que son estructurales al programa. Hay momentos de comedia, pero también hay policial, no sólo por las historias y por los casos, sino porque hay espectacularidad en las escenas. Facundo, de hecho, se atreve a escenas muy valientes, que yo pensé que se iban a hacer por croma (en interiores, simulando técnicamente estar al aire libre), como la del paracaídas del primer capítulo. Cuando pregunté y me dijeron que la iba a hacer de verdad, dije que estaba loco. Cuatro veces hizo esa caída de libre desde miles de metros... Hay explosiones, hay tiros. Y obviamente hay historias de amor.

–¿Por qué esa escena que se podía resolver técnicamente dentro de un estudio se transformó en real? ¿Para despuntar el vicio de los deportes extremos o porque creía que ameritaba hacerla realmente?

F. A.: –Si uno se siente capaz de hacer una escena y tiene la gente preparada, con toda la seguridad posible, siempre es preferible filmar lo real. El paracaidismo es más seguro de lo que se cree. Por ejemplo: si superada una cantidad de metros en caída libre uno no abrió el paracaídas, éste se acciona por sí mismo, como un mecanismo de seguridad. El riesgo se produce si se salta un día con mucho viento, que está contraindicado. Nos pareció que darle al público una escena real en el aire era precioso. La TV argentina necesita de escenas de gran calidad y producción.

Lo que (no) se ve

–Para el trabajo de una tira diaria, de largas jornadas de grabación, ¿resulta fundamental el buen clima de trabajo fuera de cámara?

O. M.: –Siempre es importante. El clima en las grabaciones se imprime en la pantalla. Hace más de 40 años, cuando empecé a trabajar, escuché dos frases que se me quedaron grabadas. Una es que lo que sucede fuera de cámara, el clima de trabajo, todo, se imprime en pantalla. La otra es la que dice que “las excusas no se filman”. Son verdades para cualquier actividad. En el teatro, donde tenés que convivir también todos los días haciendo la misma obra, ni hablar. El teatro puede ser hermosísimo o puede ser un calvario. Sobre todo porque ninguno de no-sotros eligió ser actor porque sí; elegimos la profesión por placer, para divertirnos, para hacer lo que nos gustaba. Si el trabajo actoral deja de ser placentero, por más profesionales que sean las personas involucradas, por más que el personaje sea fantástico, el proyecto se te vuelve infumable.

F. A.: –Tener la posibilidad de trabajar con gente que admirás y respetás ayuda mucho al trabajo final. Se respira un clima extraordinario en las grabaciones de Noche y día y eso se nota en el resultado. No necesitás 50 capítulos para darte cuenta. Uno se da cuenta enseguida de con qué telas estás armando y si esa tela te va a lastimar los dedos o no.

O. M.: –Uno de los grandes méritos de Pol-ka es que los equipos están conformados por gente de una eficacia, buena onda y profesionalismo que te hace sentir que estás jugando en el Real Madrid. No tenés excusas. Uno está respaldado. Todo el mundo sabe lo que hace, todos trabajan con amor y ganas, todos tienen la camiseta puesta. Cada vez que trabajo en Pol-ka me sorprendo de los equipos. Tiene una mística y un profesionalismo del carajo. La interdependencia de lo que es producción, dirección y artística es fundamental. En casos como Noche y día, que es una tira de corte industrial, mucho más. De otra manera, trabajar sería un caos. El trato humano es fundamental para darle libertad a la creatividad.

–¿Ese trato humano suele ser la excepción o la regla en el medio?

O. M.: –Ser un profesional no es sólo hacer bien la tarea específica que cada uno tiene en un proyecto artístico. Si no hay humanidad y amor, las tareas específicas no se hacen bien. Si llego al set y hay gente de mal humor, el director está puteando y hay mal clima por lo que fuere, ya no trabajo con ganas. Trabajar en Pol-ka es como después de un viaje volver a dormir a tu cama, que sabés que es la mejor, la más cómoda y que no te va a hacer doler la espalda. Todo eso redunda en la calidad de trabajo.

–¿Creen que existen lugares en los que no se entiende el trabajo creativo de esa manera?

F. A.: –En mis comienzos yo me sentí maltratado...

O. M.: –Yo he hecho otra televisión. Hace 20 años el maltrato en TV era moneda corriente. A mí no me pasó porque por mi carácter jamás permití el maltrato. Pero yo he visto directores y productores maltratar a estrellas. Yo vi estrellas llorar detrás de los decorados por directores que se encargaban de alimentar un clima de mierda. No voy a dar nombres, pero hablo de directores muy importantes de la TV. El maltrato era el folklore de la televisión.

–¿Y por qué creen que pasaba eso? ¿Era la demostración de autoridad que ejercían algunos?

O. M.: –No sé por qué era. Era una mierda pero era así. Había una inercia por la cual era muy raro que uno llegase a un lugar y que se trabaje en condiciones más afables. No era la norma, era la excepción. Durante mucho tiempo en la TV se trabaja con climas muy jodidos, que terminaban inhibiendo a muchos. He visto a actrices muy importantes balbucear, temblar, llorar... A esa gente no le podías pedir un alto rendimiento. Esto no quiere decir que los directores te tienen que tratar como un bebé y acariciar. No es que ahora no hay rigor y cada uno llega a la hora que se le canta, que da lo mismo que lo hagas bien o mal, todo eso se puede hacer en un buen clima de trabajo.

–Es interesante lo que señalan, porque aún hoy se suele escuchar la frase “es televisión”, como justificativo a que suceda cualquier cosa en pantalla.

F. A.: –Los que justifican cualquier cosa diciendo “es televisión” no son otra cosa que oportunistas de la profesión, que está lleno. Pero seguro no lo escuchaste salir de la boca de un artista. Un artista no te va a decir jamás eso porque es imposible que lo sienta. El que dice eso no es artista. El caso de Oscar es paradigmático: un artista que es reconocido habiendo hecho teatro, cine y televisión sin haber “chocado” nunca, no habiendo perdido la pasión por lo que hace. El que peyorativamente dice “es televisión” es un mercenario.

–¿Creen que hoy en día, donde la fama es tan fútil y la frontera entre un mercenario y un artista tan difusa, hay una crisis de ese trabajo artístico colectivo?

O. M.: –A veces es difícil conseguir que algunos entiendan que toda obra es una tarea colectiva. La del actor es una profesión llena de egos. Los actores somos muy narcisistas. Hay mucha vanidad en juego. Hasta un punto razonable, la vanidad se puede entender, porque uno se expone mucho, se desnuda. El temor al ridículo es una patología inherente al actor. Pero a veces el individualismo conspira contra eso. Un actor no hace una obra. Hay gente que siendo individualista le va muy bien. Pero creo que eso dura poco, tengas 20 años o 50. Hay gente que puede ser muy eficaz, pero que le importa básicamente su propio lucimiento, y se caga en el resto. No sólo eso: hay actores a los que el lucimiento de los demás les molesta. Y no por falta de talento: por lo general es gente muy talentosa que quiere a su alrededor el césped cortado al ras. Esa manera de trabajar tiene patas cortas. Para que algo sea grande de verdad, tiene que ser colectivo. El trabajo del actor es más colectivo que individual. Es como la armonía en una orquesta. El que cree que puede salvarse solo tiene una vida muy mezquina y, a la larga, o a la corta, pisa un tablón que le pega de frente en la cara.

–¿Alguna vez se dejó llevar por la vanidad actoral?

O. M.: –Yo siempre quise trabajar con los mejores. Pero conozco actores muy grandes, consagrados y con prestigio, que no querían compartir elenco con gente que tuviera mucho talento. Es una concepción bastante antigua. En términos generales, eso cambió. Pero hay personas que siguen funcionando así.

F. A.: –Hoy hay una gran comunicación. Hay que preguntarles a mis compañeros quién soy yo trabajando. O a los de Oscar, quién es él trabajando, tanto delante como fuera de cámara. O a los de Eleonora (Wexler) o a los de Romina (Gaetani). Hay que preguntar a cada uno quién es cada cual en el medio. En las respuestas de los compañeros de todos los días se encuentra el ADN de las personas. En las respuestas que los compañeros dan uno va a poder diferenciar entre los que son artistas y los que son artistas en graves problemas, en cuáles son los artistas que no tienen contraindicaciones y cuáles sí. Cada uno tiene el talento y el oficio que tiene. A veces el oficio puede disfrazar alguna grieta en el talento. Pero el oficio nunca jamás podrá disfrazar el señorío, la educación y la generosidad. Eso lo tenés o no. Y si no lo tenés y no te esforzás por tenerlo, enseguida se sabe. En el medio nos conocemos todos.

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