TELEVISION › JORGE MAESTRO, CARLOS VAINMAN Y MILAGROS EN CAMPAÑA
Tras 18 años de trabajo por separado, la célebre dupla autoral vuelve a aunar esfuerzos para una ficción que busca develar el detrás de escena de la política. Y advierten: “La lógica televisiva no es sana para ninguno de los que trabajamos en ella”.
› Por Emanuel Respighi
Si bien la televisión es pura imagen, sus figuras no remiten únicamente a quienes aparecen delante de cámaras. Nombres como los de Goar Mestre, Jaime Yankelevich, Alberto Migré o Alejandro Romay tienen un peso preponderante dentro de la historia argentina de la pantalla chica, a partir del aporte que hicieron como productores o autores. En esa categoría de nombres asociados a la televisión figuran también los de Jorge Maestro y Sergio Vainman, conocidos simple y popularmente como “Maestro y Vainman”, ese sello autoral que estuvo detrás de ficciones que marcaron una época, como Zona de riesgo, Nosotros y los miedos y Clave de sol, entre otros programas. La dupla autoral, que entre 1980 y 1997 escribió más de cuarenta ficciones, vuelve a trabajar a cuatro manos después de 18 años separados, detrás del guión de Milagros en campaña, la ficción que el miércoles a las 22 debuta en Canal 9.
La sintonía conceptual, narrativa y estilística de los autores se percibe no bien comienza la entrevista. Al comentario acerca del “esperado” regreso, tanto uno como otro deciden desactivar inmediatamente esa “exageración”. “No podemos ni dormir por las llamadas teléfonicas que recibimos por este regreso”, ironiza Maestro. “Hay gente, todavía, en procesión a Luján”, se suma Vainman, antes de subrayar el sarcasmo con una carcajada que contagia a su compañero. Esa sinergia, cómplice y natural, fue la que los llevó a escribir los libros de Milagros en campaña (ver aparte), la ficción con la que El Oso Producciones debuta en el género, tras años desarrollando proyectos periodísticos (Científicos industria argentina, Economía sin corbata, Palabras más, palabras menos). Maestro y Vainman vuelven a funcionar en dupla, algo que no ejercitaban desde 1997, cuando pusieron en pantalla Archivo negro en la pantalla de Canal 13. “Nos separamos en aquel momento pero no fue por una asunto de polleras”, se apura a aclarar Maestro. “De hecho, nunca usé pollera”, bromea Vainman, cuando se les pregunta sobre los motivos de aquella ruptura.
–¿Qué los atrajo de Milagros en campaña para volver a reunirse?
Jorge Maestro: –La idea de desarrollar un concepto sobre una ficción política. Nos entusiasmamos. Volvimos a trabajar como si no hubieran pasado los años. Fue una experiencia muy buena, porque al tratarse de una serie seleccionada de un concurso del Incaa, no tuvimos la presión del aire, por lo que pudimos desarrolar una historia con tranquilidad.
–Contar una historia sin los avatares del rating, escrita y grabada íntegramente antes de su salida al aire, es el “ideal” de un autor.
Sergio Vainman: –Este tipo de ficciones no forman parte de la lógica televisiva argentina. En todo caso, responden a la lógica televisiva de otras geografías. Milagros en campaña es lo que es y no se puede cambiar nada. La obra televisiva ya está terminada.
J. M.: –Si estuviéramos en un sistema más industrial, el miércoles comenzaría la primera temporada de serie, en la que la segunda sería Milagros en la Rosada, por ejemplo. En todo caso, si no funcionara en rating, se cancelaría la segunda temporada y listo.
S. V.: –La televisión tiene mucho de instantaneidad y de respuesta inmediata. La lógica televisiva no es sana para ninguno de los que trabajamos en ella, principalmente para los autores. La locura de producir en función de lo que le pasa a la audiencia es propia de la TV de cualquier lugar. Como caja cerrada, Milagros en campaña se asemeja más al cine, o a la manera en que se realizan las series en verdaderas industrias. El estudio de la audiencia debería hacerse una vez que se emitió la primera temporada, no en el durante. No hay ficción que resista la locura del rating. No es que esté de acuerdo con la locura que significa producir con la planilla de rating en la mano, porque se transforma en algo incontenible, pero tampoco es ajeno a la TV.
J. M.: –Tener el programa cerrado permite tener mucho tiempo de desarrollo previo, que es lo que no tienen los programas de la TV actual. Las ficciones salen al aire con muy poco tiempo de desarrollo. En Milagros... trabajamos tres meses en el desarrollo de los personajes y el arco narrativo de la historia antes de sentarnos a escribir el primer episodio.
S. V: –La instantaneidad televisiva se ve también en la instantaneidad de cómo se arman algunos proyectos. El armado instantáneo de las ficciones va en contra de la solidez de los proyectos. La elasticidad televisiva se convirtió en una amenazante flacidez. Las ocurrencias que entran y salen no hacen una ficción sólida.
–¿Se puede pensar a Milagros... como una ficción de época, en el sentido de que en la era de la imagen el marketing parece fagocitarlo todo?
S. V.: –Hoy en día es preponderante la cultura de la imagen. Hoy se mide a los posibles candidatos por su “índice de conocimiento”, que no es otra cosa que saber cuánta gente lo reconoce, aunque no sepan cuáles son sus propuestas, si en el mejor de los casos las tiene. La política de la imagen parece haberlo arrasado todo. Los políticos desconocidos luchan por ser conocidos y hacen cualquier cosa porque la gente los reconozca. Hoy, pareciera que importa más el índice de conocimiento que las propuestas. En el programa, dentro de un contexto dramático, desarrollamos esa idea. No es una clase de marketing político, claro. Todos somos sujetos pasivos del marketing político. El ciudadano del siglo XXI no puede aislarse del marketing político. Debería aislarse, desenchufarse y ni siquiera caminar por la calle. Somos sujetos del marketing político.
J. M.: –Basta ver los spots de campaña de los políticos para darse cuenta de que están muy perdidos. Hasta los partidos de izquierda son objeto del marketing. ¿Qué funciona más hoy en día? ¿La sinceridad con que se muestra un candidato o las estrategias de marketing que lo rodean? Milagros... va a permitir preguntarse sobre qué decisiones definimos nuestro voto. Creo que el electorado primero se enamora de lo que ve de un candidato y después lo conoce.
–Es un voto más emocional que racional.
S. V.: –Es que no existe más la opinión pública. Lo que ahora existe es la emoción pública. No es que esté haciendo un juicio de valor sobre el electorado, del que soy parte, sino que describo una dinámica de época. En la actualidad, se calcula que por promedio recibimos diariamente 35 mensajes, que se reemplazan a diario por otras 35 y así sucesivamente. Con ese nivel de información es imposible categorizar racionalmente los mensajes que nos impactan. Entonces, sólo se recuerdan los mensajes que te impactan emocionalmente. Nuestro tejido es inmediatamente infectado por la emoción. Aquél que logra emocionarte más con el mensaje es el que mayor tiempo queda en nuestro cuerpo. Lo que un mensaje perdura en nuestra mente no responde a los valores que representa sino a la cantidad de emoticones que te generó. Por eso es que la opinión pública, que es elaborada y pensada, se convirtió en emoción pública.
J. M.: –Las redes sociales reproducen masivamente ese impacto emocionalmente. Antes, esa reproducción se daba en el café, que alcanzaba a no más de cuatro tipos con un vaso de vino en la mano. Hoy en día, las redes sociales facilitan y promueven la emocionalidad. De hecho, Twitter es claramente una red social emocional. Se responde visceralmente, es un medio inmediato: los 140 caracteres salen como un tiro. ¿Es ese exabruto de 140 caracteres una “opinión”? Se supone que una “opinión” surge de un análisis. Parece que ya no hay tiempo para eso.
–¿Consideran que el riesgo de la política, en una sociedad hipermediatizada como la actual, es que los dirigentes en campaña se conviertan en títeres de los asesores de comunicación?
S. V.: –La comunicación no es ingenua. De ningún lado. La lucha por el relato se da entre diferentes espacios políticos y también desde algunos grupos de medios. En todo el mundo. Uno de los problemas que abordamos en Milagros... es que casi no existen figuras políticas que se impongan por peso propio. Entonces hay que construir esa figura de alguna manera. En ese vacío de ideas y de figuras es que aparece el marketing político. El poder cada vez más grande de los consultores viene a suplir la carencia de peso propio de los políticos. Un tipo como Perón no necesitó de un asesor de imagen que lo construyera.
–Era otro momento histórico. La sociedad no estaba hipermediatizada como en la actualidad.
S. V.: –Es cierto que no había este nivel de comunicación. Si no te llegaba la 5ta o la 6ta de La razón uno no se enteraba de qué había pasado a la tarde. Pero por sus propias ideas, políticas y peso Perón no necesitó de una construcción. La presidenta Cristina Fernández, tampoco. Pero debajo de ella, incluso en su propio partido, todos los candidatos están en pleno proceso de construcción.
–¿Y qué rol juega una ficción en la arquitectura mediática de los políticos?
J. M.: –Me parece que invita a la reflexión, al reconocimiento. A pesar de que a nosotros nos han querido censurar cuando hicimos Zona de riesgo o Nosotros y los miedos, creo que uno no cambia nada a través de una ficción. Lo que puede hacer un programa es reflexionar de manera dramática sobre determinados temas instalados en la sociedad.
–Pero ustedes, tanto en Zona de riesgo como en Nosotros y los miedos, instalaron problemáticas, abrieron discusiones...
J. M.: –Abrimos discusiones, pero hasta ahí.
S. V.: –La ficción no tiene la capacidad de modificar la realidad, pero sí tiene la posibilidad de poner en discusión algunas cosas. La ficción puede tener una función catártica y, posteriormente, reflexiva. Esto viene de la época de los griegos: las comedias discutían a los gobiernos. La función del autor audiovisual es repensar lo que pasa a su alrededor y hacerlo emerger de acuerdo a su visión para que otros discutan. La ficción debe entretener y, en el mejor de los casos, dejar algo para que después pueda ser objeto de discusión.
–¿Y, entonces, por qué los políticos están tan pendientes de su imagen, incluso por la manera en que aparecen en las ficciones?
J. M.: –Porque muchos están perdidos. ¿Para qué van a bailar a lo de Tinelli? ¿Creen que es por ahí la cosa? ¿De qué sirve un spot en el que un político imita a un ciudadano común popularizado por insultar en un video casero?
S. V.: –No hay que asignarle a la ficción un poder que no tiene, pero tampoco hay que menospreciarla. La ficción es un testimonio de lo que pasa y, muchas veces, es un elemento de provocación social. Milagros... provoca al espectador.
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