TELEVISION › ENTREVISTA A ADRIAN SUAR
Director artístico de El Trece y cabeza de la productora Pol–Ka, Suar arranca hoy un nuevo unitario, Silencios de familia. En esta entrevista aborda todos los frentes, incluyendo aquellas declaraciones sobre la política que le valieron un repudio de Actores.
› Por Emanuel Respighi
El chiste fácil, veloz, siempre a mano, no es la principal virtud de Adrián Suar. Esa característica tan suya para el remate ocurrente ante cualquier situación adquiere un protagonismo menor cuando las cámaras se apagan. No es que no lo ejercite. Es su sello. Pero en medio del set de grabación de Silencios de familia, la comedia dramática que hoy a las 22 estrena en El Trece, lo que se descubre es su capacidad para desdoblarse sin conflicto entre los diferentes roles que ejerce. Como si escondiera algún tipo de botonera en su cuerpo, Suar pasa en cuestión de segundos a resolver por teléfono una cuestión relacionada con el canal que dirige artísticamente a ponerse en la piel de Miguel, el odontólogo que interpreta en el nuevo unitario. Esa ductilidad le permite hacer esta entrevista con Página/12 entre la grabación de una y otra escena, aprovechando al máximo cada segundo y sin evadir ninguna pregunta.
Suar es un hombre importante del espectáculo argentino. Es el actor que es capaz de hace reír a dos millones de espectadores en la pantalla grande con Me casé con un boludo, el programador que toma decisiones en El Trece y el productor que inauguró el camino de las productoras independientes allá lejos y hace tiempo. Es todo eso a la vez. El mismo que ahora está de regreso en la pantalla chica, sumándole a sus responsabilidades las extensas jornadas de grabación de Silencios de familia, el unitario en el que comparte cartel con Julieta Díaz, Florencia Bertotti, Marilú Marini y Gloria Carrá. Escrita por Javier Daulte (Para vestir santos, Tiempos compulsivos), la comedia dramática cuenta las penurias cotidianas de una familia como cualquier otra, en la que se suelen esconder debajo de la alfombra los deseos insatisfechos y problemas de cada miembro. Hasta que esa olla a presión estalla.
“Silencios... es una comedia dramática. Tenía ganas de formar parte de una ‘comedia realista’, de personajes identificables, de una familia como la de cualquier otra, con temáticas y conflictos reconocibles. Es un programa con personajes menos estereotipados que los de Solamente vos, y sin volcarse al absurdo que formaba parte de la tira. Había una problemática familiar en Solamente vos, pero con el casi único objetivo de hacer reír. En cambio, los personajes de Silencios... tienen una complejidad mayor. La familia es una comunidad tan rica, que me gusta pensar desde la ficción. Silencios... da la posibilidad de abordar temáticas con mayor profundidad y con una factura más elaborada”, cuenta Suar, en una entrevista en la que hablará sobre la televisión, su carrera y también la política.
– Este año protagonizó la película más popular de 2016. ¿Por qué el regreso a la actuación, esta vez en la TV?
– No mido lo que hago en cuestión de “aguantar el resultado”. Ni siquiera vuelvo a actuar por un desafío. A mí lo que todavía me movilizan son los buenos proyectos. Y Silencios de familia es un buen proyecto. Es una mezcla de Trátame bien y Culpables, de los unitarios de Pol–Ka. Cuenta una historia que tiene comedia pero es un drama. Es una historia que tiene verdad y conflictos cercanos a la gente. Tenía ganas de hacer un unitario, que no hacía desde Poliladron, más allá de los especiales de Sin código. Y quería trabajar con el equipo “premium” de Pol–Ka. Era el único actor de la productora que no había trabajado con este equipo.
– Pero más allá de los proyectos, ¿no mide en qué proyecto estar en función de construir una carrera, de dirigirla hacia algún lugar?
– No podés dejar de lado nunca qué es lo que uno quiere hacer con su carrera. Hace varios años que estoy focalizado en la mezcla del productor y del actor. No quiero abandonar la actuación, porque es mi primer amor. Tengo la posibilidad de hacerlo, siento que tengo un cariño con el público, por lo que trato de elegir proyectos que me hagan crecer como actor. Esto es muy distinto a Solamente vos, y muy distinto a Me casé con un boludo.
– Una película a la que fueron a ver cerca de 2 millones de espectadores. ¿Se siente un capocómico?
– No. Me siento un comediante. Un capocómico hoy es Diego Capusotto, que desde hace años la rompe, con un estilo propio que va ganando adeptos. También un Alfredo Casero. Incluso Francella, pero que trasciende a esa condición, porque es un actor muy completo, que busca otros registros. Un capocómico está más referido al artista que es consecuente con la comicidad. Me parece que yo estoy más relacionado con la comedia, que es distinto al cómico.
– ¿En qué se diferencia el cómico del comediante?
– El comediante tiene que hacer reír con mucha realidad. El cómico es el que hace reír por sí mismo, exteriorizando sus ideas u ocurrencias. Los dos tratamos de llegar al mismo fin, que es lograr que la gente se ría. Pero los mecanismos y la materia prima son muy diferentes.
– ¿En Silencios de familia busca transitar por un registro más dramático al usual, sin tantos mohínes?
– Sí. Es un tono actoral que creo que me queda bien. Como a los cantantes, que bajan una octava y empiezan a cantar en otro registro. A los actores nos pasa que con el correr de los años vamos encontrando nuestro tono y buscando nuevos matices. En la comedia de situaciones identificables es donde mejor rindo, donde más cómodo me muevo.
– Usted construyó su carrera en la comedia. ¿Juega en su cabeza la necesidad de ser reconocido en otro registro? Habitualmente es más prestigioso el actor dramático y más popular el comediante.
– No tanto, yo me siento reconocido por el público. Sería un desagrecido si dijese que no tengo cierto reconocimiento.
– ¿Y la prensa?
– De a poco. El lugar que uno tiene en los medios también hay que construirlo. A los 24 años empecé a construir el rol de productor, con Poliladron. Durante mucho tiempo el productor relegó al actor. No es fácil ni común ocupar todos los casilleros. Para muchos, soy el productor que de vez en cuando hace programas exitosos y bla bla. En los tiempos de La Banda del Golden Rocket era un actor incipiente. Cuando empecé a producir, el productor aplastó a mi primera vocación. Creo que desde Un novio para mi mujer, entre el teatro, el cine y algunos ciclos, retomé el camino de la actuación, que estaba pendiente.
– Pero más allá de las motivaciones personales, ¿había una necesidad de lograr el recomiendo como actor?
– El ego del actor juega un papel importante. Siempre. Es posible que conscientemente buscara ser reconocido con actor. El actor necesita de la mirada del otro. Pero soy consciente de mis limitaciones y dónde tengo que ir a hacer las cosas. Si sé que son pruebas que puedo dar, le pongo el cuerpo. Soy muy cerebral. No soy un loquito que me juego a hacer cualquier cosa, para terminar haciendo un papelón. Asumo los riesgos que puedo bancar con el cuerpo.
– ¿Cuál es su mayor fantasma profesional, sea como actor, productor o programador? ¿Repetirse?
– Más que repetirme, el fantasma es no modernizarme. No estar atento a lo nuevo que viene. A las historias, a la actuación, a la manera... Uno tiene un modelo, pero dentro de ese estilo hay otros. La ropa de gimnasia que se usa hoy no es la misma que la que se usaba hace 10 años. Si no te aggiornás, te morís.
– ¿Y qué herramientas utiliza para no quedarse en el pasado?
– Estar vivo, estar atento. No creerte que sabés todo. Desconfío de los que se las saben todo.
– ¿La tele genera una burbuja irreal?
– Sí. A veces pasa. El que agarró la tele de grande tiene mayores posibilidades de volcar. La generación que nos curtimos de chicos en el medio, cuando llegamos a los 25 o 30 años, ya nos golpeamos, nos caímos y levantamos. Uno se fue armando de herramientas, como no comerte las luces de la ciudad. Yo no compro lo que vendo.
– ¿Nunca sintió que estaba perdiendo el rumbo por la fama?
– No me pasó. Aprendí de muy chico lo que no había que hacer. Ojo: eso no significa que me las sé todas. Me sigo dando buenos mamporros.
–¿Considera que la TV abierta argentina es una industria? ¿O es apenas un modelo de negocio que depende demasiado del andar de la economía del país?
– Es una industria pero con demasiados sobresaltos. Por eso no es una industria para todos. No todos pueden bancar esos vaivenes económicos. El margen de rentabilidad es muy pequeño. El Trece puede hacer dos ficciones diarias por año, pero no cuatro. No da la torta publicitaria. Para dos ficciones contratás no más de 80 actores, con toda la furia. Por eso la TV no vive solo de la ficción, sino también de los programas periodísticas, de entretenimientos, de los talk shows. Uno tiene que armar la programación en función del acotado presupuesto. En Argentina hay dos canales fuertes que apuestan plata, El Trece y Telefe. El resto, que reciben menos torta publicitaria, apuestan a lo que pueden. Canal 9 tiene licencia pero no tiene nada.
– ¿O sea que para usted la TV argentina es mejor de lo que debería ser por la escasa torta publicitaria con la que cuenta?
– Sin dudas. Cuando uno ve los números y el resultado en pantalla, no se puede creer. Cuando comparás los ingresos publicitarios de la TV Argentina, con los de Ecuador o Perú, que son similares, te das cuenta que estamos caídos pero hacemos muy buena tele. En relación a México estamos 9 a 1 abajo en cuanto a ingresos e inversión. El argentino tiene buen gusto para hacer tele. Los brasileños vinieron a aprender a hacer ficción. Incluso el argentino es de apostar más de lo que tiene, y eso la mejora. La TV argentina no comulga con la ideología de la mezquindad. Tinelli pone toda la carne en el asador; no se guarda nada para hacer un big show. Nunca escuché a ningún colega ir a menos con el dinero invertido en una producción. Al contrario: nos retroalimentamos en la competencia.
– ¿El tema es que con el dinero no basta para hacer buenos productos?
– Cuando yo arranco quiero deslumbrar. No es cuestión de plata, sino de mejorar lo que ya hiciste. La calidad técnica, por ejemplo. Mido los productos de Telefe y los comparo todo el tiempo con los de El Trece. La TV argentina está al nivel de la de México o Brasil, con mucho menor presupuesto. En el mundo nos miran, nos respetan. Es algo en el mundo, tenemos historia.
– ¿No cree, entonces, que esté atravesando una crisis de creatividad?
– La TV tiene sus momentos. Hoy está con la actualidad. Hay que ir detrás de eso. La actualidad es la vedette.
– En los últimos años se mostró crítico de que los artistas esbozaran públicamente sus posiciones políticas. Pero usted también expresó las suyas.
– Lo que dije y sostengo es que el artista debería ser siempre crítico del gobierno de turno. Por más que estés a favor.
– ¿Y hoy que usted tiene mayor afinidad con el Gobierno nacional, ¿cómo se posiciona?
– Tengo más afinidad porque lo conozco a Mauricio (Macri). Siento que tengo que ser crítico con lo que no me gusta. Hay que decir las cosas, pero no salir a gritar todo el tiempo. No hay que ser un genuflexo ni un chupamedias del gobierno de turno. Eso no le hace bien ni al gobierno ni a uno como artista.
– Pero no cree que aquellos que apoyaron al kirchnerismo lo hicieron porque así lo pensaban y no por una cuestión económica.
– Cien por cien. Sigo sosteniendo que hacia el gobierno hay que ser crítico.
– La polémica fue tan grande por sus dichos que recibió incluso el repudio de la Asociación Argentina de Actores.
– Fue una canallada lo que me hizo la Asociación Argentina de Actores. Lo sigo sosteniendo. En la carta me argumentaron que habían muerto muchos compañeros desde el ‘76... Una canallada, un dolor enorme. Lo sigo sosteniendo porque siempre se usan esos temas para hacerte quedar quieto. Y yo no dije nada. Lo que digo es que con el gobierno, y me pasa con Mauricio también, hay que ser crítico.
– ¿Pero no ve con malos ojos que haya artistas militan...?
– Cien por cien. Igual, militante es otra cosa.
– ¿Por qué? ¿No puede haber un actor militante?
– Sí, militante es el que milita.
– Pero Luis Brandoni milita por la UCR y no genera tanto ruido.
– Sí, pero militar es una cosa, y otra es no tener ninguna opinión crítica contra el gobierno. Entiendo que el militante no la tenga. Si yo militara para el PRO, a lo mejor no tendría tanta crítica, porque soy un militante. Yo banco al militante, al que milita y tiene una ideología. Siento que al que es independiente y no milita en ningun lado, a ese le pido que sea un poquito crítico. Eso es lo que digo. Después, que cada actor diga lo que quiera. De hecho, nunca me la agarré con nadie.
– ¿Nunca decidió el armado de un elenco en función de su simpatía política?
– Jamás lo haría. Eso sería una callada enorme, con todo lo que se vivió en este país. No lo pienso. Es ideológico.
La charla es abruptamente cortada por un productor que lo llama para grabar. “Hago una escena y seguimos. No te vayas”, pide, mientras sale corriendo al decorado contiguo. A los dos minutos, el hombre que respondía sobre política ya está grabando una escena de texto en el que muestra su don para la comedia. Regresa con la misma energía con la que se fue.
–¿En qué estábamos? ¿En la militancia de los actores? Cada uno puede pensar lo que quiera, no es un tema en mi vida.
– Es interesante que lo diga porque había quedado flotando la idea de que, en su rol de hombre fuerte de la TV, estaba marcando la cancha a quienes expresaran sus posturas.
– No, en mi opinión –y no digo que tenga razón– los artistas siempre deberían ser más críticos con el gobierno de turno. Si tenes algo para decir, si no... Militar es ir a las villas, ayudar... O al menos yo la concibo así. Decir todo lo que te gusta no es militancia. Eso es adhesión, que también es importante. No está mal decir que te gusta tal gobierno y que te representa.
– Hubo actores, como Pablo Echarri o Leonardo Sbaraglia, por poner dos nombres entre muchos otros, que estuvieron hasta el final apoyando un proyecto. Asumieron un compromiso muy valorable.
– Totalmente. Ellos lo sienten de verdad.
– ¿No le molesta?
– No, ¿cómo me va a molestar? Además, ¿quién soy yo para decir...? Cada uno puede hacer respecto a su sentimiento lo que quiera.
– ¿Cree que los artistas pueden ser usados por la política?
– Sí, puede ser que suceda. Pero no conozco a algún artista que le hayan pagado para ir a apoyar. Eso no conozco. No.
– ¿Y usted cómo ve a Macri?
– Me parece que tiene cosas buenas. Creo que tiene que mejorar políticamente. Me parece que es lo nuevo. Es muy difícil hacer una crítica hoy, a seis meses. Hay que esperar, mínimo, un año y medio. Hay cosas que comunican mal, puede ser. Cómo salieron del cepo, creo que estuvo bien. Pero, la verdad, hay que ver cómo va. Si entre dos o tres años no funcionó, vendrán otros.
– ¿Pero lo intranquiliza este momento del país?
– Por ahora no. Lo que me intranquiliza es el consumo. Creo que tiene que volver a generar el consumo. Pero tiene que ver con medidas que, con un déficit fiscal tan grande... Siento que el país se quedó, por cómo quedó, en cuanto a las posibilidades de seguir creciendo. Tenés que hacer algo. Y a veces duele.
– El problema es que el costo social es alto.
– Ahí tiene que tener mucha sensibilidad el gobierno. Espero que la tenga.
–¿Cree que hasta ahora la tiene?
– En algunos casos, si. Lo siento con los jubilados, las asignaciones las mantuvieron... Hay que esperar dentro de un año y pico para sacar una foto. Con el kirchnerismo pudiste ver una foto a los seis años. En seis meses es irresponsable sacar una foto. Aunque digan que hay que esperar al segundo semestre, yo siento que una foto real se va a ver recién en abril del año que viene. Lo que pasa es que los argentinos nos volvemos locos.
– ¿No se arrepiente de su voto?
– Yo soy americano (estadounidense), no voté. (sonríe)
– Pero expresó públicamente su idea de “cambio”.
– Yo quería un cambio. Pero si le va mal y hacen mal las cosas, soy el primero que va a decir que tiene que venir otro gobierno a mejorarlo. Yo vivo en este país. Quiero que nos vaya bien. Tampoco soy anti K. No me gustaba la política que tenía, pero si le hubiera ido bien... Yo soy pro argentino. Los gobernantes pasan, tratan de hacerlo mejor o peor, y se van... Los que menos tienen son los que sufren.
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