TELEVISION › PROGRAMAS DE TRASNOCHE
Los concursos, una dimensión paralela
Sonámbulo$, Clase X, Call TV y Llamá y ganá: un poker que produce extrañeza.
Por Emanuel Respighi
En ese horario ambiguo y difuso, en el que no es de noche pero tampoco madrugada, la TV ingresa a una dimensión desconocida. Cada día, cerca de la una de la mañana, la TV le cede su espacio a los programas en los que los juegos telefónicos facturan y facturan dinero para las arcas de los canales... y pesar de la economía de los televidentes. Exclusivos para sonámbulos desprovistos de TV por cable, los programas de juegos captan la atención del televidente con insomnio por la variedad de números de feria que acompañan la timba televisada. Una stripper que se quita la ropa a medida que los concursantes responden correctamente las preguntas (Sonámbulo$, por Telefé), una extrovertida pareja que calienta la pantalla con arrumacos y caricias al por mayor (Call TV, por el 9), un cuarteto de freaks que hipnotizan con mirada fija a cámara y verborragia pausada (Llamá y ganá, por el 13), y una dupla de volados a los que no les importa nada (Clase X, por América), son algunas de las estrategias que se ponen en marcha para tentar al televidente a gastar sus pulsos telefónicos. Siempre con la esperanza de que la “salvación” económica está a sólo una llamada. Y proviene del aparato de TV.
Sea por la poca supervisación que hay de los programadores por el horario, o porque se trata de la única manera de mantener despierto al televidente, la TV de los juegos telefónicos se presenta como una suerte de grieta dentro del sistema televisivo. Anárquica, desprovista de formalismo, suprimido cualquier sentido artístico y estético, el llame ya vuelve a traer al ruedo a la TV de otros tiempos, a cámara fija y escenografía sencilla o digital, sólo que con lenguaje desaforado y estilo descontracturado. Para confirmar que, a la hora de facturar, cualquier recurso es válido. Retomando la premisa de que ya no importa el saber académico o disciplinar del erudito, los ciclos de juegos se distinguen por acertijos sencillos y banales. Propio de estos tiempos, la TV y los protagonistas del espectáculo son las vedettes en las que descansan preguntas plausibles de ser contestadas hasta por niños de no más de 7 años, del tipo “¿Cómo se llama la madre de Sofía Gala?”, o “¿Cuál es el apodo de Sandro?”. También, claro, hay juegos matemáticos o visuales, pero que siguen la misma línea easy de las preguntas. La tentación de tomar el celular y llamar, ante el nivel de las consignas y los flacos bolsillos, es muy fuerte. Aún a altas horas de la noche...
Para que el cansancio no venza a la timba, cada programa pone en juego sus propias estrategias. Santiago Del Moro y Maju Lozano, conductores de Clase X, no hacen más que mostrar su incorrección política satirizando a figuras televisivas y emitiendo el material de archivo más bizarro y ridículo. En Sonámbulo$, en cambio, a las curvas descubiertas de la Chica Sex se le suma una galería de personajes que entran y salen de la cámara fija, creados por el ex Vale la pena Kai Bareto. Llamá y ganá, por el contrario, es un gran mix de personalidades y estilos. Cada uno de sus cuatro conductores pone en práctica sus propias herramientas: hay una “loca gritona” (Romina Gutiérrez), otra que intenta llamar la atención a fuerza de los ratones que ¿provoca? su lengua jugando por su labios (Marcela Mayoral), un flaco que acude a la acción psicológica (Fabián Rosenthal) y una última (Sol Arévalo) que intenta atrapar al televidente por el cansancio de su insistencia.
En el juego de las diferencias también hay similitudes. La más notable es que los conductores repiten una y otra vez –con lapsus que nunca superan el minuto de duración– cómo hay que hacer para participar del programa. “Para que el televidente se transforme en participante tiene que haber un código de comunicación claro y conciso, sobre todo a esa hora que las neuronas empiezan a descansar”, justifica tanta repetición el Mono Amuchástegui, conductor de Sonámbulo$. “Ya tengo internalizada la frase. Si hasta el otro día mi mujer me contó que estábamos durmiendo y se levantó asustada porque, durmiendo, repetía ‘¡ganaste!’, ‘¡ganaste’!”Pero si de noche y TV se trata, no puede faltar la veta sexual. Desde Carla Conte en Call TV hasta cualquiera de las chicas de Llamá y ganá, pasando por la stripper de Sonámbulo$, la condición para la conducción femenina pareciera ser sólo una: posar frente a la pantalla con un profundo escote. Se sabe, la noche es amiga del sexo. “Una mina en TV, si no tiene sexualidad, va para atrás”, admite Rosenthal. “Más sensualidad necesita aún si, encima, su función es vender. Para mantener despierta a la audiencia, hay que tocar sensores: y a esa hora los varones queremos ver dos tetas”, dispara, con asombrosa sinceridad, quien recurre a una oratoria propia de pastor evangélico para atraer a la masa.
Afín a la idea de la producción de que la mejor forma de que el público se transforme en concursante y gaste dinero es “jugándola de amigo” (sic), ninguno de los conductores masculinos se asume como conductor. “Conducir es una categoría que me queda extremadamente grande”, aclara Amuchástegui. “Yo no soy conductor, soy actor: a mí me gusta sorprender y divertir a la gente desde un lugar informal”, detalla Rella. El mandato de la producción, entregado en rigurosos manuales instructivos, es claro: el objetivo es quebrar la distancia utilizando el mismo código del televidente, en función de que éste se sienta parte de un gran juego entre amigos y se olvide del fin comercial que persiguen estos ciclos. Y, aunque desde los programas no se quieran ofrecer datos certeros de facturación, la estrategia pareciera ser eficaz.
¿Qué características debe tener un conductor de madrugada encabezando un ciclo de juegos? “Tiene que tener una relación con la gente de par a par, ser amigo”, concede Rosenthal. “Hay que estar en un tono más arriba de lo habitual, porque a esa hora hay que atraer a la gente”, apunta Rella. “Pero ojo: yo no estoy más power por el horario: yo soy así de por sí. Mi personalidad encaja con el formato.” ¿Qué es lo más complicado de acostarse a las 5 de la mañana, entonces? “Lo más difícil es adaptarte al hecho de vivir de noche y dormir de día: tengo el ciclo biológico cambiado”, se resigna Amuchástegui, antes de avisar que tiene que dejar la entrevista porque tiene turno con el nutricionista. “Es que el cambio de sueño me produjo trastornos alimentarios: ¡estoy hecho una vaca!”