TELEVISION › NAZARENO CASERO
Dice que alguna vez padeció el humor de su padre, a quien considera su maestro.
› Por Emanuel Respighi
Es increíble cómo opuestos en lo físico pueden ser tan parecidos en lo personal. Basta con verlo actuar, hablar y moverse para percibir que Nazareno Casero es un Alfredo en miniatura. Suerte de extraño experimento genético, propio de la perversa mente de Alberto Lombardo en Montecristo, Nazareno admite que su incursión en los medios ya no es casual ni pasajera. Y mucho menos la facilidad para el manejo de cierto humor entre burlón, absurdo y delirante. “Es que me crié entre delirios espontáneos y fiebres joviales de mi viejo”, apunta, con resignación, pero sin ocultar su herencia. Hoy, a los 20 años, tras su actuación en Crónica de una fuga y los recientes estrenos de dos programas suyos –forma parte del elenco de Doble venganza (lunes a viernes a las 21.30, por Canal 9) y conduce semanalmente Cocinaza, por Ciudad Abierta–, poco a poco deja en lo artístico de ser reconocido como el “hijo de...”, aunque su parentesco se haga presente ineludiblemente en cualquiera de sus actos. “Todos cargamos con una cruz –dice–, pero la mía no es nada liviana, eh?”, dice, y suelta la carcajada.
Casualidad o causalidad, la segunda generación de los Casero artistas termina el año como todo el mundo lo empieza: comenzando a trabajar a pleno para la tira diaria del 9 y su programa de cocina en Ciudad Abierta. A contrapelo del resto. Una actitud que, impostada o no, parece sentarle bien. “Mejor terminar el 2006 así, ¿no? Como para transgredir un poco más. Me siento cómodo yendo al revés que el mundo. ¿Estoy muy rayado?”, pregunta quien debutó en los medios a los cinco años en aquel programa imitado hasta el hartazgo pero nunca igualado: Cha Cha cha.
–Puede ser síntoma de la rebeldía adolescente, o de cierto estilo propio de los Casero, más bien...
–No me gustan las cosas que se masifican. Por lo general, o me gustan determinadas cosas antes del furor o después. Pero no me gusta nada en la cresta de la ola. Cuando a todo el mundo le gusta algo, a mí eso me provoca el sentimiento opuesto.
–Entonces, en este momento no se siente conforme con usted mismo, dada la repercusión que alcanzó este año en el cine (protagonizando Crónica de una fuga y Arizona Sur) y en la TV con estos programas.
–Sí y no. Fue un año muy bueno para mí, pero la realidad es que todavía no me conoce nadie. Yo voy caminando por la calle y no me saluda casi nadie, por suerte. Por ahora está todo bien. Pero es verdad que en ese sentido estoy en contra de mí mismo: si hasta pensé en iniciarme una demanda por daños y perjuicios y violación a la intimidad, ja... Es en esos momentos de su discurso, en esos instantes de su oratoria –-en los que lanza bromas de todo tipo y se las autofesteja– cuando la imagen de papá Alfredo se vuelve inevitable. ¿Una carga que deberá llevar toda su vida? “Hijo de él soy. Dependerá de la gente y los medios de separarme artísticamente de Alfredo. Pero no lo siento como carga. Cuando dicen que soy el ‘hijo de...’ no me molesta. No siento que actúo por ser el ‘hijo de...’ No ocupo espacios por eso. Puede que me haya ayudado en el comienzo. Creo que aun cuando papá se muera voy a seguir siendo el ‘hijo de...’.”
–Comparten un lenguaje, un humor y una manera de actuar muy similar.
–Fue la crianza que tuve de chico. Los chistes y las bromas, incluso como “sometimientos”, estaban a la orden del día. Me acuerdo que muchas veces nos levantábamos de dormir y le preguntábamos a papá dónde estaba mamá. Nos contestaba, seriamente: “Chicos, su madre los abandonó”. ¡Imaginate cómo se puede poner un nene de 6 años! No fue una crianza muy “normal”, a decir verdad. Fue una crianza muy divertida, pero extraña a la vez. Evidentemente, el humor de mi viejo me marcó más que cualquier otra cosa en la vida.
–Incluso, por lo que cuenta, lo padeció bastante...
–Hoy entiendo ese humor mucho más que antes. Incluso, también utilizo yo ese trato con otros chicos... ¡y a veces también los hago llegar hasta las lágrimas! (se ríe). Yo nunca estudié teatro. Mi viejo siempre fue mi maestro. No me banco la rigidez ni las estructuras. Crecí signado por la improvisación. Es mi manera natural de expresarme.
–¿Alfredo es de dar muchos consejos artísticos?
–Cuando le comento algo, tal vez, se pone en pediatra. Pero es raro, porque nunca deja de ser mi viejo. Incluso, muchas veces tratamos de hacer o improvisar una escena y me da vergüenza hacerlo con él. Porque para mí no es actor, sino mi viejo.
–¿Y lo puede tomar en serio?
–Cuando tiene que decirme algo serio lo dice, cuando me tiene que cagar a pedos lo hace... Discutimos y negociamos mucho. El problema es que posee el extraño don de esa gente que en el debate te convence de su razón. Tiene un discurso que te da vuelta la cabeza. Es muy carismático el muy turro.
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