TELEVISION › UNA NOCHE PASADA POR AGUA CON LOS MILITANTES DEL MIJD EN “BAILANDO POR UN SUEÑO”
Cómo fue la noche de la esposa de Raúl Castells en el programa de Marcelo Tinelli, que consiguió el pico de rating del día, visto desde la perspectiva de los militantes de base que esperaron en la puerta de la productora bajo la lluvia.
› Por Julián Gorodischer
La ciudad colapsada por la tormenta del martes no puede contra ellos. En la hora previa, unos minutos antes de que Nina Peloso salga al escenario de Bailando por un sueño con su boa de plumas y su cartel colgado del cuello con la foto de Carlos Fuentealba, los 500 amuchados en la esquina de Giribone y Olleros cantan: “¡Y Nina tiene aguante!” Nadie parece sentir deseos de salir corriendo, de escapar de esta espera interminable bajo la lluvia, donde no hay refugio ni techo, donde no hay pantalla gigante prometida por la productora Ideas del Sur, donde los circunda un vallado policial digno de un corte de rutas pero al servicio del show. Ni los subtes detenidos ni la avenida Córdoba a paso de hombre, ni los ríos en plena Santa Fe y 9 de Julio, o Charcas y Bulnes, nada puede contra el paso firme de los seis micros que los traen desde González Catán y La Matanza, para apoyar a la piquetera estelar en el lugar del hecho. Moni, del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados, arenga: “¡Vamos Nina!”.
El movilero de un programa de la medianoche llega, encendido, y hace foco en las caras más viejas, las más arrugadas; pide a su camarógrafo que las encuadre en un primer plano. Quiere un anticipo del gran número.
–Muéstreme un pasito de baile, doña...
–Pero soy una vieja...
Ahora, la vieja canta Piquete por allá, piquete por acá/ a todos los corruptos los vamos a matar. El movilero busca a otra; ésta no es la escena que le rinde. ¡Show! ¿me entiende?, parece estar pensando cuando descarta cualquier referencia a la donación a comedores, a cómo se les está inundando el barrio. Cerca de las 22 se produce el gran ingreso triunfal, y todos los que esperaban en la esquina avanzan detrás de las banderas hasta la puerta de la productora. “¡Habían prometido la pantalla!”, recuerdan dos delegadas piqueteras. “No nos digan piqueteras”, corrige Alejandra Carnevale, la coordinadora del MIJD. “No nos pongan a todos en la misma bolsa de gatos. Nosotros peleamos por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.”
Alejandra dice que la condición que se puso para la participación de Nina fue conseguir a cambio (además del cachet) un sillón de dentista. Cuando lo obtuvieron, la asamblea votó a favor. “La vi bailar música hot, bolichera; no tenemos miedo”, dice. “Estamos expuestos a los comentarios. Además ya habíamos estado en sketches con la Tota (Miguel del Sel) y no hubo reacciones negativas.” Hace un rato dejaron pasar a un garaje empinado “sólo a las mujeres y los niños”. Pero los de afuera, empapados, se enteran de que todo empieza por el griterío. Sólo las madrecitas con los chicos en brazos, de paradas, en ese garaje mal ventilado, en un encierro forzoso que prohíbe volver a entrar al que salió, y que necesita la autorización de “la mujer de seguridad” para abrir el candado, siguen de cerca la irrupción de Nina y su cartel.
Nina (antes de bailar): –Esto es de terror, Marcelo. No nos olvidemos de la desaparición de Carlos López.
Tinelli: –De Jorge López.
Nina: –Sí, de Jorge López.
Tinelli: –Más allá de lo que hacen socialmente, ¿bailás, Nina?
Nina: –Bailo, Marcelo.
Tinelli: –¿Raúl (Castells) es un opio en las fiestas?
Nina: –Es como cuando vos bailás acá, un patadura, un desastre...
Le entrega el cartel al conductor, y argumenta: “Me voy a tener que poner cómoda para bailar”. Durante el número, su soñador, Facundo –que quiere abrir un comedor en el sur del conurbano– la levanta en andas y empieza a girarla como parte de la coreo de música disco. En el garaje hay una ovación. Alguna de las madres arenga: “Süller se la come, Nina se la da”. Otras optan por mantenerse en silencio, como en una plegaria. El jurado se deshace en una demagogia que llega a su apogeo con el apoyo de Gerardo Sofovich a la causa, y la obtención para Nina –de digna performance dancística– del puntaje más alto hasta su actuación. Graciela Alfano le dice que “la música disco tiene mucho que ver con el movimiento”. Y Castells, detrás de los gomazos, habla con la seriedad que merece un pronunciamiento político: “Nos solidarizamos con el señor Lafauci por los agravios recibidos” (por el escandalete con Süller)”.
Tinelli: –¿A ver quién habla ahora? –eufórico por el número–. ¿Y qué van a decir?
Moria: –Mucha cabeza, risa, y boca. ¡Qué sensualidad!
Lafauci: –La vida de Argentina pasa por esta gente. Yo nací en el momento en que Evita le daba dignidad a la clase obrera. Me encanta que la tele se llene de grasitas.
Pero afuera, los grasitas que no entraron al garaje, los que siguen en la calle Olleros, agitan las banderas de la agrupación; intentan vanamente comunicarse con el celular sin señal de Raúl Castells; se quejan de no poder seguir el show, de no tener reparo. Es que la docena de policías ocupa todo el espacio que queda bajo el balconcito contiguo a la productora, y no queda alternativa que resignarse al temporal. Dice Luis Mañano, miembro activo del MIJD: “Esto es una vergüenza. ¿Cómo entran las mujeres y nosotros no? ¿Somos todos iguales?”. Patricio, “de Castells”, pide a una de las coordinadoras que le den “una criatura” para poder pasar al garaje.
–Repito: sólo las mujeres y los niños –dice el patovica que expande un cierto pánico en el lugar, una reminiscencia a un Titanic urbano.
Algo terrible parece estar por suceder cada vez que vuelve a excluir a los 300 que siguen un show sin imágenes pero sí con sonidos de victoria. La gran incógnita es si se evitó el “gran miedo” que contagió Castells hace una horas cuando deseó en voz alta: “Que no se caiga”. Afuera, en Olleros, Alejandra –la misma que pidió que no le digan piquetera– insiste en que no le digan líder porque somos todos compañeros, acá no hay líder.
–Son unos mal educados; prometen pantalla y no hay pantalla. Y ahora no nos dejan entrar –sigue Luis con su diatriba.
–A los chicos después, ¿quién los cura?; ¿Tinelli los cura? –se suma el fotógrafo acreditado en el evento.
Carmen Cossio, del MIJD, sigue elevando la participación de Nina Peloso a rango de hazaña colectiva. Carmencita se dedicaba a las ventas hasta la crisis de 2001; ahora colabora en uno de los comedores. Es su primera manifestación pro televisiva, la primera en la que el corte de calles queda a cargo de la policía; la primera también en que se separan según un privilegio para pocas (entrar al garaje). No hay antecedentes de otra división en tres ámbitos distintos en un corte de calle o ruta (estudio/garaje/calle con lluvia). La buena performance de Nina disipa la furia. Carmen dice: “Su pasión por el baile nace por actitud solidaria. No piensen mal. Todo va a los comedores”. ¿La cifra? De eso prefiere no hablar.
–¿Pros y contras de entrar a la tele?
Carmen Cossio: –El pro es lo que se consiga; la contra, que la gente la ridiculice.
Luis: –Que no se equivoque en una sola palabra porque la va a pasar mal. Esto es política.
Guardia: –Sólo las mujeres y los niños (fijado en la repetición incesante de la consigna, aunque ya nadie quiere entrar).
María Luisa Giménez: –Yo estoy acompañando a un chico, ¿no ve? Queremos entrar.
Guardia: –Es con chicos más chicos. ¿Este cuántos años tiene, diecisiete, dieciocho?
Emanuel Sotelo(adolescente): –Yo me dedico a hacer tortillas toda la semana. Y ahora me dejan acá afuera. ¡No da!
–¿Quién te gustaría que ganara si a Nina le va mal?
Gabriel (adolescente): –Nadie, juera pájaro de mal agüero (risas de todos).
Hay una euforia, a la salida, que se traslada al día después, cuando Nina Peloso y Raúl Castells desfilan por los programas matinales y de chimentos promoviendo algunos rasgos que hipnotizan y llenan de sonrisas a Maby Wells, en Canal 9, ahora que Castells comparte fórmula municipal con el aristocrático Bonny Bullrich, ahora que Nina invita compulsivamente a probar los tallarines que amasa los fines de semana, y promete una tapa en la revista Paparazzi con la misma boa de plumas que deslumbró en Bailando por un sueño. Florece una novedosa afinidad entre la farándula y el nuevo hombre piquetero light. Sofía Gala, hija de Moria, llamó especialmente al programa para ponerle el sello: “Mamá, amo a esa mujer”, dijo Moria que Sofía le dijo. “¡Es lo más!”.
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