TELEVISION › SE ESTRENA EL CICLO DE UNITARIOS “200 AÑOS”
José María Muscari y las actrices de Mujeres elefante, primera entrega de la nueva ficción de Canal 7, hablan de esta experiencia de dirección conjunta entre creadores teatrales y cinematográficos y reflexionan sobre por qué el teatro se expande a otros lenguajes.
› Por Julián Gorodischer
José María Muscari y Adrián Caetano lograron una comunión intensa basada en un pacto previo: ninguno tendría derecho a objetar el aporte del otro al trabajo común. Así salieron ilesos de una experiencia (la del ciclo 200 años, que se estrena hoy a las 22 por Canal 7) que propicia la labor a cuatro manos y extingue la idea del autor como ser único. En el origen, cada director de teatro convocado para idear un unitario de ficción debía elegir a un cineasta en colaboración, y de la dupla Caetano-Muscari nació Mujeres elefante: realismo social + elenco íntegramente femenino; dominación + surrealismo; amenaza exterior de una invasión de elefantes asesinos + conflictos de la vida de operarias. Algo así como “los mundos de los dos” ensamblados, fundidos en uno en esta fábrica en la que sueño y realidad se conjugan sin pautar límites precisos. Hubo una charla en la que quedaron algunas cosas claras: “No rebatir lo que el otro propusiera; que las actrices no pretendieran que nos pusiéramos de acuerdo; que nadie esperara una actitud didáctica”, selló Muscari este tácito acuerdo de convivencia entre egos, y quedó asentada una metodología de superposición intencionada.
Muscari: En los monólogos de las actrices no te das cuenta quién hizo cada cosa. Pasaba algo medio raro: yo me iba al control y Caetano se quedaba con las actrices, sin cumplir con las expectativas esperables. Yo no me encargaba de la actuación y él de la imagen; él se metió mucho en la idea de qué actriz podría hacer mejor cada personaje. Estuvo rota la idea de lo teatral y lo cinematográfico. Además a mí me interesa la imagen, la totalidad de lo que se cuenta.
Históricamente cómodo en el trato con actrices, proclive a los elencos almodovarianos (chicas al borde de un ataque de nervios), se reúne en la víspera con parte de su equipo de los sueños –a excepción de las más divas Carolina Fal y Celeste Cid– y reconstruyen esas dos semanas en que lo fantástico (la invasión de elefantes) se filtró en el reino del naturalismo declamado (la televisión) allí mismo donde el teatro fijó algunas consignas narrativas: desarrollo de la acción en un único ámbito (la fábrica), permiso para entrar en pánico, fantasía y realidad fundidas en un relato que no pretende para sí la lógica de lo real. Tal vez, el estreno de Mujeres elefante sirva como disparador ideal para hablar de un doble movimiento: la demanda de la tele y el cine a la creatividad de los teatristas, y la necesidad de estos últimos de explorar otros lenguajes.
Jimena Anganuzzi: Por suerte; está bien que se dé. Gracias a Dios. Para la gente de teatro, puede quedarte corto; tenés ganas de experimentar en otra área. Si la tele llama al teatro, no sé, calculo que pasa porque lo debe necesitar.
Lola Berthet: Se necesita, y te das cuenta de que es así si te ponés a ver cómo está la tele: en bajada. Hace falta gente que tenga cosas para contar. Los directores de teatro están abiertos a hacerlo... Este rodaje duró dos semanas; no se puede comparar con una tira. Me gustó trabajar en un canal donde no importaba el rating, estábamos muy relajados. Llega un momento, de otro modo, en que no sabés para qué vas a trabajar. Si es por los 20 o 25 puntos, a una eso no le importa. Querés que se preocupe el resto.
Julieta Vallina: Para un actor de teatro que aterriza en los bolos (ella en Son amores, Padre Coraje) nunca es muy cómodo llegar a la televisión. Tengo amigos y compañeros que cuentan muy buenas experiencias, está en cada uno. Pero esto fue muy particular, con una energía especial. Había un espacio de investigación y trabajábamos en un registro exacerbado, extraño en otros lugares.
Muscari: Quiero decir algo referido a lo teatral en la TV: voy a ser un poco tirabombas, pero pienso que todo es una moda. El teatro está más de moda que en otro momento, ahora llega a la tapa de los diarios; va gente a ver todo. Y la tele es un engranaje que detecta dónde está la moda y va capturando un poco de todo eso. El aparato social de la TV requiere gente de teatro más por la moda que por la falta de historias para contar.
Si la expansión del teatro a otros lenguajes responde a una mayor cantidad de subsidios, a la necesidad de trascender a la sala, a un resurgimiento vocacional, o si es apenas un destello que encontrará un relevo en la agenda de lo que hay que hablar, es un punto que ninguno de los presentes se atrevería a determinar, tan abierto es el desenlace como la trama de Mujeres elefante, cuya invasión es más elusiva que concreta, un fantasma, un ruido y una trompa como indicador fragmentario de una catástrofe que no se termina de desatar. “Hay mucha gente que hace teatro”, describe Anganuzzi. “Hay más público. Es más fácil hacerlo, hay muchos subsidios; pero hay otro teatro más off que todavía no puede hacer nada.”
Para Muscari, sin embargo, “ese otro teatro off era imperial, dominaba, y ahora está desapareciendo. Para mí y mis actores no existe la posibilidad de no ganar plata. Estamos pensando en qué subsidio va a salir”. La otra novedad de Mujeres... es la irrupción de lo fantástico (la invasión monstruosa) en un campo poco acostumbrado a los géneros de la fantasía, otorgando a las actrices la posibilidad de transitar estados alterados poco explorados: el pánico, la fuga, el descontrol, el caos, el apocalipsis módico....
J. V.: Es mi primera vez en un delirio tan grande; la dificultad es la creencia de que haya un elefante real detrás del humo.
–¿Por qué sigue habiendo una tendencia a atribuir lo fantástico al sueño, a lo que en verdad no está pasando?
Muscari: Odio lo onírico; odio el realismo mágico. Los sueños me gustaban en el sentido de lo surrealista; aparece un director (yo mismo) desde la TV contándoles a las actrices que hay una invasión de elefantes. La ironía es más surrealista que onírica.
L. B.: Te permite relajarte y delirar sin límites.
J. A.: La ventaja es que nadie en este país trabajó ese estilo; hay que ser consecuente con uno mismo en la actuación.
Luego, el director recuerda que “casi se consigue para esta grabación un elefante real”, pero la elección fue no tenerlo para facilitar la aparición del monstruo. La escena los vinculaba al más puro juego teatral, ese que promueve exteriorizar sin límites, que se apoya en la premisa de que cualquier cosa puede llegar a pasar. Lo aprovecharon y se divirtieron, aunque Muscari se vea obligado a aclarar que “en Mujeres... también hay profundidad y una lectura sobre el país”. Le gusta pensarse en competencia directa con Bailando por un sueño (van a la misma hora): “No me achico –dice–, salgo a la cancha a defenderlo. Pero ojo que a mí Bailando... me gusta. Me encantaría dirigir a Silvia Suller”.
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