Sáb 12.05.2007
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TELEVISION › “ARGENTINOS POR SU NOMBRE”

Las ventajas de volver a la calle

El ciclo de Andy Kusnetzoff funciona como una crónica urbana en continuado.

› Por Emanuel Respighi

Emprender un viaje siempre conlleva una incursión cargada de elementos inesperados. Por más información previa con que se cuente y planificación que se haga, la posibilidad (necesidad) de controlar absolutamente todas las variables se convierte en un imposible ante el comienzo del recorrido. Pero es justamente esa constante sensación de que cualquier cosa puede suceder, en cualquier momento, que hace que la travesía se cargue de intensidad para quien se anime a embarcarse. Y es la imprevisión del futuro, también, el principal atractivo de Argentinos por su nombre (jueves al término de ShowMatch, por Canal 13), el programa de Andy Kusnetzoff cuya segunda temporada se transformó definitivamente en un viaje televisivo de consecuencias inesperadas. Es que en una TV tan previsible desde los contenidos, no así de los horarios de emisión de los programas, la imprevisión se vuelve un valor en sí mismo.

A esta altura, lo de Kusnetzoff ya es una obsesión, un estudio metódico –yendo desde lo individual a lo general– sobre Argentina en formato catódico. Si en 2005, en Argentinos, somos como somos, Kusnetzoff hizo foco en las características comunes que conforman al supuesto “ser nacional”, en Argentinos por su nombre (2006) prefirió abordar la realidad cotidiana de los argentinos, a través de crónicas no exentas de opinión. Pero era justamente allí, en esa editorialización que realizaba desde la mesa del estudio donde la idea madre de cada uno de los programas parecía desvanecerse. Mucho más cuando el análisis se extendía largamente entre las bromas y comentarios que poco le aportaban los colaboradores con los que se rodeaba (desde Gabriel Schultz y Cayetano, hasta Carla Czudnovsky y Martín Ciccioli).

Suerte de crónica urbana en continuado, en la versión 2007 de Argentinos por su nombre el conductor parece haber encontrado el formato justo para su desvelo “nacionalista”. A bordo de su auto, acompañado únicamente por dos cámaras fijas y otras dos en mano, además de un sonidista, cada envío Kusnetzoff recorre la ciudad a lo largo de un día. En ese raid sin filtros en busca de historias, anécdotas y hechos periodísticos, el programa ganó en contundencia y efectividad en relación con sus antecesores. Sin “tiempos muertos” ni extensas y pedagógicas “bajadas de línea”, Argentinos... mantiene un ritmo televisivo intenso que, sin embargo, elude la vertiginosidad propia del videoclip. Buena parte de ese logro se debe a la eliminación de panelistas y presentaciones desde estudios.

Claro que la frescura de Argentinos... también recae en que Kusnetzoff volvió al lugar donde mejor rinde: la calle. Es que el formato 100 por ciento calle que tomó el ciclo libera al conductor del seguimiento de formas y guión alguno, llevándolo al registro de la espontaneidad, ese que lo consagró una década atrás en CQC como notero veloz y audaz. Pero en una versión superior al notero pillo de antaño: ahora se sitúa en el rol del cronista de la realidad. Pero ya no para el chiste fácil o el mero reflejo in situ de los acontecimientos, sino también para darse la posibilidad de “intervenir” en la realidad como un ciudadano más. Así, en el primer programa se pudo ver cómo ante un violento desalojo de un asentamiento en José León Suárez, Kusnetzoff intentó, incluso, apaciguar los ánimos entre la represión policial y la defensa a pedradas –al mejor estilo de las intifadas palestinas– de las víctimas. “Maestro, ¿no da para parar porque esto se va a poner peor?”, le espetó a un chico que se armaba de cascotes para defender su dignidad, y luego de reclamarle al jefe del operativo por los motivos de la brutal represión. Un botón de muestra de un ciclo que nunca detiene su marcha. Como la misma realidad.

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