TELEVISION › ERNESTO KOROVSKY Y “MUJERES DE NADIE”
El guionista habla de la inclusión en la trama de cuestiones sociales que van del alcoholismo al transplante de órganos.
› Por Emanuel Respighi
Así como el año pasado Montecristo supo cruzar con solidez la telenovela con la apropiación de bebés durante la dictadura militar, en 2007 Mujeres de nadie parece haber redoblado la apuesta. La telenovela de Pol–Ka, que se emite de lunes a viernes a las 14.30 por Canal 13, suele atravesar su trama con algo más que amores no correspondidos, familias enfrentadas y traiciones que hieren el corazón. En el programa, que cuenta la historia de cuatro médicas que trabajan en un hospital público, las problemáticas de la donación de órganos, la adopción de chicos, la homosexualidad o el embarazo adolescente se entreveran en una trama que parece avanzar a partir de temas tan delicados como complejos del entramado social. Una interesante forma de hacer que la TV adquiera una faceta diferenciadora a la del mero entretenimiento.
El recurso de mixturar realidad y ficción como lo hace Mujeres de nadie con buen tino y audiencia (suele imponerse en su franja horaria) no es nuevo, pero sí su puesta en práctica a nivel local. En países como Brasil o México, la telenovela suele ser utilizada como herramienta de comunicación social. Campañas de salud, concientización social o alfabetización, por nombrar sólo algunas iniciativas de compromiso ciudadano, encuentran en el género más popular de la TV una vía directa y efectiva para llegar al público masivo. La identificación del público con los personajes del culebrón permiten, incluso, que acciones solidarias obtengan mayor resultado que el que logran los spots publicitarias.
Escrita por Ernesto Korovsky, Marcos Carnevale y Sebastián Parrota, Mujeres de nadie logró lo que parecía imposible: quebrar el liderazgo que hasta no hace mucho tiempo ostentaban las telenovelas de Telefé y el debate de Gran Hermano, a fuerza de un elenco sólido y una historia que incorpora conflictos de la vida real. “Estamos tratando de repasar algunos temas que hacen a la problemática diaria de la vida social. El programa tiene cierta intención moral. A una telenovela no se le puede pedir profundidad, pero sí compromiso”, le explica Página/12 Korovsky, quien con Mujeres... retoma el concepto de entrecruzamiento entre realidad y ficción que había abordado en La hermana mayor, la telenovela protagonizada por Soledad Silveyra y Juan Leyrado en 1995, en la cual dejaba siempre abiertas dos escenas por capítulo para incorporarle noticias del día.
“En la TV no hay ningún programa que hable de estos temas, ni en ficción ni de no ficción”, analiza el autor televisivo. “Antes –detalla– había periodísticos, talk shows o magazines que, con mayor o menor seriedad, abordaban problemáticas sociales. Hoy, la tele no está tratando el tema de la donación de órganos ni ningún otro. Sólo en los noticieros y de forma muy veloz. A la gente le interesa la realidad en la ficción.”
–¿Realmente piensa eso?
–Más que el tratamiento en profundidad de la temática, es interesante que se escuche el sonido de la temática. El público valora que en la ficción se traten temas serios que, por otra parte, ayudan a la credibilidad de los conflictos. Y para el guionista es un desafío, porque uno no debe ni puede traicionar la verdad. La realidad es que en el país aún no se ha creado la conciencia de la necesidad de la donación de órganos, por eso la enorme lista de personas en espera. Uno podría tratar temas importantes, pero si está mal actuada o forzada no sirve. Tiene que haber verdad en el abordaje. Es fundamental que haya coherencia en la estructura narrativa y el cuadro de relaciones entre los personajes.
–¿Cómo tratar un tema tan delicado en el marco de la ficción, cumpliendo también el rol de difusor?
–No deja de ser complejo, pero vale la pena hacerlo. Hay una serie de especificidades que hay que tener en cuenta a la hora de hacer el programa. El posoperatorio de un transplante de órgano, por ejemplo, es muchísimo más complicado de lo que planteamos en el programa. Pero no quisimos detenernos, ni tampoco pudimos, porque es una telenovela. En Mujeres de nadie podemos abarcar la problemática, pero no la realidad ni las especificidades de la ley. Tenemos conciencia de que el hospital que mostramos no es un hospital real. No buscamos ser verosímiles desde el punto de vista de los tiempos médicos, pero sí tenemos el objetivo de abarcar problemáticas reales.
–La telenovela es uno de los géneros televisivos que más fidelidad de audiencia construye. ¿Es también un ámbito en el que las campañas sociales pueden tener mejor índice de respuesta?
–Es probable, debido a que la telenovela genera identidad en los televidentes. Uno no sabe los alcances de los temas que se expresan en una ficción televisiva. Igualmente, en Mujeres... incluimos las problemáticas sociales a efectos dramáticos, más que en la difusión de los temas. También nos damos licencias. Por ejemplo, con el tema del marido golpeador inventamos un espacio para maridos golpeadores, algo así como alcohólicos anónimos. Existen lugares que asesoran a la mujer golpeada, pero no creo que un espacio que trata de ayudar al golpeador.
–En países como Brasil, la telenovela es históricamente un espacio para la difusión natural de campañas sociales o de salud.
–La historia de la telenovela está llena de casos de temas disparados en las novelas y que tuvieron fuerte repercusión social. Todos recordamos cómo a partir de que la protagonista de Simplemente María se compraba una máquina de coser y se convertía en una vendedora textil, las ventas de las máquinas de coser se dispararon. Estamos absolutamente influidos por la TV. El año pasado Montecristo se metió con un tema muy serio.
–¿Cuál es el límite a la hora de combinar ficción y realidad?
–La política. El año pasado estuve en Brasil y en plenas elecciones las telenovelas bajaban línea política y hablaban mal de Lula y su gobierno a través de los personajes, de manera muy descarada. La TV Globo tiene mucho poder y lo ejercitaba. Acá no se podría ni se debería hacer. Es legítimo dar una opinión política en un noticiero o periodístico. Es un engaño hacerlo a través de un personaje de ficción en una telenovela. Se puede vender una gaseosa, pero meter una idea política de forma tan abierta en una telenovela es una canallada.
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